NO SOLO DE PROMESAS VIVEN LOS ELECTORES
Con la paliza que sufrieron en el estado de Virginia este martes, los demócratas parecen no entender que no basta con asustar a los votantes con el espectro de Donald Trump, sino que hay que producir resultados para los diversos sectores que los apoyan. Esto, porque no solo de promesas viven los electores.
Es una lección que todo político debería tener aprendida, como parte de su diagnóstico personal, sobre todo si sabe que va a dedicar su vida no precisamente al servicio público, sino a la simple y llana búsqueda del poder. Porque tal pareciera que de eso se trata, dados los “resultados” que no se ven por ningún lado, no al menos donde prometieron hasta el cansancio en busca de votos.
Por ejemplo, la gubernatura de Virginia pasó a manos republicanas tras una década de dominio demócrata, con el triunfo de Glenn Youngkin ante Terry McAuliffe. Aunque muchos fueron los factores, incluyendo asuntos locales, de personalidad y estrategias, sin lugar a dudas la parálisis en el Congreso de mayoría demócrata y su incapacidad de producir resultados que permitan avanzar la agenda que prometió el presidente Joe Biden, tiene un efecto sobre candidatos demócratas no únicamente en contiendas federales, sino en estatales.
El problema es que una contienda estatal siempre tiene repercusión en el imaginario colectivo, como una especie de “probadita” de lo que podría ocurrir a nivel nacional si no se hacen de manera urgente los ajustes necesarios.
Lo triste es que, en efecto, esto ya ha ocurrido en la historia reciente y los demócratas parecen no aprender de errores pasados. Cada vez que asumen el poder, se destrozan entre sí con peleas y diferendos internos que consumen el tiempo y la posibilidad de legislar y de acudir a los votantes en la próxima elección con una lista de logros que los convenzan de que “hay que reelegirlos”.
¿Pero así cómo? Y ya se sabe que la arena política es una de las de mayores desafíos, y en función de ello y de la supervivencia electoral es que siempre es necesario saber para qué se obtiene el poder. Si no se sabe ejercer dicho poder, siempre se pierde. La ingenuidad —pero sobre todo la ingenuidad demócrata— no cabe en este oficio.
Lo peor del caso es que a pesar de que invocan el fantasma de Trump a cada paso, no toman las medidas necesarias para frenar el avance del trumpismo o la posibilidad real de que el propio Trump o un heredero político se postule y gane en 2024. El expresidente, por su parte, no se ha dormido en sus laureles y sigue asomando cola, cuernos y colmillos ante cada desastre demócrata, poniendo en peligro nuevamente la democracia estadounidense.
En fin, que la sacudida del martes no es buen presagio para los demócratas de cara a los comicios intermedios de 2022. Y si ha sido casi imposible avanzar la agenda de Biden con la mayoría demócrata en ambas cámaras del Congreso, imaginecómoseráconunCongreso republicano. Los demócratas ya lo han experimentado en carne propia varias veces en la historia reciente.
Pero parece que olvidan muy pronto.