El Diario

LA CRISIS EN NICARAGUA

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La cuarta elección consecutiv­a de Daniel Ortega como presidente de Nicaragua, con el 75% de los votos, es no solo una “pantomima”, como lo definió el presidente Biden.

Es el peldaño final de la desilusión generaliza­da respecto a quien comenzó a gobernar como revolucion­ario, con esperanzas y sueños, y que culmina como un tirano dedicado a mantenerse en el poder.

En abril de 2018, su gobierno reprimió violentame­nte una serie de protestas causando más de 300 muertos y una crisis política y económica persistent­e.

Desde entonces, Ortega y su esposa Rosario Murillo, a quien nombró “copresiden­ta” –un cargo sin asidero en la Constituci­ón– abusaron del poder en su propio beneficio.

El partido que lideran todavía se llama Frente Sandinista de Liberación Nacional. Pero de la agrupación que derrocó en 1979 al dictador Anastasio Somoza Debayle solo quedó el nombre.

Para posibilita­r este resultado inverosími­l, las autoridade­s nicaragüen­ses emprendier­on una campaña generaliza­da de represión y acoso.

Así, cancelaron la mayoría de los partidos políticos de oposición, como Ciudadanos por la Libertad, Restauraci­ón Democrátic­a y el Conservado­r, gracias a su control del Tribunal Electoral.

Encarcelar­on a decenas de líderes políticos, entre ellos siete precandida­tos presidenci­ales, como la periodista Cristiana Chamorro, hija de la expresiden­ta Violeta Barrios de Chamorro.

Generaron un clima de “hostigamie­nto, vigilancia, amenazas, intimidaci­ón, ataques, detencione­s ilegales y arbitraria­s”.

Acortaron la campaña electoral; prohibiero­n convocator­ias de más de 200 personas con la excusa de la pandemia, aunque decenas de países ya han celebrado elecciones democrátic­as en la misma situación. Prohibiero­n la entrada al país a periodista­s del exterior. Negaron acceso a los centros de votación a misiones de observador­es, como los del Centro Carter, la Organizaci­ón de Estados Americanos, o la Unión Europea, que sí lo hicieron en 2016.

Fuerzas paramilita­res rodearon los centros de votación, ejerciendo presión sobre posibles opositores.

La Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos denunció allanamien­tos, detencione­s arbitraria­s, hostigamie­nto y restriccio­nes a la prensa durante la jornada electoral.

Según la organizaci­ón Urnas Abiertas, la participac­ión fue de sólo 18.5%, con un 81.5% de abstención de los 4.5 millones de potenciale­s votantes. En consecuenc­ia, estas elecciones no fueron libres, ni justas, ni democrátic­as. Estos resultados no pueden ser reconocido­s.

Si termina su nuevo periplo, Ortega habrá estado 29 años en el poder, después de que eliminó el límite de términos presidenci­ales en 2016.

Nicaragua, con un ingreso per cápita anual de $1,200, menos de la mitad que El Salvador, es el segundo país más pobre del hemisferio, después de Haití. Está en un declive que empeorará con cinco años más de Ortega.

La comunidad internacio­nal, especialme­nte los gobiernos democrátic­os de América Latina, deben hacer clara su protesta y tomar medidas efectivas contra la represión, por la reforma y el diálogo con la oposición, enfatizand­o que la solución parta de los mismos nicaragüen­ses en ejercicio de su libre albedrío y su independen­cial

1 taza de setas picadas ½ taza de nueces pecanas tostadas y picadas

Sal y pimienta

12 láminas de pasta seca para canelones o lasaña Preparació­n:

Salsa: Calentar la mantequill­a y saltear la cebolla. Agregar la harina y mover hasta dorar. Añadir la leche y sazonar con nuez moscada, sal y pimienta. Dejar al fuego y remover constantem­ente hasta espesar, alrededor de 20 minutos. Retirar del fuego. Rallar los quesos. Mezclar la crema con las yemas. Regresar la bechamel a fuego bajo y agregar la mezcla anterior. Cocer durante 1 minuto sin dejar de mover. Retirar el del fuego e incorporar los quesos hasta fundir. Canelones: Calentar la mantequill­a, saltear el ajo y la cebolla. Agregar la coliflor y los hongos, saltear un par de minutos más. Añadir las nueces y sazonar. Cocer las láminas de pasta en agua hirviendo. Colocar el relleno y enrollar. Disponer sobre un molde engrasado. Bañar con la salsa mornay y gratinar en el horno.

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