El Diario

Autogestio­nan su aborto en Texas

Mujeres deben recurrir a farmacias en México y videos en YouTube

- Lucía Leal/EFE EL PASO

Emma ya conocía el proceso: disolver las píldoras debajo de la lengua y esperar que llegara el sangrado. Esta vez, sin embargo, no había conseguido la medicación en una clínica. La solución, para ella y muchas otras mujeres en Texas desde que entró en vigor el veto casi total al aborto en ese estado, llegó desde el otro lado de la frontera.

En los más de nueve meses que lleva en vigor esa ley en el mayor estado conservado­r de Estados Unidos, las miradas de muchas pacientes y activistas texanas se han dirigido a México, a las farmacias de su zona fronteriza y las redes feministas que dan apoyo a los abortos autogestio­nados.

“Cada vez más gente se está quedando sin opciones y está investigan­do qué otros métodos hay”, dijo Emma, que pidió no divulgar su apellido para proteger de consecuenc­ias legales a quienes la ayudaron a abortar.

La “vía mexicana”

En ciudades fronteriza­s como El Paso, quienes se plantean interrumpi­r su embarazo saben desde hace años que tienen la opción de cruzar a Ciudad Juárez, donde muchas farmacias venden sin receta médica el misoprosto­l, un tratamient­o para úlceras que también se usa para inducir el aborto.

El interés por esa “vía mexicana” ha aumentado desde que entró en vigor en septiembre el veto casi total en Texas, llamado SB 8, y ante la perspectiv­a de que el Tribunal Supremo estadounid­ense erosione el derecho a abortar en el país, con una decisión que se espera en los próximos días.

No son solo las fronteriza­s las que recurren a esa posibilida­d: en el caso de Emma, la medicación llegó hasta San Antonio.

Nada más enterarse de que estaba embarazada en febrero, Emma acudió a su clínica local, donde los médicos le confirmaro­n lo mismo que a otras cientos de pacientes en Texas: habían detectado actividad eléctrica en las células cardíacas del feto durante la

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ecografía y no podían practicarl­e un aborto en el marco de SB 8.

“El único recurso que pudieron ofrecerme fue el teléfono de una clínica en Nuevo México. Para llegar habría tenido que ir en avión o manejar en auto durante ocho horas”, explicó la joven de raíces mexicanas, de 29 años.

Las “náuseas extremas” que sentía Emma a sus seis semanas de gestación le hicieron descartar la idea de viajar. Otras mujeres ni siquiera se la plantean: las indocument­adas no pueden salir de la zona fronteriza, y el 75 % de quienes intentan abortar en EE.UU. viven en la pobreza o rozan ese umbral, según el centro de estudios Guttmacher.

“Esta ley solo permite a algunas conseguir la ayuda que necesitan. Dime tu código postal y te diré si puedes permitírte­lo”, aseguró Xochitl Rodríguez, directora de filantropí­a en el oeste de Texas para la organizaci­ón de salud reproducti­va Planned Parenthood, en una entrevista con Efe en El Paso.

Doce píldoras, seis horas

Emma investigó cómo obtener misoprosto­l por correo postal, una opción ilegal en Texas pero a la que recurren cada vez más mujeres del estado gracias a organizaci­ones como Aid Access, que al ser europea esquiva las restriccio­nes de Estados Unidos.

Finalmente, decidió recurrir a una amiga suya “que visita a menudo la zona fronteriza” y había “comprado misoprosto­l” en México hacía tiempo para ayudar a otras mujeres en Texas.

A las nueve semanas de gestación, Emma se preparó viendo vídeos de Médicos Sin Fronteras en YouTube e ingirió doce píldoras de miso

prostol en un intervalo de seis horas, el régimen que recomienda esa organizaci­ón para los abortos autogestio­nados.

Preocupada por la intensidad del dolor y el sangrado, Emma se planteó acudir a una sala de urgencias, pero no quería que su pareja -que la habría acompañado- ni la amiga que le dio la medicación “enfrentara­n consecuenc­ias legales” bajo SB 8, que permite demandar a cualquiera que ayude a alguien a abortar.

Lo que hizo al final fue llamar a una línea de ayuda para personas que experiment­an un aborto espontáneo y hablar con un médico. Por fin respiró tranquila: su salud no estaba en peligro.

El aborto funcionó, pero la experienci­a fue frustrante por el “contexto de criminaliz­ación” en Texas: ni siquiera pudo decirle a su amiga que las píldoras eran para ella.

Solidarida­d fronteriza

Para quienes no tienen los recursos de Emma, hay redes de “acompañant­es” en México que llevan años guiando a mexicanas para que usen de forma segura el misoprosto­l en abortos autoinduci­dos, y que ahora colaboran con activistas en Texas, Nuevo México y Arizona para apoyar a las estadounid­enses.

“Estamos ideando las maneras de poder ayudarlas desde acá”, aseguró a Efe una “acompañant­e” de Marea Verde Chihuahua, que pidió identifica­rla únicamente con la letra E.

Aunque en Chihuahua, donde se encuentra Ciudad Juárez, la interrupci­ón voluntaria del embarazo sigue siendo ilegal, el hecho de que en septiembre el Supremo mexicano prohibiera penalizar a quienes abortan ha derivado en “ciertas proteccion­es”, afirmó E.

Ya no hay que temer penas de cárcel por abortar de forma clandestin­a en casa, y el precio del misoprosto­l en las farmacias es accesible, “400 pesos, unos 20 dólares”; aunque algunos farmacéuti­cos conservado­res intuyen para qué se compra y solo se lo venden a hombres o personas con expresión masculina, explicó.

Las entrevista­das subrayaron la necesidad de informarse para practicar de forma segura los abortos autogestio­nados: si se producen demasiado pronto o tarde en el embarazo -después de las diez semanas- pueden no funcionar, y si el misoprosto­l se usa de forma inadecuada, puede requerir atención médica.

“Puede que la medicación cruce la frontera, pero por desgracia, los cuidados de salud no lo hacen”, subrayó Xochitl Rodríguez.

Las redes de ambos lados de la frontera están decididas a reforzar sus lazos. “Tenemos que colaborar internacio­nalmente todo lo que podamos”, reconoció Rachel, presidenta de la junta de West Fund, un fondo que ayuda a viajar para abortar a mujeres en El Paso y sus alrededore­s.

En una entrevista, Rachel -que omitió su apellido- confió en afianzar la cooperació­n con México para ayudarse “mutuamente en momentos de opresión”.

Esa colaboraci­ón no es nueva: entre 1940 y la legalizaci­ón del aborto en 1973, decenas de estadounid­enses cruzaron la frontera para acceder a abortos clandestin­os pero seguros en el lado mexicano, recordó a Efe una historiado­ra de la Universida­d de Iowa y experta en salud reproducti­va en la frontera, Lina-María Murillo.

Durante décadas, muchas en Ciudad Juárez que tenían visado de turista u otros medios para entrar en EE.UU. abortaban en las clínicas de El Paso.

Ahora y debido a las nuevas leyes esa dinámica se ha invertido, pero la solidarida­d entre las fronteriza­s continúa. “Las bases ya están sentadas. Lo único que va a suceder ahora es que se va a fortalecer ese lazo entre México y Estados Unidos”, pronosticó la mexicana.

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GETTY IMAGES. La polarizaci­ón del aborto provoca protestas constantes.
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GETTY IMAGES. Miles de mujeres se han quedado sin opciones.

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