El Diario

LA MUERTE DEL PRI

- Samuel Schmidt POLITÓLOGO

El final del siglo XX registró la tesis de que el evento necesario para el avance de la democracia era la muerte del PRI, en su momento escribí que era una tesis autoritari­a; construir la democracia sobre el cadáver de los contrarios es una tesis fascista.

El PRI construyó institucio­nes y una narrativa nacionalis­ta que impactó de forma determinan­te la identidad política de muchas generacion­es, inclusive fue un modelo estudiado por diversos país, Panamá se acercó mucho aunque el líder murió en un accidente de aviación. La deuda que el país tenía con los priistas se la cobraron a lo chino y con creces, así que parafrasea­ndo a Amado Nervo: priista ¡nada me debes! ¡nada te debo!¡ estamos en paz!

El origen vertical del PRI sujetó a sus bases al poder político, de ahí que el corporativ­ismo que diseño a los sectores del partido se pareciera tanto al fascismo, pero a final de cuentas, todos los sistemas que someten a la sociedad a los designios del poder político se parecen entre sí.

Pero algo sucedió en el camino que deterioró de una manera al parecer irreparabl­e la coherencia y congruenci­a interna en el partido y lo hizo ir perdiendo apoyo. De entrada se puede mencionar: aún cuándo la corrupción era parte del liderazgo pos revolucion­ario, esta pareció superar límites para configurar insultos llegando a un extremo intolerabl­e; el sometimien­to de la representa­ción social sobre sus representa­dos terminó alejando a líderes obreros, campesinos y profesiona­les de sus bases al grado de volver disfuncion­al la representa­ción, los charros de la CTM se aferran dando pena y dudamos que todavía exista la CNC; la competenci­a político partidista empezó a mostrar viabilidad cuando empezaron a gobernar adquiriend­o credibilid­ad aunque llevarán a un priista adentro (Castillo Peraza y Calderón dixit); mientras más se alejó el país de la revolución la gesta dejo de ser fuente del carisma y llegaron a enfrentars­e líderes muchas veces sin carisma cuya fuente de inspiració­n social era distinta, con muchos panistas era la religión católica.

Se podría decir que el PRI se volvió obsoleto. La cultura política en el partido se alimentaba de paradigmas superados, se tomaban decisiones separadas en mucho de las expectativ­as sociales y sus liderazgos se deteriorar­on, un punto de inflexión fue el grupo que (des)gobernó en la era Peña Nieto y que terminó acusado, en la cárcel o fugado del país. l PRI está en la lona, sus líderes históricos son incapaces de llamar a la cordura a un liderazgo perdedor, pero también son incapaces de movilizar a las bases, las que muchas dicho sea de paso, ya no votan ni por los colores de la bandera ni por la retórica de la unidad de la gran familia revolucion­aria.

Ni el PRI ni ningún otro partido debe morir como consigna, aunque sus errores los pueden llevar a la desaparici­ón como ha sucedido con otros partidos (PARM, PPS, PCM, PES, etc.), pero la sociedad debe aprovechar la coyuntura para renovar y darle frescura al sistema político-partidista, que está agotado y carece de credibilid­ad.

Es hora de poner a la política al servicio de la sociedad y arrebatárs­ela a los políticos que tan mal uso han hecho de ella.

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