NO A LA INCITACIÓN CONTRA MIGRANTES
Para el partido Republicano la posibilidad de recuperar en noviembre el control sobre la Cámara de Representantes y el Senado depende entre otros elementos de su capacidad de entusiasmar a su electorado contra un supuesto enemigo común, que hoy son los inmigrantes.
Lo hace denunciando una presunta “invasión” en la frontera, cuando la realidad es que los cruces no autorizados subieron 10% respecto a junio pasado. Ese aumento no es una invasión.
Al mismo tiempo, se ocupan de difundir la idea de que los inmigrantes quitan empleos a los estadounidenses, tratando así de crear animosidad hacia quienes vienen aquí a trabajar, cuando la verdad es que hay precisamente una escasez de mano de obra que impide el desarrollo integral de nuestra economía. Los inmigrantes son necesarios para todos.
Pero la acción republicana va más allá. Ha dado a conocer un proyecto anti inmigrante que el partido tratará de poner en efecto si llega al poder. Incluye entre otras medidas poner fin al sistema de asilo -que es una obligación internacional del país-, terminar toda negociación de reforma migratoria, continuar la construcción del “muro” fronterizo, aumentar el uso de la expulsión acelerada y multiplicar la cantidad de deportaciones dentro y fuera de la zona fronteriza.
Para quien piense que esta perspectiva es exagerada, ahí está el reciente descubrimiento de que la separación de miles de niños de sus padres en la frontera en 2018 no fue un accidente sino el núcleo de la política migratoria de Donald Trump.
“Tenemos que separar a esos niños”, ordenó el entonces fiscal general Jeff Sessions.
Pero el ejemplo más revelador de esta política provocativa lo da el gobernador de Texas, Greg Abbott, que se juega la reelección en noviembre, y quien este fin de semana envió a Nueva York un autobús lleno de inmigrantes desesperados a la ciudad de Nueva York, después de haber mandado - junto con su homólogo de Arizona Doug Ducey - a miles de ellos a la capital Washington D.C.
Los migrantes así transportados - muchos sin su conocimiento o consentimiento -de todos modos no se proponían quedarse en la zona fronteriza de Texas sino juntarse con familiares en distintas partes del país y pedir asilo.
Para justificar esta acción propagandística, Abbott afirma que la administración Biden tiene una política de fronteras abiertas. Sabe que eso es falso. La Casa Blanca recalca que existe un proceso para gestionar a los migrantes en la frontera y que el gobierno federal apoyará a los municipios así atacados por el gobernador texano.
Es una actitud cruel y cínica que utiliza a estas familias como rehenes de sus ambiciones.
Saben que incluso si ganasen la mayoría en ambas cámaras, las decisiones las toma el presidente Biden, con su poder de veto. Su campaña de odio entonces no es más que una maniobra basada en su continua incitación al odio y la hostilidad contra los migrantes.