Houston Chronicle Sunday

México experiment­a una ola de repatriado­s

Algunos de ellos obtienen mejores oportunida­des porque hablan inglés

- JASON BUCH monterrey, méxico

— Cuando Pete Navarro llegó hace tres años aMonterrey, tras manejar varias horas desde la frontera con Estados Unidos, apenas hablaba español y casi no conocía a nadie allí.

Residente de San Antonio, Navarro estudió en la preparator­ia Jay, perdió su residencia legal en diciembre de 2009 y fue deportado a su país natal, México, donde vivió de pequeño y donde sólo conocía a una tía, y a la familia de ésta. Los padres y dos hijos de Navarro se quedaron en San Antonio.

“Cuando llegué, mis dos primos se convirtier­on en mis mejores amigos porque podían hablar en inglés”, recuerda Navarro.

Navarro, ahora de 33 años, es parte de una tendencia migratoria con carácter histórico. Por primera vez en décadas, más personas se están mudando de Estados Unidos a México que viceversa, según reportó en abril el centre de investigac­ión Pew Hispanic Center.

Algunos de ellos, como Navarro, han sido deportados, pero la gran mayoría ha viajado a México de forma voluntaria, según el informe del Pew.

La situación puede ser difícil para los que se mudan a México de forma voluntaria o involuntar­ia, ya que muchos tienen problemas con el idioma, enfrentan dificultad­es en las escuelas mexicanas y les cuesta trabajo integrarse a la sociedad de México.

No obstante, también hallan oportunida­des, muchas veces gracias al inglés. Navarro sólo demoró unos días en encontrar una industria que lo esperaba con los brazos abiertos y suele contratar a trabajador­es de entre los más de un millón de personas que se han mudado a México procedente­s de Estados Unidos: los centros de llamadas telefónica­s.

Sector florecient­e

La industria de llamadas telefónica­s de Monterrey emplea a miles de personas, de las cuales muchas hablan inglés fluidament­e porque crecieron en Estados Unidos.

En esa ciudad, con una población de 1.14 millones y una zona metropolit­ana muy poblada, abundan las fábricas, pero en la década pasada floreció la creciente industria de llamadas telefónica­s de mercadeo, según Roberto Fuerte, director ejecutivo de la sección noreste mexicana de la Cámara de Comercio México- Estados Unidos.

Estas operacione­s telefónica­s ofrecen una amplia gama de servicios y para ello no todos los trabajador­es tienen que hablar un inglés perfecto, por lo que muchos empleados son estudiante­s universita­rios de la zona, explica Fuerte.

No obstante, los centros pueden ofrecer empleo a las personas que hablan inglés y se mudan a México de Estados Unidos.

“Cuando se divulgaron los resultados del estudio del Pew, fue interesant­e verlo en formato académico”, dice Bill Colton, empresario estadounid­ense y director de un pequeño centro de llamadas en Monterrey. “Pero para la gente de aquí no fue sorprenden­te”.

El centro de Colton, Global Telesourci­ng, alberga a Navarro y a otros empleados que crecieron en Estados Unidos. Eso significa que hablan un inglés excelente, comprenden las frases idiomática­s estadounid­enses y conocen los productos que venden por teléfono, como servicios de telefonía móvil, cable por televisión e Internet.

“Debido a que los agentes ( de ventas) que podemos atraer en México

Jaime Amaro, de Global Telesourci­ng, supervisa a sus empleados de telemercad­eo. Amaro, nacido en México, creció en Houston pero decidió regresar a esa ciudad del norte de México. son mejores que los que podríamos tener en Estados Unidos por el mismo salario, somos un centro de llamadas mucho mejor”, expresa Colton. “En un centro en Estados Unidos no podrías atraer a muchachos como estos”.

Existen dificultad­es

En el caso de Navarro, él asegura que ganaba más como mecánico de autos, una habilidad que aprendió en el College St. Phillip, en San Antonio, antes de ser deportado.

Navarro se divorció recienteme­nte de su esposa y obtuvo la custodia de sus hijos en 2009, año en que el Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas de Estados Unidos lo arrestó en su casa en South Side y luego lo deportó bajo cargos de posesión de marihuana. En la actualidad, vive en Monterrey, pero sus hijos están en San Antonio al cuidado de sus abuelos paternos.

“El hecho de que apareciera­n en la puerta de mi casa un día me ha cambiado la vida”, dice Navarro. “Todo se ha enredado”.

A Navarro le gusta la mecánica automotriz, pero en México ese trabajo no paga tan bien. Según Navarro, él ganaba 1,200 dólares a la semana en San Antonio. Hoy percibe 500 dólares, suma notable en la mayor parte de México, si bien no en Monterrey, que es una de las ciudades más caras del país.

En Monterrey abunda la violencia derivada de las luchas entre grupos de narcotrafi­cantes, pero es fácil pasar desapercib­ido entre sus millones de habitantes. Muchos otros que regresan de Estados Unidos tienen que hacer grandes esfuerzos para adaptarse a la vida en México, explica Ted Hamann, profesor de la Universida­d de Nebraska, en Lincoln, que ha estudiado estos asuntos vinculados al regreso de inmigrante­s, sobre todo de estudiante­s que luego tratan de inscribirs­e en escuelas mexicanas.

México no tiene una forma de integrar eficazment­e a los chicos que hablan inglés en su sistema escolar, según Hamann.

La cifra de personas que confrontan problemas similares está aumentando. El estudio del Pew indica que de 2005 a 2010 alrededor de 1.4 millones de personas que residían en EE. UU. se fueron a vivir a México. En esos cinco años, un grupo relativame­nte numeroso de inmigrante­s mexicanos con sus hijos, nacidos en EE. UU., se mudaron para México.

“Esto parece ser el resultado de muchos factores, incluidos el debilitami­ento del mercado de la construcci­ón y de los empleos en EE. UU., el fortalecim­iento de la seguridad fronteriza, el incremento de las deportacio­nes y los peligros vinculados a cruzar la frontera de manera ilegal, así como el declive de la tasa de nacimiento­s en México y condicione­s económicas en México mucho más amplias”, indica el informe del Pew.

Los jóvenes que viven indocument­ados en Estados Unidos o los inmigrante­s que tienen indocument­ados entre sus familiares suelen tener ante sí un futuro oscuro después de graduarse de la preparator­ia, según Nolvia Cortez, profesora de inglés en la Universida­d de Sonora.

Esos jóvenes ven hostilidad en las leyes de inmigració­n, añade la profesora, temen ser deportados y carecen de oportunida­des para estudiar en la universida­d. A veces, mudarse a México es más convenient­e que quedar atrapado en una clase social inferior en Estados Unidos. “Por lo tanto, deciden abandonar las sombras y tratan de emprender algo nuevo en México”, agrega Cortez.

Sin embargo, los que crecieron en EE. UU. experiment­an sentimient­os contradict­orios sobre el regreso a México.“Hemos registrado un gran interés por retornar a Estados Unidos y continuar estudiando allí, pero no se trata de un interés general”, dice Hamann.

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JERRY LARA : EN MONTERREY:

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