Venezuela: las protestas no son sólo de estudiantes
Miembros de la clase media también están impulsando las manifestaciones contra el gobierno de Nicolás Maduro VENEZUELA
SAN CRISTÓBAL, Venezuela — Al amanecer, los residentes de un tranquilo vecindario en San Cristóbal se preparaban para la batalla.
Algunos apilaban piedras para luego utilizarlas como proyectiles, otros construían barricadas, mientras un par de adolescentes fabricaban cocteles Molotov delante de un grupo de adultos.
No son guerrillas urbanas ordinarias, pues en sus filas hay una manicurista, una vendedora de suministros médicos, una maestra, un empresario y el empleado de una ferretería.
Mientras efectivos de la Guardia Nacional en motocicletas y en un vehículo blindado se agrupaban en una esquina de este unido vecindario de clase media, los residentes salían a la calle para lanzar piedras y gritar obscenidades. Los soldados respondían con gases lacrimógenos y disparos de ametralladoras. Un hombre cayó sangrando ante la puerta de una vivienda.
“Somos personas normales pero nos sentimos afectados por lo qque ocurre”, dijoj Carlos Álvarez, de 39 años, quien parecía un tanto confuso al verse en medio de la calle donde había vapores de gases lacrimógenos.
“Tengo una piedra en mi mano. Soy distribuidor de Adidas en toda Venezuela”, agregó.
Las mayores manifestaciones desde la muerte del presidente Hugo Chávez hace casi un año están estremeciendo a Venezuela, y dejando de ser meras protestas estudiantiles. Residentes de Caracas, la capital, y de otras ciudades venezolanas bloquearon esta semana calles con piezas de muebles, ramas de árboles, cercas de alambres, rejillas de alcantarillados y lavadoras como una medida en contra del gobierno. Las raíces
Detrás de todo esto están muchos problemas que por largo tiempo han plagado a Venezuela, el país con la mayor reserva petrolera del mundo y, sin embargo, uno de los que tiene la tasa más alta de inflación.
Además de la perenne frustración de los ciudadanos con los delitos violentos y la escasez de productos básicos, como la leche y el papel higiénico, la furia popular ha sido exacerbada por la respuesta agresiva del presidente Nicolás Maduro a la disidencia pública, ya que su gobierno ha desplegado cientos de soldados e incluso aviones de combate que han volado casi a ras de la ciudad de forma amenazadora.
El gobernador del estado de Táchira, José Gregorio Vielma Mora, miembro del partido de Maduro, rompió con el gobierno el lunes durante una entrevista radial en la que defendió el derecho de los estudiantes a protestar y criticó los vuelos de aviones de combate.
La polarización es la piedra angular en la política de Venezuela, que estuvo muy dividida durante los 14 años que estuvo Chávez en la presidencia. Pero aunque Chávez fustigaba y castigaba a sus opositores, tenía instinto político y a menudo sabía cuándo tenía que retractarse un poco para impedir que la situación se saliera de control.
Maduro, su sucesor escogido, es menos carismático y tiene que luchar con una economía en problemas. Maduro ha adoptado mano dura contra las expresiones de descontento, ha coaccionado a los medios de prensa, ha arrestado a prominentes políticos de la oposición y ha enviado a efectivos de la Guardia Nacional a zonas residenciales para aplastar las protestas.
Los violentos incidentes ocurridos en Caracas y otras ciudades han dejado 16 muertos, 149 heridos y 579 detenidos de los cuales las autoridades le abrieron proceso sólo a 45, entre ellos, nueve funcionarios de los cuerpos de seguridad. Queremos libertad
En Caracas, Ibeth Zambrano, de 39 años y madre de dos chicos, recuerda con agravio cuando dos días antes soldados de la Guardia Nacional se desplazaron en sus vehículos por las calles donde había niños jugando y lanzaron gases lacrimógenos. Ahora, ella se sienta frente al edificio donde reside vigilando un barril lleno de cocteles Molotov.
“Queremos que este gobierno se vaya”, afirmó Zambrano. “Queremos libertad, no más delitos, queremos medicinas”.
A diferencia de las manifestaciones en Brasil el año pasado, cuando el gobierno trató de minimizar la ira popular con la promesa de enmendar servicios y hacer cambios políticos, Maduro insiste en que los manifestantes son fascistas que tratan de derrocar a su gobierno.
De hecho, se ha negado a escuchar sus quejas y se ha concentrado en la violencia para sofocar las revueltas. En el estado de Táchira, según Maduro, los manifestantes están infiltrados por grupos paramilitares colombianos de derecha e incluso ha amenazado con arrestar al alcalde de San Cristóbal.
Aunque Maduro convocó a una conferencia por la paz el miércoles (al cierre de esta edición aún no se realizaba), el líder opositor y excandidato presidencial Henrique Capriles desestimó la iniciativa alegando que el gobernante no puede llamar a un diálogo porque es una “parte en el conflicto” y continúa “atizando la crisis con insultos y acusaciones infundadas”.
Los manifestantes concuerdan. “Se han estado burlando de nosotros por 15 años, han saqueado al país”, dijo Ramón Arellano, de 54 años y empleado del gobierno. “Un diálogo de un lado mientras el otro lado se hace el sordo, eso no es justo”, agregó.
El miércoles, mientras mujeres opositoras encabezadas por la diputada María Corina Machado y Lilian Tintori, esposa del encarcelado líder opositor Leopoldo López, marchaban para condenar los excesos de la Guardia Nacional en las protestas, campesinos y beneficiarios de programas sociales caminaban en apoyo al gobierno de Maduro.
“¡Basta ya de represión! El deber de un soldado es defender nuestro país, no atacar, reprimir y asesinar a los venezolanos”, dijo Machado.