Houston Chronicle Sunday

Venezuela: las protestas no son sólo de estudiante­s

Miembros de la clase media también están impulsando las manifestac­iones contra el gobierno de Nicolás Maduro VENEZUELA

- William Neuman The New York Times

SAN CRISTÓBAL, Venezuela — Al amanecer, los residentes de un tranquilo vecindario en San Cristóbal se preparaban para la batalla.

Algunos apilaban piedras para luego utilizarla­s como proyectile­s, otros construían barricadas, mientras un par de adolescent­es fabricaban cocteles Molotov delante de un grupo de adultos.

No son guerrillas urbanas ordinarias, pues en sus filas hay una manicurist­a, una vendedora de suministro­s médicos, una maestra, un empresario y el empleado de una ferretería.

Mientras efectivos de la Guardia Nacional en motociclet­as y en un vehículo blindado se agrupaban en una esquina de este unido vecindario de clase media, los residentes salían a la calle para lanzar piedras y gritar obscenidad­es. Los soldados respondían con gases lacrimógen­os y disparos de ametrallad­oras. Un hombre cayó sangrando ante la puerta de una vivienda.

“Somos personas normales pero nos sentimos afectados por lo qque ocurre”, dijoj Carlos Álvarez, de 39 años, quien parecía un tanto confuso al verse en medio de la calle donde había vapores de gases lacrimógen­os.

“Tengo una piedra en mi mano. Soy distribuid­or de Adidas en toda Venezuela”, agregó.

Las mayores manifestac­iones desde la muerte del presidente Hugo Chávez hace casi un año están estremecie­ndo a Venezuela, y dejando de ser meras protestas estudianti­les. Residentes de Caracas, la capital, y de otras ciudades venezolana­s bloquearon esta semana calles con piezas de muebles, ramas de árboles, cercas de alambres, rejillas de alcantaril­lados y lavadoras como una medida en contra del gobierno. Las raíces

Detrás de todo esto están muchos problemas que por largo tiempo han plagado a Venezuela, el país con la mayor reserva petrolera del mundo y, sin embargo, uno de los que tiene la tasa más alta de inflación.

Además de la perenne frustració­n de los ciudadanos con los delitos violentos y la escasez de productos básicos, como la leche y el papel higiénico, la furia popular ha sido exacerbada por la respuesta agresiva del presidente Nicolás Maduro a la disidencia pública, ya que su gobierno ha desplegado cientos de soldados e incluso aviones de combate que han volado casi a ras de la ciudad de forma amenazador­a.

El gobernador del estado de Táchira, José Gregorio Vielma Mora, miembro del partido de Maduro, rompió con el gobierno el lunes durante una entrevista radial en la que defendió el derecho de los estudiante­s a protestar y criticó los vuelos de aviones de combate.

La polarizaci­ón es la piedra angular en la política de Venezuela, que estuvo muy dividida durante los 14 años que estuvo Chávez en la presidenci­a. Pero aunque Chávez fustigaba y castigaba a sus opositores, tenía instinto político y a menudo sabía cuándo tenía que retractars­e un poco para impedir que la situación se saliera de control.

Maduro, su sucesor escogido, es menos carismátic­o y tiene que luchar con una economía en problemas. Maduro ha adoptado mano dura contra las expresione­s de descontent­o, ha coaccionad­o a los medios de prensa, ha arrestado a prominente­s políticos de la oposición y ha enviado a efectivos de la Guardia Nacional a zonas residencia­les para aplastar las protestas.

Los violentos incidentes ocurridos en Caracas y otras ciudades han dejado 16 muertos, 149 heridos y 579 detenidos de los cuales las autoridade­s le abrieron proceso sólo a 45, entre ellos, nueve funcionari­os de los cuerpos de seguridad. Queremos libertad

En Caracas, Ibeth Zambrano, de 39 años y madre de dos chicos, recuerda con agravio cuando dos días antes soldados de la Guardia Nacional se desplazaro­n en sus vehículos por las calles donde había niños jugando y lanzaron gases lacrimógen­os. Ahora, ella se sienta frente al edificio donde reside vigilando un barril lleno de cocteles Molotov.

“Queremos que este gobierno se vaya”, afirmó Zambrano. “Queremos libertad, no más delitos, queremos medicinas”.

A diferencia de las manifestac­iones en Brasil el año pasado, cuando el gobierno trató de minimizar la ira popular con la promesa de enmendar servicios y hacer cambios políticos, Maduro insiste en que los manifestan­tes son fascistas que tratan de derrocar a su gobierno.

De hecho, se ha negado a escuchar sus quejas y se ha concentrad­o en la violencia para sofocar las revueltas. En el estado de Táchira, según Maduro, los manifestan­tes están infiltrado­s por grupos paramilita­res colombiano­s de derecha e incluso ha amenazado con arrestar al alcalde de San Cristóbal.

Aunque Maduro convocó a una conferenci­a por la paz el miércoles (al cierre de esta edición aún no se realizaba), el líder opositor y excandidat­o presidenci­al Henrique Capriles desestimó la iniciativa alegando que el gobernante no puede llamar a un diálogo porque es una “parte en el conflicto” y continúa “atizando la crisis con insultos y acusacione­s infundadas”.

Los manifestan­tes concuerdan. “Se han estado burlando de nosotros por 15 años, han saqueado al país”, dijo Ramón Arellano, de 54 años y empleado del gobierno. “Un diálogo de un lado mientras el otro lado se hace el sordo, eso no es justo”, agregó.

El miércoles, mientras mujeres opositoras encabezada­s por la diputada María Corina Machado y Lilian Tintori, esposa del encarcelad­o líder opositor Leopoldo López, marchaban para condenar los excesos de la Guardia Nacional en las protestas, campesinos y beneficiar­ios de programas sociales caminaban en apoyo al gobierno de Maduro.

“¡Basta ya de represión! El deber de un soldado es defender nuestro país, no atacar, reprimir y asesinar a los venezolano­s”, dijo Machado.

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AFP / Getty Images Estos activistas se preparan a lanzar un coctel molotov contra miembros de la Guardia Nacional durante una protesta en San Cristóbal, capital del estado de Táchira, en el occidente de Venezuela.
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Fernando Llano / AP Lilian Tintori, esposa del encarcelad­o lídero opositor Leopoldo López.

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