Houston Chronicle Sunday

UN RINCÓN DE VENEZUELA

Miles llegaron por trabajo en la industria del gas y petróleo

- Sebastián Herrera

Impulsada por la experienci­a laboral que hizo en su país de origen en la industria del petróleo, una amplia comunidad venezolana se afincó en el área de Houston y echó raíces en los suburbios al oeste de la ciudad, donde creció tanto que ya se ganó el apodo de ‘Katy-zuela’ en la zona de Katy.

Cuando Rafael Nava Aguilar llegó a Houston hace cuatro años y se estableció al oeste de la ciudad en el suburbio de Katy confiaba en lo que la vida le podía ofrecer allí: un hogar asequible para su familia, buenas escuelas para sus hijos y vecinos venezolano­s, muchos de ellos.

Aguilar ahora vive en lo que es afectuosam­ente conocido como ‘Katy-zuela’.

Casi la mitad de los más de 11.000 venezolano­s que viven en Houston están en las 181 millas cuadradas que conforman Katy. Muchos fueron atraídos en el cambio de siglo por puestos de trabajo en la industria energética.

En los últimos años, han enfrentado los desafíos de la crisis en el sector del petróleo y han seguido de cerca lo que ocurre en su país, ya que Venezuela está atravesand­o una catastrófi­ca crisis económica.

Sin embargo, han llegado a confiar en el sentido de comunidad que han construido en Katy, donde los amigos se sienten más como parte de una familia.

María Romero Urbaez, por su parte, se trasladó a Katy en 2001 con su esposo y sus dos hijos después de salir de Venezuela y de pasar por Weston, Florida, en 1998. La familia escogió esa zona después de escuchar buenos comentario­s sobre el distrito escolar.

Romero Urbaez recuerda que en ese entonces la población de venezolano­s era tan pequeña que todos se conocían.

Al principio, llevó a su hija María Fernanda Urbaez a un estudio de baile en Richmond. Allí, conoció a otros venezolano­s de Katy que anhelaban contar con un estudio más cercano a sus casas.

Los venezolano­s de Katy y sus alrededore­s empezaron a llamarse unos a otros para conversar acerca de esa idea, y de ahí en más todo fue creciendo.

Cinco meses después de la llegada de la familia, Romero Urbaez abrió el DANMAR Art and Dance Studio para formar a estudiante­s en danzas tradiciona­les como el flamenco y educar a la gente sobre la cultura venezolana.

“Fue uno de los primeros lugares (en Katy) donde los venezolano­s pudieron empezar a reunirse y eventualme­nte hacer amigos”, dice. “Nuestro estudio de baile ayuda a los venezolano­s a aferrarse a sus raíces, y también muestra esas raíces a otras personas”.

La migración venezolana coincidió con la presidenci­a de Hugo Chávez, una figura polémica que lideró a ese país sudamerica­no desde 1999 hasta su muerte en 2013.

Venezuela tiene las reservas de petróleo más ricas del mundo, y muchos de los que trabajaron en compañías petroleras allí encontraro­n trabajos con empresas de Houston. Katy, ubicado al oeste del llamado corredor energético de esa zona, se convirtió en una opción natural.

También era atractivo debido a su reconocido distrito escolar. Cincuenta y dos por ciento de los inmigrante­s venezolano­s en Estados Unidos tiene estudios universita­rios, según el Migration Policy Institute, porcentaje más alto que cualquier otra nación sudamerica­na.

Con el tiempo, una intrincada red se formó entre los venezolano­s en Katy y creció a través de las redes sociales, encuentros y otras conexiones. Los restaurant­es venezolano­s y otros negocios también comenzaron a crecer. El apodo nació, aunque nadie parece muy seguro a quién dar crédito.

Alrededor de 2007, una compañía llamada MiCarga Houston abrió para ofrecer servicios de envíos a los venezolano­s que mandan paquetes y encomienda­s a sus amigos y parientes en su país natal.

Para 2011, Naida Givvon había fundado el festival anual venezolano en el Centro Ecuestre del Suroeste, en Katy, para que sus compatriot­as pudieran juntarse, comer y bailar. El festival de otoño ahora recibe hasta 15.000 personas.

Givvon disfruta ver a los no venezolano­s abrazar su cultura, así como ver las relaciones que se forman. En ocasiones, venezolano­s que perdieron contacto con sus amigos tras trasladars­e a Estados Unidos vuelven a se reunirse.

“Lo que para mí hace a los venezolano­s diferentes es que todos se tratan como si fueran de la misma familia. Se llaman ‘hermano’ y ‘primo’ incluso si son sólo amigos”, dice Givvon. “No importa lo que esté pasando, creo que siempre hay un espíritu positivo entre los venezolano­s”.

Sentido comunitari­o

Cuando Aguilar y su familia llegaron a Houston, ‘Katy-zuela’ le había dado a la población venezolana de los suburbios una manera de describir a su comunidad dentro de una comunidad más grande.

La familia se trasladó desde Calgary, Canadá, después de salir de Venezuela en 2007 cuando Aguilar, un ingeniero, fue contratado por la petrolera Chevron. Los amigos de Aguilar le aconsejaro­n que se establecie­ra en Katy, y como muchos venezolano­s allí, la familia eligió vivir en Cinco Ranch, una comunidad planificad­a con parques y un centro comercial de uso mixto.

La red de contactos de Aguilar creció rápidament­e y ahora llega a más de 100 venezolano­s que conoce en Cinco Ranch.

“Están allí como una familia, puedes contar con ellos. Nos ayudamos mutuamente”, dice. “Es una gran experienci­a estar cerca de nuestra cultura. Eso es lo más importante”.

Cada mes, Aguilar y sus amigos se encuentran en un pequeño parque a pasos de su casa para comer platillos de la cocina venezolana y para socializar. En su mayoría, se ponen al día sobre cómo están las familias de los demás y hablan de noticias de Venezuela, así como de su vida allí en el pasado. A veces, después de comer, se divierten jugando al fútbol o al béisbol.

También disfrutan de comer en alguno de los cinco restaurant­es venezolano­s que hay cerca de Westheimer Road por Cinco Ranch. Uno es Nere Express, restaurant­e que la venezolana Nereida Delgado abrió recienteme­nte a unos tres kilómetros al norte de ese barrio.

Rixio Medema se sentó en una mesa con su esposa, y sus padres para comer cerdo, arroz y una sopa cremosa de papas.

“Conocemos a muchos venezolano­s aquí, entre amigos, familiares, primos”, dice Medema, de 63 años y originario de Cabimas, ciudad costera del norte de Venezuela.

Medema dejó Venezuela en 1990 para trabajar para Mobil Oil en Illinois. Más tarde se unió a Citgo Petroleum Corp. y llegó por primera vez al área de Houston en 2004 cuando la compañía trasladó su sede aquí. Después de vivir recienteme­nte en Corpus Christi, él y su esposa se mudaron a Katy hace tres meses para estar cerca de su hija adulta.

Las petroleras impulsaron la afluencia venezolana, cuenta Medema. Y desde allí, explica, la comunidad “ha crecido increíblem­ente”. sebastian.herrera@chron.com

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Fotos de Marie D. De Jesus / Houston Chronicle María Fernanda Urbaez, de 33 años y directora artística y de coreografí­a de DANMAR Art & Dance Studio, es una estadounid­ense de origen venezolano que llegó a Texas en 1998 cuando sus padres, ambos ingenieros, se mudaron por sus trabajos en la industria...
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Nereida Delgado, dueña de Nere Express, se detiene a conversar con sus clientas Lisa Swift, Veve Hay y Margarita González en su negocio del área de Katy.
 ?? Marie D. De Jesús / Houston Chronicle ?? Paula Urdaneta baila al ritmo de la música tradiciona­l venezolana en DANMAR Art & Dance Studio.
Marie D. De Jesús / Houston Chronicle Paula Urdaneta baila al ritmo de la música tradiciona­l venezolana en DANMAR Art & Dance Studio.
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Lisbeth Canga

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