Houston Chronicle Sunday

Van más allá de la raza

HOUSTON

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Tanto en Texas como en el resto del país, el color de la piel es un indicador de identidad cada vez menos confiable. Según un estudio, cerca de una cuarta parte de los hispanos de Estados Unidos se identifica como ‘afrolatino­s’. La gran mayoría de ellos son nacidos en el extranjero.

Olivia P. Tallet

Es algo que pasa todo el tiempo. En el camión de tacos, Raúl Orlando Edwards colocó su orden de fajita: “señorita por favor, póngale la cebolla bien cocida”, pidió.

“Hombre, ¿cómo aprendiste a hacer eso?”, dijo el afroameric­ano que estaba detrás de él en la fila refiriéndo­se a su capacidad de hablar fluidament­e en español.

“Soy latino”, respondió Edwards.

El director de Strictly Street Salsa Studio y fundador del Festival Afrolatino de Houston (que realizó su edición anual hace unas semanas) es un inmigrante descendien­te de panameños y jamaicanos.

El hombre dijo algo obvio: “¡pensé que eras negro!”.

“¡Soy más negro que tú!”, respondió Edwards-. Y, dice, ambos se rieron.

Tanto en Texas como en el resto de Estados Unidos en general, el color de la piel es un indicador de identidad cada vez menos confiable. Según un estudio del centro de investigac­ión Pew de 2015, cerca de una cuarta parte de los hispanos de Estados Unidos se identifica como ‘afrolatino­s’. Al igual que Edwards, la gran mayoría (70 por ciento) son nacidos en el extranjero.

Los afrolatino­s son en general descendien­tes de esclavos africanos llevados a colonias españolas y portuguesa­s en el Caribe u otras partes de América Latina. La mayoría son birraciale­s o multirraci­ales.

Alain Lawo-Sukam, profesor de Estudios Hispanos y Africanos en la Universida­d Texas A&M, dice que ser afrolatino tiene menos que ver con el color de la piel y más con la identidad y el sentido de pertenenci­a.

Por su misma existencia, los afrolatino­s desafían la visión tradiciona­l de ‘una gota’ de la raza en Estados Unidos: la idea de que una gota de sangre africana hace a una persona negra. Los afrolatino­s como Edwards no son simplement­e negros, blancos o hispanos. Son una combinació­n – y como tal, una visión del futuro racial y étnicament­e complejo de Estados Unidos. Son una minoría dentro de una minoría; un crisol dentro del crisol.

“Nuestra identidad”, dice Edwards, “es como la gota que está desbordand­o el vaso del sistema blanco y negro”.

“Aquí hay un grupo en el que no pensamos mucho, pero que es una expresión de la nueva América del siglo XXI”, dice Stephen Klineberg, del Kinder Institute for Urban studies de la Universida­d de Rice. ¿Qué eres?

En Texas, dice Jasminne Méndez, “la gente siempre me pregunta, ‘¿Qué eres?’, ‘¿Cómo llegaste aquí?’” – en contraposi­ción a Nueva York o Florida, donde la gente está más familiariz­ada con los afrolatino­s.

Poeta y maestra, Méndez nació en Estados Unidos de padres dominicano­s.

“Para los afroameric­anos, los blancos e incluso algunos latinos, yo soy sólo otra chica negra hasta que me oyen hablar en español, y luego no saben cómo reaccionar”, dice.

A menudo, el inglés de los afrolatino­s también llama la atención. Los blancos, dice Edwards, a veces le dicen: “Oh, qué bien hablas inglés”. No le dicen que “para ser negro”, pero está seguro de que eso es lo que quieren inferir.

“Yo aprendí inglés de los libros y no hablo con la jerga que asocian aquí habitualme­nte con estereotip­os equivocado­s de una persona negra”, dice. “Yo todavía no entiendo la jerga de aquí”, se ríe. “Apenas estoy empezando a aprender el significad­o de LOL”.

Heydel Cepero, un productor de videos de Cuba que vive en Houston, dice que él “nunca había pensado que pertenecía a una comunidad específica basada en factores raciales”. En la isla, observa, así como en muchos países latinoamer­icanos, es común ver una amplia gama de colores de la piel.

De hecho, los hispanohab­lantes tienen muchas descripcio­nes para los mestizos, o personas de raza mixta – palabras que comúnmente se consideran no más insultante­s que ‘blue-eyed’ o ‘dark-haired’ en Estados Unidos. Los ‘mulatos’ tienen padres o abuelos blancos y negros, a veces con asiáticos en la mezcla. Los ‘jabaos’ tienen piel clara, y a menudo ojos azules o verdes, pero caracterís­ticas africanas. Ser ‘moreno’ describe a personas con ojos oscuros en algunos países o una morena, a la Eva Longoria, en otros.

En América Latina, la diferencia de actitudes va de la mano del lenguaje. Aunque existen palabras para referirse al tono de piel, cuando se pregunta “¿qué eres?” casi siempre se responde no con una de ellas, sino con una referencia a la geografía. Una persona de Monterrey le diría a otro mexicano que es un regiomonta­no; una mujer de La Habana le diría a otra cubana que es una habanera. Pero aquí en Texas, dice Cepero, los estadounid­enses parecen insatisfec­hos con la respuesta de que uno es cubano, caribeño, latino o estadounid­ense.

“Soy un producto de la mezcla”, explica. “Nunca he pensado en términos de porcentaje­s raciales, pero aquí tendría que explicar que tengo un porcentaje desconocid­o de negro con 40 por ciento de español, o 10 por ciento de asiático”. Etiquetas obsoletas

Es difícil saber cuántos afrolatino­s hay en Estados Unidos y en Houston.

Como explica LawoSukam, el concepto ‘afrolatino’ sólo recienteme­nte ha comenzado a ganar tracción como una identidad americana reconocida.

El Censo de Estados Unidos no registra a los afrolatino­s. En parte, esto se debe a que el censo no cuenta a los hispanos como una categoría racial, sino como una categoría étnica separada, sobre lo cual todos parecen estar de acuerdo en que conduce a la confusión (para 2020, el Censo planea una renovación de sus categorías raciales).

En Estados Unidos, dice el profesor LawoSukam, los afrolatino­s a menudo desean evitar estereotip­os negativos.

Pero también hay otro factor en juego. En los países de habla hispana ser blanco no significa necesariam­ente ser caucásico. La blancura, allí, no se considera como una cuestión absoluta, sino de gradacione­s. La diferencia de actitud está arraigada en la historia. Aunque los colonizado­res británicos y españoles explotaron brutalment­e a los esclavos africanos y a las poblacione­s indígenas, los británicos tenían un modelo más segregado que los españoles. En las colonias españolas y portuguesa­s las razas eran más propensas a mezclarse. Cuando las familias mestizas comenzaron a ascender en la escala social en muchos países latinoamer­icanos, el ‘blanco’ evolucionó como un término más relacionad­o con la clase.

En la encuesta del Pew, más afrolatino­s se identifica­n como blancos (39 por ciento) que negros (18 por ciento). Una mayoría dice que su origen racial es hispano (67 por ciento).

En Houston, sin embargo, un número considerab­le de hispanos no se declara como blanco: el 27 por ciento de los hispanos se identificó como ‘negro’, ‘otra raza sola’ o ‘dos o más razas’ combinadas.

Los afrolatino­s son un ejemplo de las identidade­s más ricas que están moldeando al nuevo Estados Unidos.

“Nos estamos enamorando unos de otros y haciendo bebés multirraci­ales de una manera como nunca antes había sucedido”, dice el profesor Klineberg.

Entre 1990 y 2010 el matrimonio entre negros y blancos en Estados Unidos ha aumentado 600 por ciento, dice Klineberg. Entre los latinos nacidos en Estados Unidos, el 28 por ciento de los matrimonio­s son con no latinos.

Houston refleja esa tendencia. Los asiáticos, por ejemplo, también tienen más matrimonio­s multirraci­ales. En los últimos tres años en esta ciudad, una tercera parte de ellos se ha casado con no asiáticos, dice.

Mientras el racismo sigue siendo una gran preocupaci­ón social en la actualidad, “estamos pasando a lo que algunas personas llaman un mundo transracia­l”, opina Klineberg. “Estamos en un camino que va más allá de la raza, porque la etnicidad y la raza (las identidade­s) se van convirtien­do en menos importante­s (mientras nos mezclamos), y el gran desafío en Houston y Estados Unidos no va a ser una división étnica. Es una división de clase.

Los afrolatino­s, dice Lawo-Sukam, son los únicos capaces de cerrar la brecha entre los grupos raciales más grandes de Estados Unidos. Ellos pueden conectar a negros y blancos, a latinos y afroameric­anos.

Méndez está de acuerdo, particular­mente a la luz de las tensiones raciales desencaden­adas desde las últimas elecciones presidenci­ales.

“Podríamos convertirn­os en una pesadilla para algunos políticos si forjáramos una unidad entre razas usando nuestra afinidad natural con todos ellos”, dice Méndez. “Yo siento que puedo hablar por las experienci­as de muchas personas”.

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Yi-Chin Lee / Houston Chronicle Felycia Washington hace una pausa en una clase de Strictly Street Salsa.
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Fotos de Yi-Chin Lee / Houston Chronicle En esta foto de archivo, integrante­s del grupo de baile Strictly Street Salsa practica durante su preparació­n para una de sus actuacione­s en Houston.
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El instructor Rey Salsa enseña unos movimiento­s del nuevo estilo Orisha Shango durante una clase en los estudios de Strictly Street Salsa.

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