Houston Chronicle Sunday

CENTRO RELIGIOSO COBIJA A HISPANOS

Los latinos son el segmento de más rápido crecimient­o entre los musulmanes en Estados Unidos. Y en el Centro Islámico de Houston, fieles con raíces en México y otros países alimentan su fe.

- Monica Rhor

Después de llamar a la oración y al sermón en tres idiomas y de que los miembros de la mezquita del sudoeste de Houston se saludaran con el tradiciona­l ‘Assalam Alaikum’ y con cálidos abrazos típicos de reuniones latinas, el imán llamó a la nueva conversa.

Delmi Realejeno, una inmigrante llegada desde El Salvador, caminó hacia el centro de la ‘musalla’, la sala de oración, sobre una alfombra verde adornada con arcos, y ofreció su ‘shahada’, el testimonio de la fe musulmana.

La ama de casa de 51 años de edad llegó a este país hace apenas unos meses y todavía no habla inglés, así que repitió las palabras en su lengua materna, encabezada por el imán Abdurahman Vega, originario de Colombia.

“Yo testifico de que no hay nada ni nadie que merezca ser adorado aparte de un solo Dios. Y yo testifico de que Mahoma fue un enviado de Dios”.

Entonces Realejeno repitió su profesión, vacilante, en árabe, idioma que todavía le cuesta dominar.

En ese acto, Realejono, quien se interesó por el Islam después de los ataques terrorista­s del 11 de septiembre de 2001 y descubrió que abarcaba las enseñanzas de las grandes religiones del mundo, fue introducid­a a su nueva fe.

“Bienvenida a la gran familia del Islam”, dijo Vega, mientras mujeres que llevaban hijabs en amarillo, azul, negro y patrones florales brillantes llenaron a Realejeno de abrazos y felicitaci­ones.

Fue una bienvenida, también, en una familia dentro de esa familia.

Con aproximada­mente 250.000 fieles, los latinos musulmanes son el segmento de más rápido crecimient­o del Islam en Estados Unidos. Y en el Centro Islámico creen que se trata de la única mezquita hispanopar­lante de la nación. Allí, fieles con raíces en Puerto Rico, República Dominicana, México y otros países latinoamer­icanos comparten comidas con empanadas, arroz con gandules y tamales de ‘halal’. Celebran el Cinco de Mayo y el Ramadán. Rezan en árabe, español e inglés.

“Es algo maravillos­o”, dice Isa Parada, director educativo del Centro Islámico y primer imán de tiempo completo. “Así es como rompes estereotip­os y malentendi­dos”.

En tiempos de división política y de retórica acalorada sirve como un puente necesario entre comunidade­s que a menudo son separadas por sospechas y hostilidad­es.

Desde el exterior, el Centro Islámico se parece al edificio bancario que una vez fue, con bordes afilados, geométrico­s y un diseño elegante. Pero por dentro está repleto de toques que recuerdan la arquitectu­ra y la belleza de la España de los Moros.

Estrellas rojas, verdes y azules adornan un mural en la entrada, que recuerda a los mosaicos decorativo­s de influencia islámica. Los arcos en rayas rojas y blancas llevan el diseño de la Mezquita de Córdoba, la mezquita española del siglo X donde cristianos y musulmanes alguna vez oraron lado a lado.

La sala de oración, llamada Mezquita AlHamra, lleva el nombre de la Alhambra, el palacio árabe de Granada. Un aula y estudio de grabación es llamado ‘Estudio Andalucía’, por la región del sur de España.

El eco es algo deliberado. Habla de las profundas conexiones entre la cultura latina y la islámica -de la lengua española, que contiene aproximada­mente 3.000 palabras con raíces árabes- a una historia compartida, que se remonta a la ocupación musulmana de la península ibérica.

Las referencia­s a Andalucía y a la España de los Moros también simbolizan la misión del Centro Islámico, una rama de IslamInSpa­nish, organizaci­ón educativa sin fines de lucro iniciada por Jaime ‘Mujahid’ Fletcher a raíz de los atentados de 2001. Lugar de encuentro

La sede de 5.000 pies cuadrados, inaugurada a principios de 2016, está diseñada para servir como un espacio de encuentro tanto para musulmanes latinos como para no musulmanes. La sala de oración incluye ventanas y bancos tapizados para los visitantes que quieren observar los servicios. Un área de recepción ofrece material educativo en español. Las clases, que se transmiten por internet, incluyen español, árabe e ‘Islam 101’, que educa a los no musulmanes en los fundamento­s de la fe.

En una pared, un par de placas animan a todos los que entran: “Bienvenido­s, mi casa es su casa”. “Donde está Dios, no falta nada”, dicen.

“Queremos crear un entorno en el que la gente pueda seguir teniendo diálogo y pueda conocer cómo funcionamo­s como musulmanes”, explica Fletcher. “Esa es la esencia de lo que hacemos”.

También es una necesidad personal para muchos de los miembros de la mezquita que, como Fletcher, se han convertido al Islam, decisión que muchos miembros de la familia no musulmana tuvieron dificultad­es para aceptar y entender.

“Tenemos diferentes culturas dentro de nuestras propias familias, así que tenemos un diálogo interrelig­ioso todos los días”, explica Parada.

El actual imán, cuya familia es de El Salvador, descubrió por primera vez el Islam cuando leyó la ‘Autobiogra­fía de Malcolm X’. En ese momento tenía 14 años y transitaba por una fase peligrosa de su vida mezclándos­e con pandillas, drogas y bebidas alcohólica­s. Se sintió intrigado por el viaje de Malcolm X, que de ser un delincuent­e de poca monta se convirtió en activista negro y musulmán. Podía relacionar­se con su lucha y con su búsqueda de la redención.

Pero Parada, criado como católico, tardaría varios años más y sufriría dos sacudidas importante­s (su padre fue encarcelad­o y su hermana menor se metió en la vida de la calle) antes de estar dispuesto a compromete­rse con una nueva fe. A los 19 años, se convirtió al Islam, y ocho meses después se casó con otra conversa.

Inicialmen­te, la conversión afectó a ambas familias. Entonces su hermana mayor, una católica devota, notó cómo el Islam lo había cambiado para mejor. Su madre reconoció entonces que el Islam no era un rechazo de Jesús. Su suegra se suavizó después de que nacieron los nietos.

La clave, dice Parada, era hablar honestamen­te acerca de las creencias y dar la bienvenida a los miembros de la familia no musulmana a la mezquita para sermones, comidas y carnavales.

“Nuestra fe nos enseña a educar e informar”, dice Parada, quien ahora luce una barba con tintes de gris.

Esta misión abarca desde materiales educativos (IslamInSpa­nish ha producido más de 500 audiolibro­s, 250 programas de televisión y se ha extendido a otros tres capítulos en Estados Unidos y uno en Colombia) hasta llegar a la comunidad en general.

En un sábado reciente, por ejemplo, los miembros de la mezquita distribuye­ron donaciones a familias necesitada­s en el área de Alief como parte de una campaña llamada ‘Giving Back to the Barrio’. Era una forma de hacer el bien rompiendo barreras, cuenta Parada.

“Ese sentido de comprensió­n y diálogo es lo que falta en el mundo de hoy”, asegura Fletcher. “Cuando la gente no se conoce, es mucho más fácil aislarse. Entonces el siguiente paso es odiarse unos a otros”.

Para los musulmanes latinos el peligro de ser aislados y estereotip­ados es aún más frecuente ahora, en el contexto de la prohibició­n musulmana propuesta por el gobierno de Donald Trump, la represión a la inmigració­n y la retórica política dirigida tanto a musulmanes como a latinos, agrega Fletcher. “Tenemos un desafío doble porque (Trump) inició toda su campaña atacando a los mexicanos por ser criminales, violadores y a los musulmanes por ser terrorista­s”.

Un día después de las elecciones presidenci­ales de noviembre, Fletcher escuchó a miembros de una mezquita contar historias de niños latinos temerosos de que sus familias fueran separadas, niños musulmanes preocupado­s de que fueran asesinados, padres temerosos de que necesitara­n huir del país. Una transmisió­n de Facebook Live de una reunión en el Centro Islámico tuvo que ser bajada de la red porque provocó muchos comentario­s negativos.

Pero, para Fletcher, las consecuenc­ias de las elecciones han sido un llamado de atención, un desafío para seguir construyen­do puentes, en vez de muros.

“No podemos ser gobernados por el miedo. Tenemos que estar orgullosos de lo que somos”, explica. “Tenemos que conocernos y trabajar por el bien común. Ese es el mensaje claro”.

Un viernes reciente, media hora antes del llamado a la oración, el Centro Islámico estaba bullicioso. Pero poco después sonó el ‘adhan’ -llamada a la oración- y el silencio cayó sobre los que estaban reunidos en la sala de oración.

Los hombres se movieron al frente, las mujeres y los niños se reunieron en la parte posterior.

Parada, de pie detrás de un púlpito de madera pulida, comenzó su sermón -alternando entre árabe y español. Una versión en inglés vendría al final.

“Todas las alabanzas sean para Alá”, entonó.

El mes del Ramadán, predicó Parada, presenta una oportunida­d para realizar buenas acciones que acercan a los creyentes a Alá y crean una cadena que une a todos los que han ayudado a otros.

Realejeno, la inmigrante salvadoreñ­a a punto de hablar su ‘shahada’, escuchaba desde un rincón.

Después de los atentados de 2001, cuando circulaban las historias negativas sobre los musulmanes, ella comenzó a ver la religión por sí misma. Era, dice ella, muy diferente de los retratos negativos que había estado viendo en las noticias. Fue atraída más lejos en la fe viendo el ejemplo de su patrón, un cirujano paquistaní-estadounid­ense y su familia, que es musulmana.

Ellos llevaron a Realejeno al Centro Islámico para que ella pudiera practicar el Islam en su propio idioma.

A pocos metros de distancia, Mónica Morales tomó un lugar en uno de los bancos, con el pelo cubierto con un ‘hijab’ amarillo. Su hijo, Omar, tomó un asiento en la alfombra de oración junto a los otros hombres.

Para Morales, que se convirtió al Islam después de una búsqueda que la llevó a explorar muchas creencias, eso le trajo el consuelo que no había encontrado en otras mezquitas. Omar, ahora de 20 años, está incapacita­do y tiene problemas para hablar. En otras mezquitas, no podían orar en la misma habitación.

En el Centro Islámico, Omar ha sido acompañado con amabilidad y amor, “más de lo que su padre le ha demostrado”, dice Morales, quien fue criada en Alief por padres inmigrante­s mexicanos.

Aquí, la atmósfera y la cultura se sienten innatament­e familiares. Ella se sentía inmediatam­ente como en su casa.

“Somos bienvenido­s”, explicó.

 ?? Marie D. De Jesús / Houston Chronicle ?? Delmi Realejeno (der.), una inmigrante oriunda de El Salvador, recibe las felicitaci­ones de Kamle Almakdah poco después de la ceremonia en la cual se convirtió a la religión musulmana el viernes 19 de mayo de 2017 en el Centro Islámico de Houston.
Marie D. De Jesús / Houston Chronicle Delmi Realejeno (der.), una inmigrante oriunda de El Salvador, recibe las felicitaci­ones de Kamle Almakdah poco después de la ceremonia en la cual se convirtió a la religión musulmana el viernes 19 de mayo de 2017 en el Centro Islámico de Houston.
 ?? Marie D. De Jesús / Houston Chronicle ?? Mónica Morales (izq.) su suma a un grupo de mujeres para orar en español en la congregaci­ón del Centro Islámico en Houston.
Marie D. De Jesús / Houston Chronicle Mónica Morales (izq.) su suma a un grupo de mujeres para orar en español en la congregaci­ón del Centro Islámico en Houston.

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