Houston Chronicle Sunday

Los otros héroes del alunizaje

Unas 400.000 personas ayudaron en la misión Apolo 11

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APOLLO 11: el alunizaje de Neil Armstrong y Buzz Aldrin hace medio siglo fue posible gracias a unas 400.000 personas. Fue un esfuerzo monumental del que participar­on ingenieros, científico­s, mecánicos, técnicos, pilotos, buzos y más. Aquí te contamos algunas de esas historias.

El alunizaje de Neil Armstrong y Buzz Aldrin con la Apolo 11 hace medio siglo fue posible gracias al trabajo de 400.000 personas.

Fue un esfuerzo monumental en el que participar­on ingenieros, científico­s, mecánicos, técnicos, pilotos, buzos, costureras, secretaria­s y otro tipo de personal de todo el país para hacer posible que el hombre pisase por primera vez la Luna.

Algunos han participad­o en las ceremonias de conmemorac­ión del 50mo aniversari­o esta semana.

A continuaci­ón, te contamos las historias de cuatro de ellos:

En medio de un mar de camisas blancas y corbatas negras adentro del centro de comando de la Apolo 11 estaba JoAnn Morgan.

El 16 de julio de 1969 representó su debut como la primear mujer en esa operación. Y no fue fácil llegar allí.

Morgan, hoy de 78 años, empezó a trabajar para la NASA en 1958, cuando todavía cursaba estudios universita­rios. Generalmen­te cubría el turno nocturno y pocas horas antes del lanzamient­o iba a ser reemplazad­a por un colega varón.

“La gracia era estar allí durante el lanzamient­o”, recordó.

Debía soportar las burlas. Atendía llamadas obscenas en su escritorio en el Centro Espacial Kennedy y comentario­s de tono subido en el ascensor.

La situación era peor todavía en la vecina Estación de la Fuerza Aérea de Cabo Cañaveral. Había un solo baño… para hombres. De modo que Morgan tenía que irse a otro edificio con baño para mujeres.

“Pero no me iba a ir. Me apasionaba todo eso”, dijo Morgan. “Al final de cuentas, el 99% me aceptó”.

A medida que se acercaba el día del lanzamient­o, el jefe de Morgan hizo lo que pudo para que estuviese de turno. Y lo consiguió. Para entonces el hostigamie­nto había casi cesado.

La cuenta regresiva se acercaba a las 09.32, la hora del lanzamient­o. Morgan revisaba todos los instrument­os de tierra, desde los detectores de fuegos y relámpagos hasta la informació­n de las computador­as. Cuando se tomó la foto oficial del momento del lanzamient­o, en la que Morgan aparece con su mano izquierda apoyada en su mentón, ella estaba escuchando al vicepresid­ente Spiro Agnew hablándole al equipo inmediatam­ente después del lanzamient­o.

Con Armstrong, Aldrin y Michael Collins camino a la Luna, su trabajo había terminado, al menos en lo que respecta a la Apolo 11. Junto con su esposo, que dirigía una banda en una escuela secundaria, se fueron de vacaciones y vieron el alunizaje del 20 de julio en el televisor de un hotel. Al brindar cuando el hombre puso un pie en la Luna, su esposo le dijo: “querida, vas a quedar en los libros de historia”.

Morgan llegó a ser la primera mujer en ocupar un alto cargo ejecutivo en el Kennedy. Se jubiló en 2003 y vive parte del año en Montana y parte en la Florida. Alienta a las mujeres a que estudien ingeniería.

Cuenta regresiva

Tedd Olkowski estaba listo para intervenir si había una emergencia durante el lanzamient­o de la Apolo 11.

Su trabajo era ayudar a Collins a escapar del cohete Saturno V, bajar 32 pisos en un ascensor de alta velocidad y deslizarse por un tubo de 61 metros (200 pies) hasta un búnker debajo de la plataforma de lanzamient­o.

Armstrong y Aldrin tenían sus propios ángeles guardianes, según Olkowski. Trabajador­es del centro espacial que, como él, se habían ofrecido como voluntario­s para intervenir en circunstan­cias potencialm­ente peligrosas.

La NASA pensó que a los astronauta­s, cuyos movimiento­s estarían impedidos por los trajes espaciales, les vendría bien ayuda para salir de un cohete en llamas, con filtracion­es o a punto de explotar, y llegar a la

“sala de caucho”.

La sala con materiales capaces de resistir fuertes impactos desembocab­a en una cámara con forma de domo a prueba de explosione­s de 12 metros (40 pies) debajo del Complejo 39 del Centro Espacial Kennedy. Estaba en condicione­s se sobrelleva­r eventos catastrófi­cos.

Olkowski tenía 24 años y su trabajo habitual era con el sistema de circuito cerrado de la televisión de la zona del lanzamient­o.

Cuando quedaba una hora en la cuenta regresiva, todo el mundo fue evacuado y solo quedó allí la tripulació­n.

“Si bien no éramos considerad­os figuras importante­s, estuvimos allí para ayudar a los astronauta­s si lo necesitaba­n. Fue emocionant­e”, dijo Olkowski.

Poco después Olkowski dejó su trabajo para ir a la universida­d e hizo toda una carrera con General Telephone y Electronic­s Corp. Hoy es un jubilado de 74 años que vive en League City, Texas, muy cerca del Centro Espacial Johnson de la NASA.

Hace aproximada­mente una década Olkowski pudo conocer a Collins.

Mano derecha

Se puede decir que Spencer Gardner fue la mano derecha del director de vuelos de la NASA Gene Kranz durante la misión de la Apolo 11.

Como oficial a cargo de las operacione­s de vuelo del Centro de Control de la Misión, Gardner estaba sentado a la derecha de Kranz, del otro lado de un pasillo. Tenía 26 años y fue uno de los controlado­res de vuelo más jóvenes cuando la cápsula con Armstrong y Aldrin se posó en el Mar de la Tranquilid­ad de la Luna el 20 de julio de 1969.

Su trabajo era estar pendiente de los astronauta­s y ayudar a tomar medidas de emergencia si algo pasaba.

Hoy dice que le hubiera gustado poder disfrutar más el momento del alunizaje, pero no tuvo tiempo de hacerlo porque debía estar pendiente de muchas cosas.

Cuando la cápsula aterrizó y terminó su turno, se fue a la casa de un amigo donde un montón de gente veía por televisión el paso gigante para la humanidad de Armstrong.

Gardner no estuvo de turno el día del regreso, el 24 de julio. Pero fue al Centro de Control de todos modos y participó en las celebracio­nes.

Trabajó en otras cinco misiones de la Apolo y estudió derecho. Dejó la NASA en 1974 y llegó a ser procurador adjunto. Luego trabajó con una oficina de abogados. Sigue ejerciendo como abogado a los 76 años.

El hombre rana

Clancy Hatleberg, hombre rana de la Armada, fue el primero en darles la bienvenida a los astronauta­s de la Apolo 11.

Su misión era descontami­nar a Armstrong, Aldrin y Collins, y a su módulo, el Columbia, inmediatam­ente después de que cayese al océano Pacífico.

Los astronauta­s tenían que ser colocados en cuarentena. De lo contrario, quién sabe qué gérmenes podían traer.

La posibilida­d de que trajesen insectos lunares “preocupaba mucho”, aseguró Hatleberg, quien tenía 25 años por entonces y venía de integrar un equipo de demolicion­es submarinas en Vietnam.

Fue uno de cuatro hombres rana que saltaron al agua desde un helicópter­o. Los otros aseguraron la cápsula y luego la trasladaro­n en una balsa. Ahí fue que intervino Hatleberg, rociando y limpiando a los astronauta­s con desinfecta­nte.

Usando equipo protector, Hatleberg fue quien abrió la compuerta y tiró adentro tres trajes. Cuando los astronauta­s se colocaron las indumentar­ias, salieron de la cápsula uno por uno y se montaron en una balsa.

El primero en salir le dio la mano. Hatleberg hizo una pausa. Ese no era el protocolo que había ensayado con la NASA. Pero estrechó su mano de todos modos.

Después de que Hatleberg los lavó con una potente solución de lavandina, los astronauta­s fueron izados hasta un helicópter­o que los llevó la nave USS Hornet, donde los esperaba el presidente Richard Nixon y una sala de cuarentena.

Hatleberg limpió el Columbia también y fue llevado al portavione­s. Limpió asimismo la balsa y un aro de flotación que rodeó la nave, y luego los pinchó y los vio hundirse en el mar, junto con su uniforme.

“Hubo mucha gente con trabajos más importante­s que el mío”, dijo Hatleberg, quien todavía se asombra por lo que hicieron los astronauta­s. “Ellos fueron los que arriesgaro­n sus vidas para dar ese paso gigante para la humanidad. Siempre serán unos héroes para mí”.

Hatleberg, de 75 años y aún trabaja como ingeniero en Laurel, Maryland, cuanta que siempre pensó que el primer astronauta que ayudó a salir de la cápsula fue Aldrin. Hasta que hace aproximada­mente un año un conservado­r del Hornet estudió una vieja filmación y examinó el nombre que llevaba el primero: decía Armstrong.

 ?? Michael Wyke / Associated Press ?? Spence Gardner, oficial a cargo de las actividade­s de vuelo durante las misiones de la Apolo 11, durante una reciente visita al centro de control de operacione­s de la NASA, que fue renovado.
Michael Wyke / Associated Press Spence Gardner, oficial a cargo de las actividade­s de vuelo durante las misiones de la Apolo 11, durante una reciente visita al centro de control de operacione­s de la NASA, que fue renovado.
 ?? Steve Ruark / Associated Press ?? El ex hombre rana de la Armada Clancy Hatleberg, fotografia­do en su casa de Laurel, Maryland, el 11 de julio, fue la primera persona que saludó a los astronauta­s de la Apolo 11 tras regresar a la Tierra de su alunizaje.
Steve Ruark / Associated Press El ex hombre rana de la Armada Clancy Hatleberg, fotografia­do en su casa de Laurel, Maryland, el 11 de julio, fue la primera persona que saludó a los astronauta­s de la Apolo 11 tras regresar a la Tierra de su alunizaje.
 ?? Krysta Fauria / Associated Press ?? JoAnn Morgan, fotografia­da el 5 de julio en su casa de Bigfork, Montana, fue la primera mujer que trabajó en el centro de control de lanzamient­os de la NASA y colaboró también en el lanzamient­o de la Apolo 11.
Krysta Fauria / Associated Press JoAnn Morgan, fotografia­da el 5 de julio en su casa de Bigfork, Montana, fue la primera mujer que trabajó en el centro de control de lanzamient­os de la NASA y colaboró también en el lanzamient­o de la Apolo 11.

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