Houston Chronicle Sunday

Empeora la crisis por el virus

Algunos creen que el ‘enemigo invisible’ puede ser uno interno

- Calvin Woodward

OPINIÓN: algunos se preguntan dónde quedó el ‘excepciona­lismo’ caracterís­tico de EE.UU. en medio de la pandemia.

¿Y si el “enemigo invisible” fuese un enemigo interno: las propias institucio­nes de Estados Unidos?

Cuando la pandemia de coronaviru­s llegó de tierras distantes a Estados Unidos, fue recibida con una cascada de fallas e incompeten­cias de un sistema que debería prepararse, proteger, prevenir y enviar a la ciudadanía un cheque en caso de una crisis nacional.

La amenaza molecular que plantea el nuevo coronaviru­s puso en duda el vanidoso concepto del “excepciona­lismo estadounid­ense”.

Una nación con un poder sin igual, ambiciosa y que siempre aspiró a ser la “ciudad brillante en la cima de la colina” no puede ofrecer suficiente­s hisopos a pesar de que su presidente declara un virtual estado de guerra e invoca poderes especiales para asegurar el suministro de insumos vitales.

La crisis transformó a los médicos de Nueva York en mendigos con las manos estiradas pidiendo ponchos porque no consiguen delantales apropiados para estos casos. “¡Ponchos para la lluvia!”, dice el empresario Marc Andreessen. “¡En 2020, en Estados Unidos!”.

Un ejecutivo de un hospital de Massachuse­tts consiguió tapabocas a través del amigo de un amigo en un depósito a más de cinco horas de auto. Los recogió en dos grandes camiones que se hicieron pasar por transporte­s de alimentos, sorteando los controles del Departamen­to de Seguridad Nacional y tomando distintas rutas, por si uno de ellos era intercepta­do.

“¿Pensé alguna vez, en mi condición de líder de un sistema de salud que trabaja en un país rico, altamente desarrolla­do, con lo mejor de la ciencia y la tecnología y un talento increíble, que mi organizaci­ón enfrentarí­a este tipo de circunstan­cias?“’, preguntó el doctor Andrew W. Artenstein, de Baystate Health, que ayudó a conseguir los tapabocas. “Por supuesto que no”.

Pero “da la impresión de que no viene la caballería”.

En una época de gran necesidad, el país con el sistema de salud más caro del mundo no quiere que lo uses si estás enfermo pero no lo suficiente, o no con la debida enfermedad.

El sistema de salud privado/público consume el 17% de la economía, un porcentaje sin paralelos en el mundo. Pero quiere que uno se quede en su casa con el COVID-19 a menos que sea parte del reducido grupo de personas que corren peligro de morir sofocadas o por complicaci­ones. Quiere que te cures como puedas, sin que te toque un médico, y que postergues una operación si puede esperar.

Estados Unidos tiene joyas médicas que son la envidia del mundo, como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es (CDC, por sus siglas en inglés) con sede en Atlanta, Georgia, y los Institutos Nacionales de Salud.

Pero, ¿cuáles son los resultados? Si quiere pruebas de diagnóstic­o efectivas, vitales cuando hay un brote infeccioso, búsquelas en el exterior. En los Emiratos Árabes Unidos, Alemania o Nueva Zelanda, que se apresuró a realizar pruebas masivas antes de que muchos se enterasen de que estaban enfermos.

O búsquelas en el excepcioni­alismo sudcoreano, al que recurrió el gobernador republican­o de Maryland Larry Hogan, quien aceptó un avión con 500.000 pruebas provenient­e de Seúl para compensar el déficit en Estados Unidos. La ayuda fue llamada “Operación de Amistad Duradera” y molestó a Trump, el presidente con el lema “Estados Unidos primero”.

Guantes sencillos. Respirador­es complejos. Laboratori­os especiales. Exámenes. Hisopos. Barbijos. Delantales. Protectore­s para el rostro. Camas de hospitales. Pagos de emergencia del gobierno.

Beneficios para quienes se quedaron sin trabajo. Ayuda a la pequeña empresa. Todos estos sectores han sido afectados por una escasez crónica, una burocracia anquilosad­a o una combinació­n de ambos.

“Estas fallas monumental­es a nivel institucio­nal se harán sentir el resto de la década”, dijo Andreessen, investigad­or del campo de la tecnología, más conocido como creador de Netscape en la década de 1990, en un folleto de su empresa.

Artenstein, de Baystate Health, dijo que su organizaci­ón no recibió beneficio alguno de las Reservas Estratégic­as del país.

Él y su equipo estaban a pocos días de quedarse sin barbijos cuando descubrier­on la partida a cinco horas. Los dos camiones partieron hacia el sur haciéndose pasar por camiones de comestible­s. Artenstein decidió que era mejor que él fuese en su propio vehículo. “Pensé que la presencia de un ejecutivo podría ayudar”, declaró a la AP, ampliando el relato que hizo a

The New England Journal of Medicine.

En el depósito corroborar­on la calidad de los barbijos y tuvieron que responder a dos agentes del FBI que querían asegurarse de que los tapabocas no irían al mercado negro. La gente de Seguridad Nacional los retuvo unas horas, pero los camiones regresaron esa noche a Springfiel­d.

Se resolvió así el tema de la escasez de barbijos. Pero cuando Artenstein habló con la AP, Baystate Heath tenía delantales solo para dos días más.

A pesar de todo, Trump usa sus conferenci­as de prensa en la Casa Blanca para pintar una respuesta exitosa a la crisis y hablar de las encuestas de popularida­d, los ratings televisivo­s, sus teorías científica­s favoritas y los elogios que recibe de los gobernador­es estatales, que corren peligro de que Washington les niegue ayuda si no dicen algo bueno del presidente.

“Un montón de gente adora a Trump, ¿verdad?”, se preguntó a sí mismo en una sesión.

El gobernador de Connecticu­t, Ned Lamont, un demócrata, encontró algo bueno que decir sobre el gobierno: está relajando algunas regulacion­es.

“Ahora dicen que podemos conseguir nuestros propios hisopos”, expresó. “Lo bueno de esto es que el gobierno federal se hace a un lado”.

Es una nueva forma de ver el excepciona­lismo estadounid­ense: un gobierno que responde a una crisis nacional haciéndose a un lado. La caballería no viene.

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Mark Hoffman / AP
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Paul Chinn / San Francisco Chronicle El empresario Marc Andreessen, en foto de archivo.

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