Houston Chronicle Sunday

Médicos avanzan contra el virus

Una doctora de Texas explica cómo sacó provecho de eso para ayudar a sus pacientes

- Lauran Neegaard y Nicole Winfield

COVID-19: Kristina Goff, una doctora que trata a enfermos en un hospital de Dallas, cuenta que los webinarios de médicos italianos que fueron los primeros de Europa en lidiar con el virus la ayudaron mucho ya que ofrecían informació­n acerca de un mal del que poco se sabía.

En medio del caos que reinaba en los primeros días de la pandemia del nuevo coronaviru­s, los médicos, abrumados por la cantidad de casos, sortearon barreras geográfica­s e idiomática­s en un esfuerzo sin precedente­s para recibir asesoría de sus colegas que les permitiese­n salvar vidas.

No sabían nada del virus y no tenían tiempo de ponerse a investigar. Pero videos de YouTube en los que se describían los resultados de autopsias y rayos X que circularon a través de Twitter y WhatsApp llenaron ese vacío.

Cuando Stephen Donelson llegó al Southweste­rn Medical Center de la Universida­d de Texas a mediados de marzo, la doctora Kristina Goff era una de las que trataron de sacar provecho de lo que describió como “las historias de otros sitios que fueron golpeados antes”.

Donelson se sometió a un trasplante de órganos y su familia no había salido de su casa por dos semanas, luego de que el COVID-19 empezase a esparcirse por Texas. Sin embargo, una noche empezó a tener problemas serios para respirar, su piel tomó un color azul y llamaron a emergencia­s.

Goff dice que en los hospitales desbordado­s de pacientes de Nueva York o Italia, a Donelson no se le hubiese asignado un respirador. Pero en Dallas, “le dimos todo lo que teníamos a nuestro alcance”.

Igual que los médicos de tantos otros lugares, Goff estaba apenas iniciando su aprendizaj­e sobre el nuevo virus.

“Es un tsunami. Algo que, si no lo experiment­as directamen­te, no lo puedes comprender”, dijo el doctor Pier Giorgio Villani en el primero de una serie de webinarios organizado­s para informar a otras unidades de cuidados intensivos acerca de lo que se venía, apenas dos semanas después de que el primer paciente de coronaviru­s hospitaliz­ado llegase a su UCI y diez días antes de que Donelson se enfermase en Texas.

Las sesiones con videos, organizada­s por la asociación italiana de UCIs, GiViTi, y el Instituto Mario Negri, sin fines de lucro, que luego serían difundidas por YouTube, representa­n una historia oral del desarrollo del brote en Italia, narrado por los primeros médicos de Europa que lidiaron con el virus.

Se empezó a correr la voz entre médicos de otros países y pronto se estaban traduciend­o los videos para que pudiesen ser escuchados por facultativ­os de España, Francia, Rusia y Estados Unidos que se preparaban para la llegada del virus.

Los videos ofrecían “un adelanto privilegia­do del futuro”, según el doctor Diego Casali, del Cedars-Sinai Medical Center de Los Ángeles, quien se enteró de la existencia de los webinarios al consultar con un médico amigo italiano.

Cada dato, cada recurso ensayado, ofrecían pistas mientras el virus se propagaba de ciudad en ciudad, de país en país. Para cuando llegó Donelson al hospital de Texas, el centro médico ya estaba tomando medidas en base a la experienci­a de los italianos.

Si bien se muestra agradecida por esa informació­n, Goff dice que le costaba compaginar experienci­as distintas.

“No sabes cómo interpreta­r lo que salió bien y lo que salió mal”, explicó. “Ni si se trató de una manifestac­ión de la enfermedad exclusiva de determinad­o país”.

Los médicos italianos estaban confundido­s. Los informes provenient­es de China, donde se originó el virus, hablaban de una tasa de mortalidad del 3% entre los infectados. Pero en los primeros 18 días, solo los muertos salían de la UCI del Hospital Papa Juan XXIII de Bérgamo.

Si bien la tendencia mermó, el 30% de los primeros 510 pacientes con COVID-19 que recibió el hospital falleciero­n.

El director de la UCI, Luca Lorini, tiene décadas de experienci­a y pensó que sabía como tratar las fallas respirator­ias que se pensó eran el principal riesgo planteado por el virus.

“Todas las noches iba a casa con la duda de si habría hecho algo mal”, recuerda Lorini. “Trate de imaginarse: estaba solo y no podía comparar con lo que sucedía en Francia porque el virus todavía no había llegado allí, o España, el Reino Unido o Estados Unidos, ni con nadie que esté más cerca que China”.

En febrero, China había publicado informes médicos acerca de cómo respondían los pacientes. El hospital de Lorini trató de llenar ese vacío dividiendo a los pacientes en grupos pequeños que recibían distintos tipos de apoyo y comparando los resultados. No fue un estudio científico, pero ofreció informació­n útil en tiempo real.

La primera lección ya había sido aprendida: el COVID-19 no causaba los típicos síntomas del síndrome respirator­io agudo grave, como se pensaba, y los pacientes necesitaba­n una mayor ventilació­n que lo normal, y por más tiempo.

A mediados de marzo llegó una gran sorpresa. En un video para cardiólogo­s de Estados Unidos, médicos chinos advirtiero­n que el virus causa peligrosos coágulos sanguíneos. Y no sólo en los pulmones. Exortaron a sus colegas a que usasen anticoagul­antes.

“Aprendemos sobre la marcha”, comentó Tiffany Osborn, de la unidad de cuidados críticos de la Facultad de Medicina de la Universida­d de Washington con sede en San Luis. “Volvamos a hablar en dos semanas y tal vez le diga algo totalmente diferente”.

Cuando Donelson llegó al hospital de Dallas, “teníamos muy pocas esperanzas de curarlo”, admitió Goff. Resistía el respirador, por lo que

Goff lo sedó para que el aparato pudiese funcionar bien.

Los hospitales han luchado por encontrar el equilibrio adecuado, que permita hacer llegar suficiente oxígeno sin dañar más pulmones frágiles. Un recurso que ayudó es colocar a los pacientes boca abajo para reducir la presión sobre los pulmones. Donelson estuvo boca abajo unas 16 horas diarias al principio y sus niveles de oxígeno mejoraron.

Los hospitales especializ­ados en problemas de pulmón sabían que poner al paciente boca abajo ayudaba. Pero los demás lo desconocía­n.

“Nunca lo habíamos hecho antes de la pandemia. Ahora es lo más normal”, expresó Kevin Cole, de la unidad de terapias respirator­ias del Centro Médico de Fort Washington, en Maryland.

Incluso hoy, varios meses después de que empezase la pandemia, Goff se sorprende de lo difícil que sigue siendo pronostica­r quién va a vivir y quién no. No se explica por qué Donelson, quien finalmente pudo volver a su casa después de una odisea de 90 días, fue uno de los afortunado­s.

“Mientras no tengamos un estudio grande de los resultados de los tratamient­os, es muy difícil saber lo que es real y lo que no”.

 ?? Fotos de Tony Gutierrez / AP ?? Ayudado por un caminador, Stephen Donelson (der.), acompañado por su esposa Terri, llega a su casa en Midlothian, Texas, luego de haber sido dado de alta en un hospital de Dallas el viernes 19 de junio de 2020.
Fotos de Tony Gutierrez / AP Ayudado por un caminador, Stephen Donelson (der.), acompañado por su esposa Terri, llega a su casa en Midlothian, Texas, luego de haber sido dado de alta en un hospital de Dallas el viernes 19 de junio de 2020.
 ??  ?? Frente a parientes, amigos y empleados médicos, Stephen Donelson sale del hospital de Dallas donde libró una feroz batalla de tres meses con el nuevo coronaviru­s. Una de las doctoras que lo atendió, Kristina Goff, dice que no se puede explicar bien por qué él sobrevivió y otros pacientes no.
Frente a parientes, amigos y empleados médicos, Stephen Donelson sale del hospital de Dallas donde libró una feroz batalla de tres meses con el nuevo coronaviru­s. Una de las doctoras que lo atendió, Kristina Goff, dice que no se puede explicar bien por qué él sobrevivió y otros pacientes no.
 ?? Tony Gutierrez / AP ?? Stephen Donelson (der.) camina junto a su esposa Terri en su regreso a casa en Midlothian, Texas.
Tony Gutierrez / AP Stephen Donelson (der.) camina junto a su esposa Terri en su regreso a casa en Midlothian, Texas.

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