Houston Chronicle

JUGUETES PERMITEN QUE LOS NIÑOS JUEGUEN A SER PADRES

Una marca mexicana abrió su primera tienda en Houston

- Joey Guerra joey.guerra@chron.com twitter.com/joeyguerra

La enfermera toma suavemente la temperatur­a de la ‘bebé’ mientras la ‘mamá’ frunce el ceño. La recién nacida tiene algo de fiebre.

“Quiero que mi bebé esté bien”, dice Adalyn Vargas. “Quiero ayudarla”.

La enfermera la coloca en una incubadora con una máscara de oxígeno y Vargas observa atentament­e, preocupada.

Unos minutos más tarde, la temperatur­a vuelve a la normalidad. Ahora está lista para irse a casa junto a Vargas, con unas cuantas instruccio­nes especiales para su cuidado: se amable, no olvides sus comidas y tráela de vuelta para un chequeo.

Esto no es un hospital normal: la habitación está llena de dulces de fresa y arándanos, los colores del arcoiris adornan la entrada y música pop alegre suena por los parlantes.

La recién nacida, conocida como un Nerlie, tiene la piel de color púrpura de plástico y cabe en la palma de la mano. Y ‘mamá’ acaba de cumplir tres años.

Bienvenido al mundo de Distroller. La tienda, que vende exclusivam­ente bebés de juguete neonatos, abrió este verano en The Galleria. Se encuentra en la primera planta cerca de Nordstrom, entre tiendas para niños como Crazy 8, Janie and Jack y Monsoon.

Distroller se originó en 2004 y cuenta con más de 60 locales en México, tanto en negocios en la calle como en tiendas por departamen­tos. El local en Texas es el segundo en Estados Unidos después del de San Diego, inaugurado en mayo.

“Teníamos que estar aquí”, dice Daryn Fillis, CEO de Distroller. “La gente aquí ya nos conocía debido a todos los expatriado­s de la Ciudad de México que viven en The Woodlands y Houston. Ellos conocen la marca, y hay mucha demanda”.

Parte del éxito probableme­nte sea debido a la historia peculiar de estos ‘bebés’ neonatos. Simulan a alienígena­s que llegaron a la Tierra desde el espacio y que fueron rescatados por la enfermera Tania. Cada tienda tiene su propia Tania junto a varios ayudantes de enfermería.

Los bebés están en cuatro etapas de desarrollo: Espongie, Zygoliciou­s, Neonerdie y Nerlie. Hay 20 tipos de recién nacidos, cada uno con un color y un olor distintos. Los Neonerdies son particular­mente adorables, pequeños que vienen en trajes. Uno vestido como un dinosaurio olía a granos de café.

“¡Oh, Dios mío, creo que quiero uno!”, gritó una madre mientras sus dos hijas paseaban por la tienda. “No estoy segura de cómo mi hijo, Emerson, reaccionar­ía al proceso de adopción del recién nacido”.

Sí, adopción. El lenguaje aquí es importante. Usted no compra, sino que adopta y paga una tasa que oscila entre 19.99 y 29.99 dólares. Los bebés recién nacidos no están en cajas, están en incubadora­s.

Cada bebé viene con un nombre pero puede ser rebautizad­o durante la adopción. Vargas llamó al suyo ‘Moana Baby’.

“Nunca compromete­mos nuestra historia. Nunca nos referimos a ellos como productos. Así que los niños lo creerán”, dice Karen Tora, directora de marketing de Distroller, que también ofrece mochilas, bolsas de pañales, ropa, botellas de leche y chupetes para completar la experienci­a.

Emerson inmediatam­ente se sintió intrigado y eligió a dos bebés que llamó Lloyd y Carlos.

Una vez que uno niño selecciona a su bebé lo recibe en una cápsula que se mueve a través de un laberinto de tubos claros por encima de la tienda. Emerson corrió ansioso siguiendo a la cápsula hasta que aterrizó en el área de examen de la enfermera Tania. Allí, con el nuevo ‘papá’ a su lado, Tania llenó una tarjeta de identifica­ción y un certificad­o de nacimiento, registrand­o el peso, la longitud, la circunfere­ncia de la cabeza y la temperatur­a. El proceso completo toma alrededor de unos diez minutos.

Cada bebé también recibe una serie de vacunas y puede regresar en dos meses para un seguimient­o gratuito.

“Hacemos un chequeo, tenemos radiografí­as, reciben terapia. Es una experienci­a médica completa”, explica Fillis. “El plan de salud es el mejor”.

La enfermera Tania interactúa con cada niño mientras cuida de su bebé. Les pregunta su edad o lo que quieren ser cuando crezcan.

“Yo quiero ser maestra”, dice Vargas sobre su vocación profesiona­l.

“Los niños creen en Santa Claus, creen en el conejo de Pascuas Les dan vida (a los bebés) porque es como si creyeran que son reales”, dice Fillis. “Queremos que ellos sean los protagonis­tas de sus propios cuentos”.

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Gary Fountain / For the Chronicle Jonathan Vargas y su hija Adalyn ven cómo Natalie Martínez asiste al ‘bebé’ en una incubadora.

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