Firmes, contra el muro
EN TEXAS: el sacerdote vaquero Roy Snipes y propietarios de terrenos en la zona de la frontera expresan su oposición.
Mientras Donald Trump visitaba el sur de Texas para promover su pedido de 5.700 millones para construir un muro, Eloisa Cavazos, quien tiene una propiedad en la frontera con México, dijo que sabe por experiencia propia qué es lo que pasará con el proyecto si el presidente consigue lo que quiere.
El gobierno federal ha comenzado a levantar planos topográficos de los terrenos en la frontera de Texas y ha anunciado planes para comenzar la construcción en febrero. Pero en lugar de ceder su tierra, algunos propietarios prometen rechazar las ofertas de compra y se preparan para pelear con el gobierno en la corte.
“Podrían ofrecerme millones de dólares y no los aceptaría”, dijo Cavazos, cuyo terreno se asienta en la ribera del río Bravo, que del lado estadounidense se llama río Grande y separa a Estados Unidos de México. “No se trata de dinero”.
Trump visitó McAllen, una ciudad con una población de 143.000 habitantes que está ubicada en la zona más concurrida de la frontera para cruces ilegales. Recorrió una sección de la frontera y dijo: “muchos de los crímenes en nuestro país son ocasionados por lo que entra por aquí”. “Sea de acero o concreto, no importa. Necesitamos una barrera”, añadió.
En marzo, el Congreso asignó fondos para 53 kilómetros (33 millas) de muro y cercos en Texas. El gobierno ha anunciado planes que atraviesan propiedades privadas en el Valle del Río Grande. Algunas de las personas a ser afectadas son propietarios que han vivido aquí por generaciones. Muchos han contratado abogados que se aprestan a pelear contra el gobierno si, tal como se espera, expropia los terrenos.
La oposición se intensificará si los demócratas aceptan el pedido del gobierno de Trump de construir más de 345 kilómetros (215 millas) nuevos de muro, incluyendo 167 kilómetros (104 millas) en el Valle del Río Grande y 89 kilómetros (55 millas) cerca de Laredo. Incluso un acuerdo para instalar “placas de acero”, tal como Trump ha insinuado, o más cercos como los que los demócratas antes han respaldado, provocaría más demandas y rechazos en Texas.
Expertos en leyes dicen que declarar una emergencia nacional no dispensaría a Trump de las responsabilidades inherentes al proceso de expropiación, que requiere que el gobierno demuestre que el terreno va a ser para uso público y ofrezca una compensación monetaria a los dueños.
Cerca del río Bravo, le preguntaron a Trump cuándo podría comenzar con la construcción del muro si declaraba una emergencia nacional.
“Pienso que sería muy rápido”, respondió y agregó que aunque alguien “quizás” trate de detener la construcción, “ganaríamos esa demanda, creo, muy rápido”.
Si bien fue la primera visita de Trump como presidente a la frontera de Texas, las medidas contra la inmigración de su gobierno se han sentido ahí durante meses.
Cientos de los más de 2.400 niños que fueron separados de sus padres hace unos meses estuvieron detenidos dentro de jaulas en una instalación de la Patrulla Fronteriza en McAllen. Además, se abrieron tres instalaciones para los niños más pequeños en la zona.
El presidente también envió soldados a la frontera en respuesta a una serie de caravanas migrantes. Esos elementos tuvieron mucha presencia en el Valle de Río Grande, aunque desde entonces se han ido sigilosamente.
Sin embargo, el muro de Trump durará más que su gobierno. Construirlo aquí es una prioridad para el Departamento de Seguridad Nacional (DHS por sus siglas en inglés) porque es la zona más transitada para cruces fronterizos ilegales. Más de 23.000 padres y niños fueron capturados cruzando sin autorización la frontera en el Valle de Río Grande en noviembre, más del triple que el año previo.
Funcionarios del DHS argumentan que un muro frenaría los cruces y desanimaría a las familias centroamericanas de intentar migrar hacia el norte. La mayoría de esas familias busca asilo por la violencia en sus países de origen y con frecuencia se entregan a agentes fronterizos cuando llegan ahí.
Con parte de los 1.600 millones de dólares que el Congreso aprobó en marzo, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) anunció que construiría 40 kilómetros (25 millas) de muro a lo largo del dique para control de inundaciones en el condado Hidalgo, al norte del Río Grande. El Congreso no permitió la construcción de los prototipos de muro. Pero el gobierno planea solicitar un muro de concreto a la altura del dique, con postes de acero de 5,5 metros sobre él. La CBP quiere despejar 45 metros frente a una construcción nueva para una “zona de control” con vías de acceso, cámaras e iluminación.
El gobierno demandó a la diócesis católica el año pasado para que sus topógrafos tuvieran acceso al sitio de la capilla La Lomita, que se fundó en 1865 y fue un lugar importante para los misioneros que viajaban a caballo al Valle del Río Grande. Sigue siendo el epicentro de la comunidad católica del Valle del Río Grande y ahí se organizan bodas y funerales, así como la procesión del Domingo de Ramos que atrae a 2.000 personas. La capilla está cerca del Río Grande y justo en el área en donde CBP quieres construir la “zona de control”.
La diócesis dijo que se opone al muro fronterizo porque la barrera va en contra de la doctrina católica y de la responsabilidad de la Iglesia de proteger a los migrantes, así como de los derechos a la libertad religiosa consagrados en la Primera Enmienda. Un grupo jurídico de la Universidad de Georgetown se ha unido a la diócesis en la demanda.
El padre Roy Snipes dirige una oración cada viernes para que su capilla no sea afectada. Con un sombrero vaquero, sotana blanca y cruz de metal, es conocido como el “sacerdote vaquero” y a veces va de su casa a la capilla en bote por el Río Grande.
“Envenenaría el agua”, dijo Snipes. “Seguiría siendo un lugar sagrado, pero sería un lugar sagrado que fue profanado”.
Las aproximadamente 25 hectáreas (64 acres) de la familia Cavazos fueron adquiridas por la abuela de Eloisa hace 60 años.
Rentan parte de la propiedad a inquilinos que han construido pequeñas casas o comprado casas rodantes, y cobran apenas 1.000 dólares al año. Viven de las ganancias de la tierra y se preocupan de que una cerca desaliente a los inquilinos y convierta su propiedad en “tierra de nadie”.
En el resto de la propiedad hay graneros de madera, establos y un muelle de madera que se adentra al río que fluye tranquilamente hacia el Golfo de México. El hermano de Cavazos, Fred, puede sentarse en el muelle en su silla de ruedas y pescar con una caña hecha de junco de carrizo tomado de la orilla del río.
Los topógrafos examinaron la propiedad en diciembre bajo el amparo de una orden de una corte federal. La familia no ha recibido una oferta a cambio de su tierra, pero sus abogados del Proyecto de Derechos Civiles de Texas esperaban por una carta.
“Todos nos dicen que vendamos y nos vayamos a un lugar mejor”, dice Cavazos. “Para nosotros este es el paraíso”.