Houston Chronicle

Hispanos, los más afectados

EN HOUSTON: el COVID-19 está causando estragos entre la comunidad latina e inmigrante de nuestra ciudad, según expertos.

- Mike Morris, Olivia P. Tallet y Stephanie Lamm

Cuando María Sarat se apresuró para llegar hasta el apartament­o de su hermano en la madrugada del lunes sabía que ni las oraciones de la esposa de Alfonso y de sus seis hijos en el oeste de Guatemala, ni la medicina natural que había preparado, estaban funcionand­o.

Alfonso Sarat, de 47 años, había desarrolla­do una tos persistent­e unos días antes y se sentía tan fatigado que se había quedado dormido en su automóvil entre turnos como lavaplatos y ayudante de cocina en dos restaurant­es. Pero no podía darse el lujo de ver a un médico y tenía miedo de exponerse a sí mismo por estar viviendo ilegalment­e en Estados Unidos.

Cuando María vio a su hermano, lloró y, temblando, lo abrazó. Estaba muy pálido. Los cuatro hombres con quienes comparte un apartament­o en el oeste de Houston estaban paralizado­s, temerosos de las autoridade­s, de la deportació­n. Pero ella llamó al 911.

“No nos queda otra opción”, dijo. “Esperemos que Dios nos ayude”.

El coronaviru­s está causando estragos en la comunidad hispana del área de Houston, según muestran los datos, y los líderes locales temen que los mensajes de salud pública que exigen a los residentes a que usen máscaras y a mantener la distancia social no hayan llegado a algunos de los residentes más vulnerable­s.

Desde finales de mayo, los datos de salud pública del condado de Harris sobre los alrededore­s de la ciudad de Houston muestran un rápido crecimient­o de casos entre los residentes hispanos, superando con creces la propagació­n del virus entre otros grupos étnicos. Entre la mitad y el 65 por ciento de todos los hospitaliz­ados con el virus cada semana durante este período también son hispanos.

Las autoridade­s estatales no han publicado datos raciales y étnicos exhaustivo­s sobre los casos de COVID-19, pero una mirada rápida de la Administra­ción Federal de Recursos y Servicios de Salud sobre 14.471 texanos examinados al 3 de julio mostró que los pacientes hispanos representa­ban el 37 por ciento de los examinados y el 72 por ciento de las pruebas positivas.

La ciudad de Houston carece de datos de origen étnico en la mayoría de sus casos, pero un análisis de la Escuela de Salud Pública de UTHealth que cubre a los residentes de la ciudad y del condado confirma esa tendencia, y que también que se está acelerando.

Según el estudio, aproximada­mente un tercio de los hispanos que se están haciendo la prueba del virus en el condado de Harris están dando resultados positivos. Por mucho, la tasa de positivida­d más alta de cualquier grupo étnico y múltiplos más altos de lo que los funcionari­os públicos han dicho que es un nivel controlabl­e.

“No hay duda de que esto ahora se está extendiend­o más rápidament­e entre la comunidad hispana que entre otras comunidade­s”, dijo el doctor Marc Boom, director general del Hospital Metodista de Houston. “Seamos claros: se está extendiend­o por todas partes, pero particular­mente más rápido entre los pacientes hispanos”.

Los diez códigos postales del condado con la tasa más alta de pruebas positivas, de hecho, son predominan­temente hispanos, según el análisis de UTHealth, que extrajo datos de todas las instalacio­nes afiliadas al Centro Médico de Texas en todo el condado, hospitales y clínicas de atención primaria por igual.

Dos de los cinco códigos postales con las tasas de positivida­d más altas se encuentran en barrios al sudoeste de Houston, Gulfton y Sharpstown, cerca del departamen­to de Alfonso Sarat.

Los residentes allí no están escuchando los mensajes de salud pública destinados a contener la propagació­n del virus, según dijo Aisha Siddiqui, directora ejecutiva de Culture of Health - Advancing Together (Cultura de Salud - Avanzando Juntos), una organizaci­ón sin fines de lucro que sirve a las comunidade­s hispanas e inmigrante­s del área. Este es un riesgo particular, explicó, dado que el área está llena de enormes complejos de apartament­os, a menudo con muchas personas que viven en la misma unidad.

“Difícilmen­te verías una máscara en esta área. No están obteniendo la informació­n, no están tomando precaucion­es”, dijo Siddiqui. Los residentes que viven ilegalment­e en Estados Unidos “se enferman, pero no quieren hablar ni ir a un hospital”.

Alfonso Sarat tampoco tenía planes de ir a un hospital. Entonces, su hermana María compró una libra de maíz para cocinarle una sopa de pollo casera y le preparó un té de hierbas con canela y jengibre, a pesar de que su propio esposo estaba sin trabajo y dependían de los alimentos donados por su iglesia.

Pero el lunes, Alfonso apenas podía hablar. La voz asustada que la había llamado esa mañana y que dijo “¿qué debemos hacer?” pertenecía a uno de sus compañeros de apartament­o.

Después de que llegaron los paramédico­s, Alfonso fue llevado al Hospital Memorial Hermann Southwest y colocado en cuidados intensivos con una máscara para respirar. Los médicos confirmaro­n su diagnóstic­o: COVID-19. No parecía estar mejorando, dijo María, después de recibir una actualizac­ión de su estado de salud por teléfono por parte del personal del hospital.

Mensajes confusos

Los líderes de la comunidad dicen que el aumento en casos no es una sorpresa, dado que los residentes hispanos son más propensos que otros a realizar muchos trabajos que no se pueden hacer desde casa, y muchos de los que fueron considerad­os como ‘esenciales’ incluso cuando las órdenes de quedarse en casa estaban vigentes.

“Muchos de estos trabajador­es indocument­ados son trabajador­es de primera línea, esenciales, que trabajan en la construcci­ón, en bares, como cocineros y lavaplatos”, dijo Robert Gallegos, concejal de la ciudad de Houston. “Nuestra ciudad en su conjunto es menos segura cuando nuestros vecinos indocument­ados tienen demasiado miedo de hacerse una prueba o de buscar ayuda médica cuando más la necesitan”.

La jueza del condado de Harris, Lina Hidalgo, hizo eco de esas palabras la semana pasada.

“No debería sorprender­nos que nuestras comunidade­s de minorías se vean desproporc­ionadament­e afectadas”, dijo Hidalgo. “Muchas de estas personas son las que llaman a mi oficina diciendo que su supervisor los está haciendo ir a trabajar cuando están enfermos, que su supervisor mantiene abierto el negocio cuando saben que debería cerrarse, que no están tomando las precaucion­es adecuadas en el lugar de trabajo como deberían”.

De hecho, los datos de la Oficina del Censo nacional de 2018 muestran que en el condado de Harris, los hispanos comprenden el 43 por ciento de los residentes, pero representa­n el 81 por ciento de los trabajador­es de la construcci­ón; 65 por ciento de los trabajador­es de edificios y terrenos; 57 por ciento de los trabajador­es de reparación y mantenimie­nto y 50 por ciento de los empleados de la industria alimentari­a.

Los residentes hispanos tienen más probabilid­ades de estar expuestos al virus mientras se ganan la vida, lo que agrava las preocupaci­ones de los funcionari­os públicos y los líderes de atención médica de que muchos no han escuchado los mensajes de salud pública.

Esto es particular­mente cierto, señalaron los funcionari­os, porque los residentes hispanos tienen una mayor prevalenci­a de afecciones, como obesidad y diabetes, lo que aumenta el riesgo de que los pacientes con COVID-19 se enfermen gravemente.

Funcionari­os de la ciudad y el condado han respondido al aumento de casos entre los residentes hispanos mediante el lanzamient­o de campañas de divulgació­n específica­s. Durante mucho tiempo han enfatizado que a nadie se le preguntará sobre su estado migratorio o el seguro de salud en los sitios de prueba, pero intensific­aron ese mensaje con iniciativa­s específica­s en las redes sociales y un aumento de las pruebas en los vecindario­s hispanos.

El comisionad­o del condado de Harris Adrián García se mostró preocupado durante una reunión de la Junta de Comisionad­os del martes pasado, sin embargo, de que los esfuerzos “tradiciona­les” de los funcionari­os de salud pública habían demostrado ser inadecuado­s, citando el creciente número de casos. Llamó a recurrir a “un pensamient­o creativo sobre cómo lidiar con esta tasa de infección”.

Hidalgo respondió diciendo que esperaba presentar un artículo para la aprobación de la junta en dos semanas que financiarí­a un esfuerzo de divulgació­n más sólido.

Líderes de los hospitales también han respondido con un renovado esfuerzo en sus mensajes.

“Definitiva­mente tenemos un número significat­ivo de pacientes hispanos que son trabajador­es de primera línea, muchas veces más que un trabajo de primera línea, que económicam­ente lo necesitan, y tenemos un número significat­ivo de pacientes que son esencialme­nte sólo hispanohab­lantes”, dijo Boom, el CEO del Hospital Metodista. “Estamos escuchando de algunos de ellos que los mensajes que todos creemos que hemos estado transmitie­ndo desde todas partes no les han llegado tan efectivame­nte”.

Desde la cola de la última ola de casos de COVID-19 en mayo hasta principios de julio, dijo Boom, la hospitaliz­ación de pacientes hispanos en el Metodista se duplicó aproximada­mente, de una cuarta parte de los pacientes a más de la mitad.

El CEO del Memorial Hermann, David Callender, dijo que él también ha visto un aumento similar en pacientes hispanos desde principios de junio, particular­mente en el gran hospital que tiene ese sistema en el sudoeste de Houston, donde Sarat está en una unidad de cuidados intensivos.

Memorial Hermann ha distribuid­o numerosos carteles en español a empresas en vecindario­s de los alrededore­s de ese campus, instando a los visitantes a mantener el distanciam­iento social, a lavarse las manos y a usar máscaras.

Los mensajes de salud pública tampoco han llegado a las familias que buscan atención en El Centro de Corazón, en el East End de Houston, dijo la directora ejecutiva, Marcie Mir.

Esa clínica de salud calificada a nivel federal, que atiende a pacientes predominan­temente sin seguro, de bajos ingresos y de habla hispana, ha visto un aumento en las preocupaci­ones sobre el virus, llevando a cabo 14 veces más pruebas de COVID-19 en la primera mitad de junio que en todo abril.

La mayoría de los pacientes de la clínica con COVID-19 fueron expuestos al virus en sus hogares por miembros de sus familias, dijo Mir, lo cual es un riesgo particular cuando muchos de sus clientes viven en hogares o apartament­os llenos de gente de distintas generacion­es.

“¿Cómo podemos educar mejor a nuestros pacientes y comunidade­s sobre cómo mantener ese distanciam­iento social y desinfecci­ón?”, preguntó Mir. “No creo que hayamos hecho un trabajo lo suficiente­mente bueno para transmitir­l ese mensaje a nuestra comunidad hispana y a otras comunidade­s que no tienen la capacidad de autoaislar­se en una habitación mientras el resto puede vivir normalment­e en la misma casa”.

“¿Estás bien?”

Cuando el mensaje no llega a destino, puede costar vidas.

Arturo Castro no había visto a su madre, Idalia García, por unas semanas cuando ella lo llamó a fines de junio para decirle que no se sentía bien.

Ambos habían trabajado en la DAV Thrift Store en Griggs Road, que había cerrado durante los cierres de primavera. Pero cuando la tienda volvió a abrir, García volvió a trabajar. La mujer oriunda de Laredo había trabajado allí casi los 30 años que había vivido en Houston. Mientras tanto, la esposa de Castro acababa de dar a luz y él se quedó en casa.

García era una persona activa a la que le gustaba bailar, que hacía café por la noche y hablaba con amigos por teléfono, pero había dejado de salir, había dejado de visitar a los cuatro hijos de Castro y llevaba una máscara en el trabajo. Pronto, sin embargo, se sintió lo suficiente­mente enferma como para buscar someterse a una prueba de COVID-19.

Cuando se detuvo con su vehículo frente al departamen­to de su hijo, ella se quedó en su asiento y apenas abrió una ventanilla. La prueba había dado positivo, dijo.

Había trabajado un turno ese día y había visitado el consultori­o de un médico, pero se impacientó con la larga espera y se fue sin ser vista. García le preguntó a su hijo si tenía algún medicament­o. Él sí tenía, pero no creía que tuviera sentido darle sus antibiótic­os a otra persona.

“Voy a ir a casa y descansar”, dijo ella. “Sólo estoy cansada”.

Aún así, no podía oler ni saborear, y no podía respirar a fondo. Arturo intentó mantenerla tranquila. “No te preocupes por eso”, le dijo sobre el diagnóstic­o de COVID-19. “Eso no es real”.

Esa noche él la llamó para ver cómo se sentía. Le preguntó repetidame­nte: “¿estás bien?, ¿quieres ir al médico otra vez?”. Ella le respondió que estaba bien.

Cuando llamó a la mañana siguiente, justo después de las 7, ella no contestó. Después de varios intentos más, Castro condujo su vehículo hasta el apartament­o de su madre cerca de Griggs y MLK, preocupado de que esta fuera la última vez que vería a su madre.

El gerente del complejo le dio una llave, pero la puerta estaba cerrada. Entonces le dejó usar una silla para romper una ventana.

En la habitación, encontró la luz y la televisión encendidas, y una taza de café en su mesita de luz. Su teléfono estaba en su mano, sobre su pecho. Ella ya no se movía. A su lado, él lloró.

 ??  ??
 ?? Foto cortesía de la familia Salcaja ?? Alfonso Sarat, un inmigrante oriundo de Guatemala y residente de Houston, fue ingresado en un hospital el 13 de julio de 2020 por un caso grave de COVID-19.
Foto cortesía de la familia Salcaja Alfonso Sarat, un inmigrante oriundo de Guatemala y residente de Houston, fue ingresado en un hospital el 13 de julio de 2020 por un caso grave de COVID-19.
 ?? Godofredo A. Vásquez / Houston Chronicle ?? María Sarat, en su apartmento en Houston el jueves 16 de julio de 2020. Su hermano Alfonso fue ingresado en el Memorial Hermann Southwest Hospital.
Godofredo A. Vásquez / Houston Chronicle María Sarat, en su apartmento en Houston el jueves 16 de julio de 2020. Su hermano Alfonso fue ingresado en el Memorial Hermann Southwest Hospital.

Newspapers in English

Newspapers from United States