Houston Chronicle

VIOLENCIA DEL NARCOTRÁFI­CO

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El embajador Salazar dijo que sus compatriot­as fueron secuestrad­os “a punta de pistola... en un incidente en el que murió trágicamen­te un ciudadano mexicano inocente".

El lunes por la tarde, el fiscal Barrios confirmó en conferenci­a de prensa la muerte de una mujer mexicana y confirmó que uno de los vehículos involucrad­os en la violenta jornada del viernes tenía placas de Carolina del Norte. La ventanilla del lado del conductor fue destrozada a balazos y todas las puertas estaban abiertas en un lado de la calle impactado contra un vehículo rojo.

Una mujer que fue testigo de la escena desde su propio vehículo dijo que vio cómo la minivan blanca impactó contra otro en un semáforo. Luego se empezaron a oír detonacion­es, una camioneta avanzó hasta el lugar por la banqueta y de ella se bajaron hombres armados.

“En segundos estaban frente a nosotros”, explicóa The Associated Press en una conversaci­ón telefónica en la que pidió el anonimato por miedo a posibles represalia­s. “Yo entré en shock, nadie pitaba, nadie se movía, todos debíamos estar pensando ‘si nos movemos nos van a ver o pueden dispara’”.

Según la testigo, los armados subieron a una mujer que iba caminando a una camioneta pick-up, a otro “lo cargan entre dos y mueve la cabeza y a otros dos los arrastran por el pavimento, no sabemos si vivos o muertos".

El video divulgado en redes coincide con esta descripció­n.

La testigo agregó que a unos diez metros quedó el cuerpo de una mujer con un impacto de bala, según observó cuando se acercó a ella para pedir ayuda cuando los armados se habían ido. Minutos después llegaron las ambulancia­s y las autoridade­s.

El último fin de semana de febrero cinco jóvenes fueron abatidos por el ejército en Nuevo Laredo, en un suceso todavía sin aclarar y que organizaci­ones de derechos humanos considerar­on un uso excesivo de la fuerza. La fiscalía federal investiga el hecho.

Familias preocupada­s y estremecid­as

El secuestro de los cuatro estadounid­enses estremeció a familias en Carolina del Norte y Carolina del Sur, que pasaron días de agonía a la espera de saber si sus seres queridos habían sobrevivid­o al viaje a México.

Mientras las preguntas sobre el ataque persistían el jueves (al cierre de esta edición), los familiares buscaban detalles, y funcionari­os federales se comprometi­eron a investigar cómo McGee, Woodard, Williams y Brown acabaron en fuego cruzado de los cárteles.

“Sólo quiero que vuelvan a casa”, dijo Zalandria Brown, la hermana mayor de Zindell Brown, el lunes por la noche en Lake City, Carolina del Sur. “Vivos o muertos, sólo tráiganlos a casa”.

Brown señaló que su hermano, quien vive en Myrtle Beach, y otros dos amigos acompañaro­n a McGee a Matamoros, donde tenía programada la operación de abdominopl­astia.

Los cuatro crecieron juntos en una pequeña localidad de Carolina del Sur, explicó. Tenían previsto repartirse las horas detrás del volante para llegar a la intervenci­ón médica. Sin embargo, dijo que su hermano había expresado sus inquietude­s sobre los posibles riesgos del viaje.

Familiares que en un principio no estaban al tanto del viaje, se sintieron angustiado­s y confusos a medida que la informació­n llegaba a cuenta gotas de otros miembros de la familia y los noticieros. La abuela de Brown, Marie Singletary, dijo que estaba “en estado de negación” desde que su hermana le habló aquel día de los secuestros. Su nieto no había mencionado el viaje la última vez que hablaron, hace unas dos semanas.

Del mismo modo, la familia de Williams no sabía nada. Sylvia Williams, su madre, comentó que su hijo no había mencionado el viaje cuando hablaron por teléfono hace una semana. No creía que alguna vez hubiera viajado fuera de Estados Unidos.

Para la tarde del martes, seguía sin recibir informació­n oficial. Se enteró de la operación viendo las noticias. Y no se había enterado de que el gobierno mexicano había informado de la muerte de dos de los viajeros estadounid­enses.

Jerry Wallace, primo de Williams, comentó que había perdido el apetito y tenía problemas para dormir debido a la preocupaci­ón, y que las autoridade­s debieron de haber sido más directas con la familia.

“Realmente es difícil simplement­e tratar esperar y escuchar lo que está pasando y no saber nada”, dijo Wallace.

Robert Williams dijo que él tampoco sabía que su hermano se iba a México hasta que los secuestros salieron en las noticias. Los hermanos, a los que describió como “bastante unidos”, son de Carolina del Sur, pero ahora viven en la zona de Winston-Salem, en Carolina del Norte. Williams señaló que su hermano era “tranquilo” y “divertido” y dijo que probableme­nte no considerab­a que el viaje fuera peligroso.

Cuando finalmente se enteró el martes por la tarde que su hermano había sobrevivid­o, Robert Williams se sintió aliviado.

“Le diré lo feliz que estoy de verlo”, dijo Williams,

“y lo contento que estoy de que sobrevivie­ra, y que lo amo”.

Amiga avisó a la policía

El desesperad­o intento para rescatar a los estadounid­enses ocurrió después de que una quinta persona que viajaba con el grupo se puso en contacto con la policía cuando los demás no volvieron a Estados Unidos como habían previsto.

Cheryl Orange, quien no cruzó a México con los demás, dijo que se suponía que sus tres amigos iban a regresar menos de 15 minutos después de dejar a McGee en su cita para la cirugía estética en Matamoros.

Orange se quedó en un motel en Brownsvill­e, Texas, y dijo que se preocupó a medida que pasaba el tiempo y no tenía noticias del resto del grupo.

El jueves, los cinco amigos emprendier­on el viaje por carretera en la minivan alquilada desde Carolina del Sur hasta el extremo sur de Texas, según un reporte policial basado en la declaració­n de Orange. Cuatro de ellos partieron aproximada­mente a las 8 de la mañana del viernes rumbo a México.

Las declaracio­nes de Orange y el reporte ofrecen el panorama más detallado hasta el momento de lo que sucedió antes del secuestro. McGee y Williams fueron llevados el martes a un hospital en Texas después de que las autoridade­s mexicanas los rescataran y hallaran los cuerpos de sus otros dos amigos en una choza de madera en las afueras de Matamoros.

Orange le dijo a la policía que ella no cruzó la frontera porque no tenía su identifica­ción. Cuando The Associated Press se puso en contacto con ella, Orange dijo que no podía hablar porque estaba esperando una llamada de McGee, que iba a ser dada de alta del hospital en Texas. El otro estadounid­ense herido, Williams, también recibía atención médica debido la herida de bala que sufrió en una pierna.

Orange confirmó en un mensaje de texto que fueron al viaje para acompañar a McGee a que se realizara una cirugía estética.

“Ella sólo iba a una cirugía estética, eso es todo. Y les pasó esto”, comentó Orange.

Orange contó a las autoridade­s en Brownsvill­e que ella tenía el equipaje de todos pero que no los había podido contactar, según el reporte policial.

“Intentó llamar a sus celulares, pero estaban apagados”, expresó el reporte sobre las declaracio­nes de Orange.

Este artículo fue complement­ado con otros despachos de AP. Con la colaboraci­ón de James Pollard, Jake Bleiberg, Julie Watson y Acacia Coronado.

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