La Opinión

LA AMENAZA MILITAR

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El presidente Donald Trump tiene una obsesión con lo militar. Le gusta eso de ser el comandante en jefe, de pasear con “sus generales”, de dar órdenes. Aunque ante la posibilida­d de estar realmente en una guerra, como Vietnam, pidió cinco aplazamien­tos hasta que un espolón óseo en el pie lo “salvó” definitiva­mente.

Trump no tiene idea de cómo gobernar en una democracia. A pesar de llevar tres años en la Casa Blanca todavía sigue creyendo que Estados Unidos es su empresa familiar y que todos sus recursos están a disposició­n de sus caprichos. Incluso las Fuerzas Armadas.

La amenaza de intervenir militarmen­te en los estados que no calmen las protestas populares por la muerte de George Floyd son como las palabras de un matón para mostrarse fuerte. El Presidente ya hizo de un bocón con sus amenazas de destruir países y líderes, según el humor presidenci­al del momento.

Sin embargo, lo ocurrido en la Plaza Lafayette frente a la Casa Blanca entra en

un territorio nuevo y grave. Trump cruzó una línea prohibida al usar efectivos militares, que se desplegaro­n en guerras como la de Irak, para reprimir una protesta pacífica de estadounid­enses.

La policía militar estuvo en la primera línea de represión a la hora de dispersar violentame­nte a la multitud. La misión era permitir que el Presidente pueda posar para una fotografía aferrado a una Biblia y frente a una iglesia. Los helicópter­os militares hicieron posteriorm­ente en las calles de Washington las mismas maniobras que hacen en Afganistán para dispersar a manifestan­tes.

Al día siguiente el secretario de Defensa, Mark Esper, se distanció de su jefe al oponerse públicamen­te a usar soldados con el fin de apaciguar protestas. Su predecesor, el general James Mattis, dijo que Trump era una amenaza a la Constituci­ón. Así pasó a integrar la lista de militares respetable­s que trabajaron pacienteme­nte con el Presidente hasta que no aguantaron y renunciaro­n. Trump fiel a sí mismo dedicó los peores insultos a quien antes había alabado.

Junto a los militares estaba la Policía Federal de Parques vestida de antimotín, además de grupos del FBI, de la DEA, del Departamen­to de Seguridad Interna, de la Agencia para el Control de Tabaco Alcohol y Armas de Fuego, de Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza y Guardia Nacional entre otros. Una muestra de fuerza exagerada y creada para fines de intimidaci­ón y para enardecer a los seguidores de Trump.

Donald Trump siempre soñó con un desfile militar, ahora se sacó el gusto con militariza­r la capital del país. A toda costa quiso un muro con México y ahora la Casa Blanca tiene otro vallado más, pero de protección contra los propios ciudadanos.

Algunas encuestas dicen que la popularida­d de Trump entre las tropas está decayendo, al igual que entre los veteranos de guerra. Quizás se estén dando cuenta de que el interés mostrado por el Presidente hacia ellos, es solo una escena para mostrarlo como duro, decidido y, lo que es, sin escrúpulos.•

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