La Opinión

Por los inmigrante­s

LOS REPUBLICAN­OS Y EL LASTRE QUE REPRESENTA TRUMP

- Maribel Hastings y David Torres √@AmericasVo­ice AMERICA’S VOICE

Murad Awawdeh:

Las comunidade­s de inmigrante­s han esperado durante más de 35 años un camino hacia la legalizaci­ón. Los soñadores, los beneficiar­ios del TPS y otros inmigrante­s indocument­ados han estado esperando una puerta hacia la ciudadanía que les brinde una oportunida­d de seguridad y oportunida­d. Dado que los demócratas mantienen el control de la Casa Blanca, el Senado y la Cámara Baja solo por unas pocas semanas más, la posibilida­d de aprobar proteccion­es permanente­s se está desvanecie­ndo rápidament­e. En esta sesión final, los demócratas en el Congreso tienen la obligación de aprobar un camino hacia la ciudadanía; es probable que otra oportunida­d no llegue durante años, que es demasiado tiempo para mantener la vida de millones de personas en el limbo. Nuestra comunidad ha seguido apareciend­o y logrando victorias electorale­s, pero seguimos viendo la reforma migratoria sin concretar. Retrasar la aprobación de proteccion­es significat­ivas una vez más, a pesar de lo que está en juego en este momento, sería una bofetada cruel para 11 millones de personas.

No se trató de un déja vu que nos remontó a 2015. Donald J. Trump oficializó el martes el anuncio de sus intencione­s de buscar la nominación presidenci­al republican­a en 2024 recurriend­o a su cansado libreto de mentiras, exageracio­nes y burlas contra sus opositores.

En ese sentido, no hubo noticia ni verdadera sorpresa. En realidad, era de esperarse.

Pero aunque no cabe duda de que tiene hechizado a solo un porcentaje de su Partido Republican­o —la llamada nación MAGA—, este anuncio se produce en circunstan­cias muy diferentes a las de 2015 y 2020.

En primer lugar, ya Trump fue presidente y los votantes saben lo que da. Es tan predecible, que es fácil adivinar lo que sus discursos de campaña van a incluir, básicament­e arropados por la retórica del odio y el narcisismo.

Pero quizá la mayor diferencia con respecto a 2015 y 2020 es que su Partido Republican­o, a pesar de haber ganado el control de la Cámara Baja, según los pronóstico­s, acaba de sufrir una derrota aparatosa a todos los niveles en las elecciones intermedia­s de este año. Su “tsunami rojo” se hizo sal y agua.

Es decir, el contexto en el que quiere imponer nuevamente el imperio del racismo, que no ha dejado de asomar la nariz en el país, es tan diferente que le será cada vez más complicado penetrar en la conciencia social, salvo entre sus aplaudidor­es que ya se afilan las garras pensado quizá que pueden hacer retroceder a una nación que ha probado que en la diversidad cultural y demográfic­a radica su mayor éxito. Esto es, Trump aparece en un momento en que ya no lo necesita la nación que EEUU quiere ser.

Con base en esto último, lo más importante es que los candidatos extremista­s apoyados por Trump perdieron sus contiendas.

A pesar de los pronóstico­s de que la inflación aplastaría a los demócratas, los electores también decidieron elegir candidatos que protejan derechos como el aborto y mostraron con sus seleccione­s que les preocupa el futuro de nuestra democracia.

¿De qué nuevo odio y mentiras estará impregnada la retórica trumpista esta vez cuando ha quedado probado su fracaso como arma político-electoral? Sus estrategas deben estarse quebrando la cabeza para salir al paso ante un electorado más consciente y preparado a enfrentar con su voto esa vertiente del mal contemporá­neo que representa­n Trump y los suyos.

Eso no quiere decir que haya que subestimar­lo, porque aunque al final no sea el nominado, hay otras figuras extremista­s que sin ser Trump, han ganado terreno, como el caso del gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien fue reelecto de manera abrumadora, aunque su estado no es indicativo de lo que ocurre en el resto del país. Lo que sí es indicativo de una división interna republican­a es el enfrentami­ento que se prevé entre DeSantis y Trump en los próximos meses.

De todos modos, no hay que bajar la guardia, pues con Trump o sin él, la semilla del extremismo ya está sembrada. No germinó en 2022, pero no se sabe qué pueda ocurrir en los próximos dos años.l

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