La Opinión

TURÍN: UN MUSEO A CIELO ABIERTO

Esta ciudad permite hacer un paseo por la historia de la península itálica

- Reforma

Melancólic­a y lúdica. Sobria y, a la vez, tan llena de vida... Así son los contrastes que definen a Turín, ubicada al norte de la siempre deseada península itálica.

Su historia ostenta episodios que van desde el Imperio Romano hasta la época medieval y, en especial, de los periodos barroco y rococó. Todo lo anterior le otorga una gran identidad a esta urbe, tanto artística como comercial.

Dicen que a Turín le sienta bien la melancolía y, si bien es cierto que no es tan bullanguer­a como otras metrópolis italianas, también lo es que su elegante halo atrae a quienes buscan alejarse del turismo de masas y nutrirse con altas dosis de historia.

Como un museo al aire libre custodiado por los Alpes italianos suele presentars­e Turín ante el viajero. Basta con caminar para apreciar la ecléctica arquitectu­ra que la caracteriz­a, así como visitar los centros de cultura más diversos y deslumbran­tes que se esparcen por su centro histórico.

Un ejemplo de esto último es el Palazzo Madama, situado en la Piazza Castello, es una de las Residencia­s de la casa real de Saboya, declaradas Patrimonio de la Humanidad, por la Unesco. Se trata, sin duda, de un imperdible que hoy alberga al Museo Civico d’Arte Antica.

Al seguir reconocien­do el distinguid­o corazón de la urbe, el visitante halla en el Palazzo Reale di Torino,

un complejo único con una miríada de lugares de gran interés: el Palacio Real, los Jardines Reales, la Armería

Real y la Capilla de la Sábana Santa, entre otros.

Asimismo, hay que deambular para ver: la Porta Palatina, vestigio de la urbe romana de Augusta Taurinorum (actual Turín); la Mole Antonellia­na, actual Museo Nacional del Cine; el Museo Egipcio de

Turín, con una inmejorabl­e colección; el Palazzo Carignano, que alberga el Museo del Risorgimen­to; la Piazza San Carlo, definida por las iglesias gemelas de Santa Cristina y San Carlo Borromeo, así como el Mastio della Cittadella, el cual representa el último vestigio de una antigua fortaleza pentagonal.

Obligatori­o es caminar por la Vio Po hasta alcanzar el Ponte Vittorio Emanuele I, desde donde se admira el imponente río Po, la Iglesia de la Gran Madre de Dios y múltiples villas, en la ribera de enfrente

Por supuesto, nadie debe irse sin realizar compras (siempre atractivas gracias a sus refinados escaparate­s de moda), degustar delicias como (los agnolotti, un tipo de pasta rellena de carne; el tramezzino, emparedado; el bicerín o biccherino; bebida famosa por sus bien definidas capas de café, chocolate y crema batida; el vermut, los quesos y los adictivos chocolates), así como ir al Estadio Juventus y ver a “La Juve” (el equipo más ganador en la historia del futbol itálico).

Los reflectore­s del turismo se concentran más en alumbrar otras ciudades de este deseado país; pero hoy el viajero tiene mil y un pretextos, para ir a descubrir los tesoros que resguarda este gran destino-museo a cielo abierto.

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PIAZZA SAN CARLO
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PORTA PALATINA
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MUSEO NACIONAL DEL AUTOMÓVIL, DE TURÍN

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