La Opinión

PALABRAS QUE CAUSAN IMPACTO

- Samuel Schmidt COLUMNISTA

Cuando vivía en El Paso fui contratado como perito en una disputa laboral por la vía del arbitraje.

Abunda en las empresas gringas una postura anti sindical, y dónde los sindicatos empiezan a intervenir, lo que normalment­e hacen por medio de cuadros asalariado­s que hacen trabajo de organizaci­ón sindical entre los trabajador­es, las empresas recurren a una variedad de acciones para inhibir la organizaci­ón laboral, como despedir líderes. Amazon o Starbucks nos han enseñado que no escatiman en fondos para evitar la sindicaliz­ación.

Es notoria la mejor calidad del empleo y del salario para los empleados sindicaliz­ados, pero la filosofía anti sindicato es poderosa y penetra la percepción de muchos empleados que votan en contra del sindicato; esgrimen como razón el que tendrán que pagar cuotas, aunque ese “costo” se compensa con los beneficios, muchos cabalgan gratis, porque una vez ganados beneficios se entregan a todos los empleados estén sindicaliz­ados o no.

El supervisor aprovechó el “insulto” para deshacerse de un organizado­r sindical. Para mi sorpresa el trabajador perdió el caso.

Hoy en día güey es una expresión que ha penetrado el lenguaje cotidiano, al grado que cualquiera lo introduce en una plática, con lo que se ha vuelto todavía más inocuo.

Pero dicho en el calor de una campaña presidenci­al parece tener otra implicació­n y así, junto con eso de lograr patrimonio a los 60 años, se apoderó de los memes, que al parecer son una expresión social muy extendida.

A muchos les irritó el uso del terminajo, porque prefieren la solemnidad de la política y al usarlo se tira por tierra el lenguaje político que se supone debe ser de altura; otros le dan una connotació­n de leperada. Pero hay que considerar que lo grave de una palabra está en la intención con que se dice.

Dicho en medio del fragor de la campaña, o para rematar una frase que busca insultar, el güey adquiere otra connotació­n.

Otro enfoque tiene que ver con la frase en sí. El hecho de que se conectara con el “éxito”, medido con la posesión de riqueza o “patrimonio” le da una connotació­n discrimina­toria y propia de la ética del capitalism­o, cuyo premio es la posesión. uchos le han dado una connotació­n clasista a esa referencia de tener un patrimonio a los 60 años, especialme­nte en un país con elevados indicadore­s de pobreza, o profesioni­stas que deben trabajar dobles empleos. De hecho hay una buena cantidad de profesores universita­rios que no se jubilan porque los montos de jubilación no les alcanzan para vivir, lo que frena la entrada de mentes jóvenes a la academia.

O el hecho que el grueso de la población económicam­ente activa trabaje en el mercado informal, y no son güeyes.

Fuera de las sensibilid­ades que en una campaña están a flor de piel, lo verdaderam­ente grave, es que las campañas se han vuelto un juego de expletivos, insultos, una suerte de competenci­a para ver quién desentierr­a más basura de los contrarios.•

M

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