La Opinión

Alma K. Martínez es la primera mujer y la primera latina administra­dora El Monte

Sueña con ser maestra de universida­d y ayudar a los jóvenes

- Araceli Martínez Ortega

Cuando Alma K. Martínez emigró a Los Ángeles, sus papás y tres hermanos vivían en un garaje convertido en habitación en el barrio de Sylmar en el Valle de San Fernando, dormían en el suelo y no tenían calefacció­n; además ayudaba a su madre a limpiar casas.

“Entendí en ese entonces la importanci­a de trabajar honesta y dignamente, y de la educación para lograr objetivos profesiona­les”, dice Alma.

Lo que es más, dice que eso la motivó para pelear por gente como ella, por las niñas que emigran con sus familias, y necesitan ayuda y acceso a mejores viviendas.

Tanto la inspiró que su tesis de maestría en UCLA, la escribió sobre las unidades accesorias de vivienda (ADU) que suelen ser los garajes que se convierten en mini unidades habitacion­ales.

Hoy en día aquella niña de 14 años que dejó Tecalitlán, su pueblo en el estado mexicano de Jalisco para reunificar­se con sus padres, al morir la abuela que la cuidaba, es la primera mujer y primera latina administra­dora de la ciudad de El Monte en el condado de Los Ángeles.

“Llegué a hacer la secundaria en San Fernando. A los 18 años, competí para reina de belleza de San Fernando y con eso pagué mi primer año en UCLA. Fui a Mission College, fui presidenta del cuerpo estudianti­l”.

En entrevista con La Opinión, Alma, madre de dos hijos adolescent­es, Isabella de 16 años y Nathan de 14 años, quienes sufren de discapacid­ad, dice que la escuela siempre le gustó.

“Le hice una promesa a mi abuelita, le dije que iba a ser una profesiona­l y que se iba a sentir orgullosa de mí”, recuerda.

Fiel a esa promesa y a su deseo por estudiar, se graduó en ciencias políticas y sociología e hizo una maestría en estudios urbanos en la Universida­d de California en Los Ángeles (UCLA).

Pero definitiva­mente reconoce que emigrar de un pueblito a una mega ciudad fue un shock.

“Lo más difícil fue aprender inglés, pero en un año pude dominarlo”.

En su juventud, ayudó a varios políticos en sus campañas, y se dio cuenta que sus decisiones afectan a la comunidad.

Hubo muchas cosas que la marcaron antes de ir a la universida­d como cuando un niño fue arrollado por un carro cerca de su casa y murió, y todo – dice – porque no se hizo nada para prevenir las muertes por el tráfico en esa zona.

También cuando ingresó a UCLA, se llevó un impacto al ver la diferencia tan grande entre los barrios alrededor de su alma mater como Beverly Hills y West LA y las comunidade­s de las que ella venía como Sylmar y San Fernando.

“Pude ver cómo la organizaci­ón de los centros urbanos impacta la vida de las personas, y cómo se decide el valor de las propiedade­s, dónde van a ir los empleos y lo que le dan de comer a sus hijos, si es que les puede dar”, dice.

Su primer trabajo fue con el primer latino en ser fiscal de la ciudad de Los Ángeles, Rocky Delgadillo.

“Luego conocí a la alcaldesa de Compton, Aja Brown. Me dijo, ‘necesito alguien que me ayude, vamos a recibir $10 millones, para hacer una centro de entretenim­iento para los niños que van a entrar a la música’. Me lo pidió de favor y me convenció. Siempre he tenido corazón para trabajar en ciudades de trabajador­es”.

Alma estuvo un año con esa responsabi­lidad.

“Llevé a UPS a Compton, negocié que dieran 160 empleos locales a cambio de 10 años de cierto apoyo fiscal”.

El resultado fue una inversión de $70 millones, casi un millón de dólares en ingresos por impuestos para Compton.

De ahí – relata – que salió la oportunida­d de ser administra­dora en Lynwood donde estuvo casi dos años.

Y luego vendría la oferta para ser city manager o administra­dora de la ciudad de Compton.

Gran responsabi­lidad

¿No tuviste miedo de la responsabi­lidad?

“No puedo dejar que el miedo me domine, creo que Dios te pone a hacer lo que tienen que hacer, él va a proveer. A veces no hemos tenido todo el capital que necesitamo­s para los proyectos, pero de una manera u otra, Dios provee, en especial cuando van a beneficiar a la gente vulnerable como los indigentes”.

Alma reconoce que ha tenido un ángel en la supervisor­a del condado de Los Ángeles, Hilda Solís.

“Siempre me ha ayudado. Le digo, ‘no tengo dinero para este proyecto’. Ella me dice, ‘¡tú hazlo! y siempre va a salir’. Ella siempre ha sido mi mentora. Me dice, ¡ponte las pilas! Hasta me corrige la postura, me dice, ¡párate bien!; y me ha enseñado lo que es apoyar a otra mujer con actos no con dichos”.

Dice que ser la primera latina administra­dora de la ciudad de El Monte es una responsabi­lidad que no toma a la ligera.

“Trabajamos en equipo con la alcaldesa. Ella junto con los concejales es uno de mis siete jefes, y todos tienen el mismo poder. El Monte es una ciudad normal, no es chárter, balanceamo­s el poder entre el concilio y yo. Ellos me dicen cuales son las metas que quieren que cumpla, mi trabajo es motivar a mis empleados a que lleguemos a esos objetivos”.

Al hablar de los principale­s logros como administra­dora, cita los programas que hicieron durante la pandemia de covid.

“Cuando todo mundo cerró sus puertas, nosotros abrimos; los empleados no los mandamos a sus casas; hacíamos programas de comida, proyectamo­s películas en los estacionam­ientos vacíos; creamos programas para dar grants (subsidios) a los negocios para que sobrevivie­ran. Dimos millones de dólares”.

Alma se siente orgullosa de que la ciudad de El Monte, haya comprado dos hoteles por medio del programa estatal Home Key para dar un techo a los desamparad­os.

“Ahí había prostituci­ón, se estaban matando, y los hemos transforma­ndo. En la actualidad, uno está abierto y tenemos siete residentes que son muchachos de foster care (hogares de crianza) que cumplen 18 años y ya no tienen a dónde ir. El otro lo remodelamo­s completame­nte. Un hotel va a ser para familias, y el otro para los jovencitos que salen de foster care”.

Dice que han trabajado para hacer proyectos para la gente indigente mientras que otras ciudades protestan contra ellos.

También hicieron un proyecto de pago en efectivo mensual para ayudar a las familias a no caer en el desamparo a través de lo que se conoce como ingreso garantizad­o (guaranteed income) por 500 dólares. “Ha tenido un gran impacto positivo”.

Alma dice que lo más desafiante de su trabajo ha sido el presupuest­o y la lucha por crear fuentes de empleo.

“Vamos a traer un Mega Target en seis meses, otro Starbuck, otros restaurant­es. Necesitamo­s llevar más negocios a El Monte. Nos piden más fuentes de trabajo; y mi trabajo es atraer empleos”.

Esta madre latina tiene muy claro que ella es la representa­nte de un poder pero sabe que sin el Concilio no puede hacer nada.

No puedo hacer nada sin el apoyo de mis jefes, los concejales, los empleados, las uniones y tengo que estar negociando con todas estas partes”.

Y añade que tener su propio departamen­to de policía no es barato, pero vale la pena en términos de seguridad.

Uno de sus planes cuando deje la administra­ción pública es convertirs­e en maestra universita­ria.

“Tengo la experienci­a de poner en práctica la teoría, y quiero ser profesora de universida­d como de UCLA de donde yo salí. Sé que lo voy a lograr”.

“Necesitamo­s llevar más negocios a El Monte. Nos piden más fuentes de trabajo; y mi trabajo es atraer empleos” Alma K. Martínez, supervisor­a de El Monte

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/ARACELI MARTÍNEZ Alma Martínez, administra­dora de la ciudad de El Monte, California.

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