TRUMP CONTRA TWITTER
El presidente Donald Trump tiene dificultades con Twitter, su red social favorita para comunicar todo lo que se le pasa por la cabeza. En realidad, el problema que tiene es con su tendencia a mentir descaradamente sin importar cuán grande es el embuste o a quién perjudica.
Enhorabuena: parece que esta vez Trump está tocando un límite en el ejercido diario de comunicar a sus más de 80 millones de seguidores su rencor, insultos y faltas. En los últimos días una serie de sucesos indican que la paciencia se está perdiendo.
El presidente utiliza Twitter como un martillo que golpea incesantemente a quien él percibe como enemigo. Es un disco rayado en el que repite hasta el hartazgo frases y conceptos de su fabricación bajo el viejo lema de que a fuerza de repetición siempre algo queda. Y un desahogo para su ego monumental para alardear de logros falsos, ponerse como víctima y hablar de sí mismo en tercera persona.
Trump juega con la ambivalencia causada cuando sus acólitos definieron cada tuit como una declaración presidencial. Efectivamente, las reacciones pasadas de gobiernos e individuos muestran que se toman muy en serio esas declaraciones.
Al mismo tiempo sus aliados le quitan importancia cuando esas declaraciones son una vergüenza y humillantes.
La última obsesión presidencial consiste en implicar que el periodista de MSNBC y excongresista republicano Joe Scarborough mató a una empleada antes de salir del Congreso, pese a confirmarse que murió accidentalmente. En un momento hubo una buena relación entre ambos, hasta que el hoy periodista cuestionó las actitudes de Trump. De ahí en más los ataques presidenciales son continuos, virulentos y se agudizaron en esta semana.
Dos diarios conservadores, The Wall Street Journal y The Washington Examiner, publicaron editoriales condenando la nueva teoría conspirativa. Cuestionaron su liderazgo por obsesionarse por esta cuestión en plena pandemia. La familia de la empleada ruega que se respete su memoria sin que ello cambie en lo mínimo el tuit de Trump.
Finalmente, Twitter, que intenta limpiar su plataforma de las abundantes mentiras, marcó como engañoso un tuit de Trump en el que afirma que el voto por correo es un fraude. Una tarea complicada cuando se trata de evitar el mal uso de la red social.
Para Trump no existe verdad o mentira. Quien no piensa como él es un enemigo. Por eso planteó, según reportes, emitir una orden ejecutiva para retirar protecciones contra demandas que empresas de medios digitales han tenido desde 1996. Trump alega censura pero su medida luce a represalia.
Querer controlar los medios sociales es la aspiración de dictadores. Se trata de un valioso vehículo de información, pero de doble filo. Depende de cómo se utilice. Trump es el ejemplo de la manera más maligna de usarlos. Su afán de sancionarlos porque verifican la falacia de sus dichos es otra actitud autoritaria.