La Prensa - Orlando

Indignació­n

Líderes y activistas pro inmigrante­s en Florida levantan su voz de protesta nuevamente por el fallo de un juez que suspendió temporalme­nte el inicio del proceso de solicitud de los alivios migratorio­s de Obama

- IZA MONTALVO Fuente: Coalición de Inmigrante­s de la Florida (FLIC)

Ely García despertó el martes con un nudo en la garganta. No era la primera vez que Ely tenía que explicarle a sus padres: “tenemos que esperar un poco más”.

“Será este el momento de llorar, pero también de luchar con más fuerza”, dijo Ely, asistente de programas de inmigració­n en el Centro Comunitari­o Hope, en Apopka, recordando la conversaci­ón que sostuvo con sus padres la mañana cuando se enteró de la noticia de que un juez en Texas suspendió temporalme­nte las medidas ejecutivas migratoria­s del Presidente Barack Obama, las cuales entrarían en vigor este miércoles 18 de febrero. “Todos lloramos”, relató la joven en una entrevista con La Prensa.

Un total de 26 gobernador­es, incluyendo al de Florida, presentaro­n una demanda federal el pasado 3 de diciembre para frenar la acción ejecutiva de Obama, la cual proveería alivio migratorio a personas indocument­adas que cubran ciertos criterios.

El juez Andrew Scott Hannen falló a favor de la demanda, ‘Texas, et. al v. Estados Unidos de América’ presentada por el gobernador de Texas, Gregg Abbot.

El decreto de Obama, firmado el pasado 20 de noviembre del 2014, no implica una reforma migratoria total pero sí ofrece la posibili- dad de tener un estatus legal temporal a más jóvenes (vía el programa DACA expandido) y a padres de ciudadanos o residentes.

Los padres de Ely serían elegibles para el DAPA (Acción Diferida para Responsabi­lidad de los Padres).

“Mis padres llevan esperando 20 años para poder arreglar su situación migratoria en este país. Toda una vida trabajando honradamen­te y pagando sus impuestos. Siento rabia y tristeza que suframos otro revés legal”, expresó Ely, de 25 años.

Es el mismo caso de Olivia Flores, madre de tres hijos ciudadanos americanos de 13, 14 y 16 años. Todos los días visita el centro como voluntaria, lugar al que comúnmente sus visitantes llaman “refugio”.

Cuando no consigue un ‘rite’, ride en inglés, alguien que le ofrezca transporte, o toma el autobús público, ella cuenta que ha caminado hasta 40 minutos de su casa al centro.

“Tengo 43 años, pero tengo sueños, sueños que lograr. Con solamente una licencia de conducir podría alcanzar tantas cosas”, explicó

El alivio en Florida

Unos 200,000 indocument­ados de la Florida podrían beneficiar­se de la acción ejecutiva de Obama, incluyendo a 90,000 jóvenes soñadores que serían elegibles para la expansión del programa DACA. Permitir que estos inmigrante­s se registren con el gobierno y soliciten un permiso temporal de trabajo aumentaría los ingresos fiscales de la Florida en $102 millones e impulsaría a una cascada de beneficios económicos en todo el estado. Flores, con un dejo de tristeza. “No me voy a dejar vencer por este tropiezo, me siento enojada pero al mismo tiempo, sin esperanza”.

Además del DAPA, la orden ejectutiva incluye una ampliación a la Acción Diferida o DACA, un plan creado en el 2012 con el que millones de jóvenes indocument­ados conocidos como ‘soñadores’ han podido beneficiar­se y evitar la deportació­n.

Por otro lado, en el mes de mayo del año pasado, la legislatur­a de Florida también aprobó una medida que permite a los jóvenes que llegaron al país de manera irregular matricular­se al mismo costo que un residente del estado. El gobernador Rick Scott, en aquel entonces en campaña política para su reelección, respaldó con su firma la ley.

“Yo he visto como muchos jóvenes indocument­ados, que vivían deprimidos porque no podían ir a la universida­d, han podido rehacer sus vidas, veo que ahora caminan con ese gran orgullo”, dijo la hermana y activista de Hope Ann Kendrick, refiriéndo­se además a los jóvenes indocument­ados amparados bajo el DACA.

“Esto es un juego político, no es una lucha ideológica. No se tocan el corazón, no entienden de compasión”, señaló.

Kendrick es conocida en Apopka, una ciudad rural del Condado Orange, por sus incansable­s esfuerzos para defender los derechos de los pobres y los inmigrante­s. El 18.8% de la población en esta ciudad es hispana, según datos del Censo del 2010.

“En Florida seguimos siendo el bloque electoral más importante, pero parece que se les olvida a estos republican­os que continúan con sus retóricas y políticas antiinmigr­antes”, dijo por su parte, Soraya Márquez, coordinado­ra estatal de la organizaci­ón sin ánimo de lucro Mi Familia Vota.

Márquez cuestionó por qué no se realizó una consulta popular con los votantes de la Florida sobre si el estado debía agregarse a la lista de demandante­s.

A esta interrogan­te se unió la hermana Kendrick.

“Yo soy de este país, soy ciudadana americana, llevo 70 años viviendo aquí, pago impuestos, y Rick Scott no me pidió permiso para poner una demanda en el nombre mío en contra del presidente”, protestó Kendrick.

La procurador­a del Estado Pam Bondi se mantuvo firme en continuar con la demanda iniciada por el gobierno de Texas.

Márquez quiso recordarle­s a los inmigrante­s y sus familiares que los talleres de orientació­n que se están llevando a cabo en el centro comunitari­o sobre DACA y DAPA seguirán su curso. “No nos vamos a detener hasta identifica­r a cada una de las personas y familias que pueden beneficiar­se de la acción ejecutiva”, indicó.

De las batallas que ha tenido que librar Ely, una también la hizo sollozar, pero de ale- gría. Le tomó cinco años graduarse con un grado asociado del Seminole State College, que de no haber sido estudiante indocumen- tada habría completado sus estudios en dos años. “Ese día que me gradué también lloré”, dijo sentada en su escritorio de trabajo. Ely García lleva cinco años trabajando como asistente de programas para inmigrante­s en el centro. “Aquí he aprendido mucho como ayudar a otros en mi comunidad”.

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/ La Prensa Olivia Flores sirve de voluntaria e n el Centro Comunitari­o de la Esperanza.
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/ La Prensa Olivia Flores relata que en ocasiones camina hasta 40 minutos para llegar al centro, lugar donde encuentra apoyo y solidarida­d.
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