El presupuesto de DHS
Si alguien creía que el dominio republicano de ambas cámaras del Congreso iba a eliminar las disputas internas partidarias que tienen paralizado a la capital, la situación del presupuesto del Departamento de Seguridad Interna (DHS) da por tierra con toda esperanza.
Faltan pocos días para que venza la fecha límite para aprobar el plan de gastos de DHS. Si no se aprueba, cerca de 200,000 personas en el área administrativa quedarán momentáneamente sin empleo.
La falta de dinero no significa el cierre de esta agencia federal a cargo de la seguridad doméstica en momentos de inquietud sobre la amenaza terrorista. El 85% del personal de DHS seguirá trabajando, aunque sin goce de sueldo, porque se le considera esencial para proteger la seguridad nacional.
Esto no es justo, pero se acomoda a la posibilidad esbozada por algunos congresistas y columnistas conservadores que respaldan un “cierre” del DHS culpando de ello a los senadores demócratas por supuestamente oponerse a un presupuesto al que le agregaron la eliminación de todas las acciones ejecutivas y le impusieron elementos que ayu- den a la rápida deportación de indocumentados.
El presidente de la Cámara de Representantes John Boehner culpa a los demócratas del estancamiento, cuando en realidad hasta hay senadores republicanos, como John McCain y Lindsey Graham, que están de acuerdo en separar el financiamiento de DHS de la inmigración. Más aún después del fallo en Texas en contra de la Casa Blanca.
Hay legisladores conservadores para quienes lo más importante es la oposición a las acciones ejecutivas. Tienen la esperanza de que no se sienta el impacto del cierre parcial y que la opinión pública vea a Obama como el responsable. E incluso en el difícil caso que la moción sea aprobada por el Senado, las posibilidades de que se aprueben las demandas de la Cámara Baja sobre inmigración son remotas, porque se necesitaran 67 votos para eliminar un inevitable veto presidencial.
Esperamos que se separe el presupuesto de DHS de las acciones ejecutivas. El no hacerlo será una costosa victoria del sector más recalcitrante, en detrimento de otro sector republicano más razonable y del país. Ojalá que al final reine la sensatez.