La Prensa - Orlando

Cambios de actitud sobre inmigració­n

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Una señal de la cercanía de una elección es cuando los aspirantes a la presidenci­a cambian de posiciones. Si esto ocurre en el área de inmigració­n, hablamos especialme­nte de los republican­os.

Hace unos días se realizó en un suburbio de Washington DC la reunión del Conservati­ve Political Action Conference (CPAC) que reúne a activistas conservado­res con sus líderes. Además, permite el desfile de todo aquel con un sueño presidenci­al y la intención de ganar adeptos conservado­res.

La inmigració­n es tema favorito de los conservado­res, junto con los impuestos, las regulacion­es federales y el presupuest­o. La diferencia es que mientras hay una consistenc­ia de pensamient­o en la carrera de un político, por ejemplo en bajar impuestos y eliminar regulacion­es, no se puede decir lo mismo en cuanto a la inmigració­n. Allí las posiciones cambian.

Esto ocurrió con candidatos pasados como el senador John McCain, que endureció su posición dejando atrás una carrera de moderado en inmigració­n. Y Mitt Romney, que alguna vez respaldó un camino a la ciudadanía para los indocument­ados y luego pasó a ser el candidato de la autodeport­ación.

En CPAC, el senador Marco Rubio defendió su giro de 180 grados, de ser un autor de la reforma integral de inmigració­n a confesar que aprendió la “lección” y hoy no haría nada sin antes asegurar la frontera.

El gobernador de Minnesota Scott Walker aprovechó estos días para anunciar su cambio de posición en inmigració­n y, al igual que Rubio, ya no habla de legalizaci­ón sino de asegurar la frontera primero. Esto significa en la práctica un no a la reforma integral. Jeb Bush defendió en CPAC su postura de apoyar una legalizaci­ón, pero aseguró que su primera medida de gobierno sería eliminar las acciones ejecutivas de Obama. Y si de cambio se habla, Bush ya abandonó su postura de un camino a la ciudadanía.

Esto es preocupant­e porque en la práctica esta retórica es la que tiene paralizada la reforma migratoria en el Congreso y amenaza con más deportacio­nes. Y todo no en aras del interés nacional sino de cortejar a los más radicales conservado­res, una actitud necesaria para que un político logre la nominación presidenci­al del Partido Republican­o pero muy problemáti­ca y, en realidad, contraprod­ucente para los republican­os con miras a la elección general.

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