EL CLAMOR DE LA JUVENTUD
Se estima que unas dos millones de personas marcharon el sábado pasado en más de 800 ciudades de EEUU. Los jóvenes de la secundaria en Parkland hicieron el llamado para exigir nuevas leyes que regulen las armas de fuego. Estudiantes y adultos de todo el país respondieron.
La matanza de 17 personas en la secundaria Marjory Stoneman Douglas fue el catalizador de este movimiento que marchó “por nuestras vidas”. Pero el fácil acceso a los fusiles de guerra no es sólo un problema de seguridad escolar, es además una tragedia de nuestra sociedad.
Los mensajes de los estudiantes de Parkland fueron conmovedores. Los seis minutos y 20 segundos de silencio de la joven Emma González, el tiempo que le tomó a al tirador matar 17 personas en su escuela, fueron estremecedores.
La misma contundencia se sintió al ver a miles de adultos que caminaron junto a los adolescentes llevando la fotografía de un ser querido muerto por un arma de fuego. El dolor de la pérdida inexplicable los unió. La indignación de que esto siga ocurriendo día a día movilizó a la multitud.
Washington no se destaca por su valor. Muchos legisladores y el presidente Donald Trump, a quienes las quejas estaban dirigidas, no estuvcieron en la ciudad para ver y escuchar el clamor.
El silencio del Twitter presidencial fue estruendoso. El sábado se refirió a sus abogados, el domingo celebró la independencia de Grecia. Las marchas de millones de sus ciudadanos no lo inmutaron.
Trump y el Congreso se dan por satisfechos con haber pasado una ley que mejora el deficiente sistema de averiguación de datos al comprar un arma y con financiar un programa de seguridad escolar. Además de prohibir la venta de las culatas especiales mediante una orden interna.
Estas medidas son aceptadas por la Asociación Nacional del Rifle (NRA), como es la de tener gente armada en las escuelas.
Pero en realidad resultan insuficientes y están muy detrás de la exigencia mayoritaria de la sociedad al respecto.
Las marchas del 24 de marzo son una luz de esperanza y un activismo cívico meritorio y necesario. Con todo, los jóvenes que lo impulsaron han sido criticados de modo equívico. Por ejemplo, algunos consideran esas marchas como un ataque contra la Segunda Enmienda, pero los propios estudiantes han dicho que no piden que esa norma (que garantiza el derecho a portar y poseer armas) sea abolida. Lo que quieren es mayores y mejores controles a la compra de esas armas y la prohibición de la venta de armas de asalto en el país (algo que ya estuvo vigente y expiró en 2004).
Ahora, el movimiento de esos jóvenes se enfoca en promover el voto este noviembre para lograr más acción desde el Congreso y poder mitigar la violencia armada en el país.l