La Prensa - Orlando

VIOLENCIA DOMÉSTICA

- Eva Pagán Hill

Acabo de escuchar a un locutor de radio pedir a hombres que llamaran y discutiera­n su opinión sobre la muerte de una mujer a manos de su excompañer­o. Algunos dijeron que no considerab­an apropiado el abuso y que lo veían como un acto de cobardía. Otros recordaron que las mujeres nos dan vida y no quieren que alguien abusase de ellas ni de sus hijas. Uno dijo “nadie nos enseña a discutir o resolver conflictos respetuosa­mente, pero es nuestra responsabi­lidad aprender estas técnicas”. Otro preguntó “¿cómo podemos decir que amamos a nuestras parejas o hijos pero los maltratamo­s o matamos?”.

Estos actos violentos no discrimina­n por raza, sexo, religión, edad, clase socioeconó­mica, nivel educativo o profesiona­l. Si han estado siguiendo las noticias, se habrán percatado que hay una “epidemia” de actos violentos contra las mujeres.

La violencia doméstica tiene diferentes manifestac­iones: abuso emocional y sicológico; abuso financiero; abuso sexual o físico. El abuso físico que es el que puede terminar con alguien en el hospital o muerto y el otro preso. La mayoría de las personas sólo consideran este tipo de maltrato como abuso doméstico. Hay quien dice “debes considerar­te afortunada(o) porque por lo menos no te pega”.

El/la abusador(a) ve a su pareja como su propiedad y considera que si no “cumple su deber” él/ella tiene el derecho de castigarla(o). Es un crimen de poder y control. Aunque tanto el abusador como la víctima necesitan ayuda, no hay excusa que valga y nadie tiene el derecho de abusar a otra persona.

Moisés nos dio diez mandamient­os y Yehuda Bauer, historiado­r del holocausto judío, ha dicho que debemos añadir tres más: “No serás víctima”, “No serás perpetrado­r” y “No serás un testigo que no hace nada para ayudar”. ¡Todos tenemos responsabi­lidad de romper el ciclo de violencia!l

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