VIOLENCIA DOMÉSTICA
Acabo de escuchar a un locutor de radio pedir a hombres que llamaran y discutieran su opinión sobre la muerte de una mujer a manos de su excompañero. Algunos dijeron que no consideraban apropiado el abuso y que lo veían como un acto de cobardía. Otros recordaron que las mujeres nos dan vida y no quieren que alguien abusase de ellas ni de sus hijas. Uno dijo “nadie nos enseña a discutir o resolver conflictos respetuosamente, pero es nuestra responsabilidad aprender estas técnicas”. Otro preguntó “¿cómo podemos decir que amamos a nuestras parejas o hijos pero los maltratamos o matamos?”.
Estos actos violentos no discriminan por raza, sexo, religión, edad, clase socioeconómica, nivel educativo o profesional. Si han estado siguiendo las noticias, se habrán percatado que hay una “epidemia” de actos violentos contra las mujeres.
La violencia doméstica tiene diferentes manifestaciones: abuso emocional y sicológico; abuso financiero; abuso sexual o físico. El abuso físico que es el que puede terminar con alguien en el hospital o muerto y el otro preso. La mayoría de las personas sólo consideran este tipo de maltrato como abuso doméstico. Hay quien dice “debes considerarte afortunada(o) porque por lo menos no te pega”.
El/la abusador(a) ve a su pareja como su propiedad y considera que si no “cumple su deber” él/ella tiene el derecho de castigarla(o). Es un crimen de poder y control. Aunque tanto el abusador como la víctima necesitan ayuda, no hay excusa que valga y nadie tiene el derecho de abusar a otra persona.
Moisés nos dio diez mandamientos y Yehuda Bauer, historiador del holocausto judío, ha dicho que debemos añadir tres más: “No serás víctima”, “No serás perpetrador” y “No serás un testigo que no hace nada para ayudar”. ¡Todos tenemos responsabilidad de romper el ciclo de violencia!l