DEJAR A LOS HIJOS CRECER
Tener hijos es una de las experiencias más gratificantes y a la vez más intimidantes. Los padres tenemos las mejores intenciones, pero no hemos tenido las experiencias ni el entrenamiento para asumir esta responsabilidad. Deseamos darles a nuestros hijos lo que nosotros no tuvimos y protegerlos para que no pasen trabajo o sufran.
Tristemente, aunque bien intencionados, al complacerlos constantemente, permitirles que “manden” o no hacer que ellos enfrenten las consecuencias de sus actos y cada vez que cometen un error los rescatamos, les hacemos más daño que bien. Contribuimos a que se conviertan en adultos irresponsables.
¡Todos los extremos son dañinos! Por otro lado, si somos “dictadores”, intransigentes, constantemente criticándoles y queremos controlar todo en sus vidas, tenemos resultados similares. Es mejor tener menos reglas que se cumplan, que muchas reglas que nadie cumple, incluyendo a los padres.
Lo cierto es que la lucha, el esfuerzo y los retos son de gran beneficio en nuestras vidas. Esto es lo que nos mantiene vivos, lo que nos motiva y nos da un sentido de logro. Cuando los padres tratamos de eliminar todo lo desagradable, todas las barreras, todo lo que requiere esfuerzo y sacrificio de la vida de nuestros hijos estamos creando un mundo de fantasía donde ellos piensan que todo en la vida es fácil.
Estamos evitando que “crezcan” como personas y logren la madurez y las destrezas necesarias para enfrentar la “vida real”. Al no estar preparados, muchos de ellos fracasan o recurren al uso de alcohol o drogas para escapar de la realidad y sentirse bien.
Reconozcamos sus fortalezas y usémoslas para motivarlos a esforzarse por superar sus puntos de debilidad. Ayudémosles a desarrollar las destrezas necesarias para enfrentar los retos que la vida les traerá con madurez y responsabilidad.