CAOS EN LA FRONTERA SUR
La imagen de una madre huyendo con sus dos hijas de los gases lacrimógenos lanzados desde el lado estadounidense de la frontera hacia México es desagradable e indignante. No corresponde a la de una nación basada en la fuerza inmigrante que se ha preciado de su generosidad hacia el necesitado a lo largo de la historia.
Los hechos ocurridos el domingo pasado en la frontera bien podrían haber sido evitados de haberse manejado de otra manera la cuestión del asilo que piden miles de centroamericanos. El intento de cerca de medio millar de personas de entrar a la fuerza a EEUU en el área de San Ysidro no es aceptable, pero sí entendible. Gente desesperada toma acciones desesperadas.
Miles de personas esperan en Tijuana la oportunidad de argumentar ante las autoridades estadounidenses su caso de por qué huyen de su patria para refugiarse aquí. Eso es un derecho que tienen bajo las normas internacionales. Además, casi 2,700 integrantes de la caravana están tramitando el refugio en México, según los funcionarios de ese país. El resto siguió al norte.
En la entrada de San Ysidro a Estados Unidos se ha reportado que se reciben entre 60 y 100 peticiones al día, cifra inadecuada para la cantidad de peticionantes y para los recursos potenciales estadounidenses. Pero se ha hecho así para desalentar a los solicitantes, que a ese ritmo deben esperar meses en pobres condiciones. Los albergues para inmigrantes en Tijuana están atiborrados. La condiciones en un estadio de fútbol en donde esta el resto de la caravana no son sostenibles.
El proceso sería más rápido si las autoridades estadounidenses trataran a los refugiados con la consideración que se merecen. Esto no quiere decir aceptar automáticamente todas las solicitudes, sino recibirlas de una manera normal y ágil. Sin acciones ilegales como cambiarles la norma de asilo.
Si el proceso actual en la frontera está diseñado para desalentar y frustrar, que no sorprenda cuando la gente no reacciona bien. Es difícil también tratar razonablemente a los peticionantes cuando el presidente Trump recorre el país diciendo que son una amenaza nacional. Cuando funcionarios anónimos del Departamento de Seguridad Interna dicen que entre ellos hay criminales sin explicar probar ese dicho. Cuando se dice que las madres con los niños son el frente de la caravana para esconder a los deOLQFXHQWHV &XDQGR VH DÀUPD que los solicitantes de asilo no cumplen con la citas judiciales, a pesar de cifras del Departamento de Justicia que indican lo contrario.
La solución no es abrir la frontera sino colaborar seriamente con las naciones abrumadas por la inseguridad, la violencia y la pobreza. Mientras tanto, hay que dar un trato humano y respetable a quienes tocan la puerta para pedir refugio.o