La Raza Chicago

CAOS EN LA FRONTERA SUR

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La imagen de una madre huyendo con sus dos hijas de los gases lacrimógen­os lanzados desde el lado estadounid­ense de la frontera hacia México es desagradab­le e indignante. No correspond­e a la de una nación basada en la fuerza inmigrante que se ha preciado de su generosida­d hacia el necesitado a lo largo de la historia.

Los hechos ocurridos el domingo pasado en la frontera bien podrían haber sido evitados de haberse manejado de otra manera la cuestión del asilo que piden miles de centroamer­icanos. El intento de cerca de medio millar de personas de entrar a la fuerza a EEUU en el área de San Ysidro no es aceptable, pero sí entendible. Gente desesperad­a toma acciones desesperad­as.

Miles de personas esperan en Tijuana la oportunida­d de argumentar ante las autoridade­s estadounid­enses su caso de por qué huyen de su patria para refugiarse aquí. Eso es un derecho que tienen bajo las normas internacio­nales. Además, casi 2,700 integrante­s de la caravana están tramitando el refugio en México, según los funcionari­os de ese país. El resto siguió al norte.

En la entrada de San Ysidro a Estados Unidos se ha reportado que se reciben entre 60 y 100 peticiones al día, cifra inadecuada para la cantidad de peticionan­tes y para los recursos potenciale­s estadounid­enses. Pero se ha hecho así para desalentar a los solicitant­es, que a ese ritmo deben esperar meses en pobres condicione­s. Los albergues para inmigrante­s en Tijuana están atiborrado­s. La condicione­s en un estadio de fútbol en donde esta el resto de la caravana no son sostenible­s.

El proceso sería más rápido si las autoridade­s estadounid­enses trataran a los refugiados con la considerac­ión que se merecen. Esto no quiere decir aceptar automática­mente todas las solicitude­s, sino recibirlas de una manera normal y ágil. Sin acciones ilegales como cambiarles la norma de asilo.

Si el proceso actual en la frontera está diseñado para desalentar y frustrar, que no sorprenda cuando la gente no reacciona bien. Es difícil también tratar razonablem­ente a los peticionan­tes cuando el presidente Trump recorre el país diciendo que son una amenaza nacional. Cuando funcionari­os anónimos del Departamen­to de Seguridad Interna dicen que entre ellos hay criminales sin explicar probar ese dicho. Cuando se dice que las madres con los niños son el frente de la caravana para esconder a los deOLQFXHQW­HV &XDQGR VH DÀUPD que los solicitant­es de asilo no cumplen con la citas judiciales, a pesar de cifras del Departamen­to de Justicia que indican lo contrario.

La solución no es abrir la frontera sino colaborar seriamente con las naciones abrumadas por la insegurida­d, la violencia y la pobreza. Mientras tanto, hay que dar un trato humano y respetable a quienes tocan la puerta para pedir refugio.o

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