El año de los cambios
Escándalos políticos, sociales y económicos; cambios legales contra la corrupción y en las formas de enfrentar los diversos tipos de migración; actores rebeldes a las transformaciones y esfuerzos individuales que se centraron en hacer una vida más positiva en medio de un país sumergido en la violencia. El 2019 dejó así sus marcas en la vida pública de México.
Con el apoyo del Congreso, el presidente Andrés Manuel López Obrador consolidó parte de su proyecto de combate a la corrupción y la austeridad. Logró que ningún funtan cionario ganará más que el presidente de la República y otros proyectos que han sido, a la par, muy cuestionados.
Redistribuyó el gasto para que sus obras estrella tuvieran más dinero (refinerías, aeropuerto en Santa Lucía, los trenes Maya y transpacífico); pero recortó presupuesto a programas para cultura, para los migrantes y la democracia mientras dio prioridad a subsidios para grupos vulnerables de alta representación del país (becas de estudiantes, adultos mayores, indígenas).
“Lo que buscó el presidente, principalmente una clientela política, pero no resuelve el problema de fondo y es que la gente más pobre salga por sus propios medios de esa condición”, dijo José Fernández Santillán, analista del Instituto Tecnologico y de Estudios Superiores de Monterrey.
Por otro lado, la bandera contra la corrupción ha dado pocos gritos espectaculares en la captura de peces gordos –hasta ahora sólo dos alta funcionaria de Estado enfrenviolencia la justicia en prisión, Rosario Robles, y el general brigadier Eduardo León Trauwitz, exfuncionario de seguridad en Petróleos Mexicanos (Pemex) y exjefe de escoltas del expresidente Enrique Peña Nieto– mientras la mayoría de los delitos que afectan a la población continúan en la impunidad.
Las principales inconformidades por los cambios en las políticas de AMLO están relacionadas a la falta de resultados como los afectados por las políticas de “aplausos, no balazos”: autoridades de pequeños poblados que tiene el problema arriba del cobro de piso, de las balaceras ante un Estado que poco hace para controlarlos.
“Ellos saben que si arman desmadre y ponen en peligro la vida de la gente no se meterán con ellos”, comenta Mardonio Reyna, expresidente municipal en Guerrero.
Desde que comenzó el año, a la par de la nueva administración federal, se catapultaron los asesinatos: en promedio 100 al día con picos de extrema como las 30 personas acribilladas en el bar Caballo Blanco de Coatzacoalcos; el ataque a una fiesta familiar en Minatitlán, donde cayeron 14, incluyendo un bebé; un reguero de 19 cadáveres en Uruapan y la emboscada mortal a 13 policías en Aguililla.
El presidente prometió, sin éxito, reducir la violencia en un periodo de seis meses y después de un año las cosas se complicaron hasta puntos extremos y cifras inéditas muy por arriba de los tiempos más complicados de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, sus antecesores.
Analistas coinciden en que es un problema conocido como “puerta giratoria” porque los policías los capturan y los jueces los sueltan. El abogado penalista Francisco Galván observó que es por fala de capacitación del personal. “La mala operación va desde los jueces o ministerios públicos a los policías”.
Otro asunto es la incapacidad del Estado para responder o dar seguimiento a algunas batallas contra las organizaciones criminales.
A principios de año, la administración federal declaró la guerra al robo de combustible conocido como huachicol y, según sus propias cifras, logró disminuir el delito hasta casi el 100%.
Los delincuentes, incluyendo a algunos de los cárteles más poderosos, mudaron a otras actividades o volvieron a las de siempre: tráfico internacional y venta de droga al menudeo con blanco principal en los pueblos más pobres del país.
De acuerdo con información del gobierno estadounidense a través de la DEA, el Cartel Jalisco Nueva Generación se empoderó y hoy es uno de los principales enemigos del gobierno de AMLO.
El año cerró con la investigación de la balacera que mató a miembros de la familia Lebarón.
Los migrantes mexicanos pasaron de ser uno de los grupos mejor atendidos por las políticas públicas a los más olvidados: no sólo se canceló el programa 3x1 que permitía que,’ por cada peso que ponía un