LOS PROCESOS ABIERTOS CONTRA TRUMP
El puño en alto es un acto desafiante que une los despropósitos del senador Josh Hawley de Kansas antes de huir de los simpatizantes de Donald Trump cuando tomaron el Congreso y el que hizo el exmandatario después de acogerse a la Quinta Enmienda, en una de las varias demandas en su contra, para no incriminarse en la comisión de un delito.
El expresidente republicano se quejó en una ocasión de que los que se defienden apelando a esa protección constitucional daban la señal de que no eran inocentes de lo que se les acusaba. Ahora cambió el tono. Es válido, dijo, ante la persecución por destruirlo a él, a su familia y sus negocios.
El caso de Nueva York en cuestión investiga las declaraciones financieras en las que supuestamente Trump infló o redujo el valor de propiedades según fuese conveniente para obtener préstamos o pagar menos impuestos.
Que esto ocurra a poco de que el FBI irrumpiera en su club de Mar-at-Lago en Florida en busca de documentos presidenciales que Trump se llevó en vez de dejarlos para el archivo nacional como corresponde, da la impresión de que hubiera una persecución en su contra como dicen los republicanos y sus medios. Nada más lejos de eso. La carrera de Trump es un recorrido de demandas en su contra y de bancarrotas para resolverlas. Sus cuatro años de presidencia fueron lo mismo. Las acusaciones legales que lo llevaron numerosamente a los tribunales antes de la presidencia, se repitieron en su estancia en la Casa Blanca. Trump siguió siendo Trump. Su gobierno fue una extensión de sus negocios, que ya estaban bajo sospecha.
La prueba son 29 casos e investigaciones pendientes que hoy tiene el expresidente: 14 ligados a sus empresas, cinco a la elección de 2020 y nueve por la insurrección del 6 de enero. Es un recorrido de conflictos de interés, de presuntas estafas, de presunto complot para un fraude electoral (en Georgia) y por presuntamente incitar a la violencia contra individuos y el Congreso.
Los republicanos se rasgan las vestiduras por indignación ante la redada y las investigaciones. Protestan porque no ocurre lo mismo con Hunter Biden -el hijo del presidentequien ya está siendo investigado por el FBI, o con Hillary Clinton, quien fue exonerada después de ser blanco de un largo escrutinio federal.
Recurren a la artimaña de mirar la paja en ojo ajeno para desviar la atención de la viga en el suyo. Hacen comparaciones con verdades a medias para justificar la actitud prepotente -nacida de un sentimiento de impunidad- que marca las acciones de Trump.
En tanto, la justicia debe seguir su rumbo porque este es un país de leyes y ni siquiera Trump con la complicidad republicana del puño en alto y una Quinta Enmienda para esconderse de responder está por encima de ellas.