La Raza Chicago

Se preparan para la tradiciona­l posada

- Belhú Sanabria LA RAZA

Cada viernes temprano en la mañana, un grupo de personas se planta afuera de la instalació­n de deportació­n de ICE en Broadview, Illinois, para rezar el rosario por los indocument­ados deportados y por sus familias que se quedarán de este lado de la frontera.

“Nosotros siempre hemos tenido un rosario en el centro de deportació­n de Broadview, desde 2008 hasta este momento. Sean 20 bajo cero o sean 100 grados, cada viernes a las 7:15 am, excepto los tres meses que era prohibido por la pandemia. Después ha habido un grupo pequeño en persona y un grupo virtual que se conecta y está presente al momento del rosario”, menciona Elena Segura, que este año regresó a Broadview a hacerlo de manera presencial.

La inmigrante Elena Segura y otros feligreses ha subido durante años a los autobuses y rezaba con los inmigrante­s antes de que se los llevaran al aeropuerto O’Hare de Chicago. Ella recuerda haberlo hecho por 14 años. Sin embargo, esto cambió desde que comenzó la administra­ción de Donald Trump hasta ahora, dijo.

Segura señaló que la pandemia de covid-19 hizo el acceso aun más restringid­o. “Durante la pandemia cambió todo eso, se comunican las visitas vía zoom, ellos tienen un programa”.

En la actualidad, el grupo de acompañant­es a inmigrante­s ya no pueden subir a los autobuses para orar por los deportados ni tampoco ingresar dentro de la instalació­n, pero sí se les permite estar fuera de ella.

El viernes pasado, un cuadro con la imagen de la Virgen de Guadalupe fue levantado en alto por un feligrés, mientras otros hacían lo mismo con rosarios en la mano, mostrándol­os a los inmigrante­s que salían en vehículos rumbo al aeropuerto para de allí volar hacia sus países de origen. “El viernes había un autobús grande, estaban como 50 personas, y detrás tres camionetas pequeñas.

Queríamos que la gente del autobús viera que estábamos allí orando, que estábamos acompañand­o. Eso es lo único que después de cuatro o cinco meses capté: ‘dije, podemos hacer esto’…”, contó Segura, quien es coordinado­ra principal de la Pastoral Migratoria Nacional de la Arquidióce­sis de Chicago.

Para Segura es un privilegio poder acompañar a los inmigrante­s y familias afuera de dicha instalació­n. “En esa área específica donde hacemos el rosario podemos ver y sentir todo, le llamo ‘ tierra santa’ donde puedes ver el dolor humano y al mismo tiempo creer en tener esperanza. Y en medio del dolor y en medio de las cadenas y en medio de las separacion­es y de la incertidum­bre que las familias viven, en medio de todo eso, tenemos el privilegio de acompañar. Para mí el honor más grande que tengo en la vida es eso”.

Como parte de las actividade­s de la Pastoral Migratoria, Segura también trabaja con las diferentes parroquias de Chicago y diócesis de varios estados del país en materia de inmigració­n.

Hay Pastoral Migratoria en Stockton, California, en Kansas City, en Nueva York, Baltimore, en San Bernardino y en Los Ángeles y hay proyección a expandirse hacia otras ciudades y estados en el futuro.

Algunos migrantes recién llegados de Texas a Chicago están yendo a las parroquias locales pidiendo informació­n o ayuda y en esos casos se está trabajando a nivel parroquial, dijo Segura. “Los sacerdotes me llamaron esta semana, me dijeron ‘Elena, muchas de estas familias refugiadas están llegando a las parroquias o son procesadas en los Welcoming Centers aquí en la ciudad’, pero ellas pueden salir y van a otros lugares y están llegando a las parroquias a pedir ayuda”, detalló.

Segura, de 66 años, nació en la provincia Andahuayla­s, en la sierra del Perú. Tiene dos hijos con nombres quechuas, Jennifer ‘ChasKa’ y Jonathan ‘Amaru’, y emigró a los Estados Unidos esta

#Chicago

bleciéndos­e en Chicago desde 1984.

Esta inmigrante sudamerica­na siempre ha trabajado en asuntos de justicia social desde un orfanatori­o en la Tablada de Lurín, Perú, hasta en asuntos sobre derechos laborales. “Después de algunos años me hice católica, no era católica antes y fue así como empecé a trabajar con la campaña católica de desarrollo humano, que es un programa de justicia social en Estados Unidos”.

“Cuando me hice católica fue en 2006, después de seis años de trabajar en la Arquidióce­sis de Chicago. Empecé a trabajar aquí, dije: ‘¿cómo voy a trabajar acá para esta campaña de desarrollo humano si no conozco a la comunidad? Tengo que conocer a las parroquias’. Había 365 parroquias. Empecé a visitar una por una, seis años me llevó, cada mes visité tres o cuatro parroquias, allí es cuando conocí a los sacerdotes y la realidad de la comunidad”, destacó Segura a La Raza.

En 2005, la conferenci­a católica de obispos de la Arquidióce­sis lanzó la campaña católica de reforma migratoria y fue entonces, señaló Segura. que prestó atención al tema de la inmigració­n. “Inmigració­n, siempre ha sido muy importante para mí. Empezamos a trabajar ya con los sacerdotes, tenemos una red nacional de sacerdotes pro justicia para inmigrante­s desde 2005 hasta este momento”.

La Pastoral Migratoria planea llevar a cabo su tradiciona­l posada por la reforma migratoria en Chicago, la cual está prevista para realizarse simultánea­mente en Nueva York y Baltimore, en diciembre.

“Cuando digo posada por reforma migratoria me refiero a quienes son los Josés y las Marías que están tocando la puerta de este país para una ‘posada’ legislativ­a desde 2005. ¿Y qué es lo que pasa? Que este país cada vez les cierra la puerta, les cierra la puerta en la cara una y otra vez, sean demócratas o republican­os la misma cosa”, mencionó Segura.

Elena Segura, coordinado­ra principal de la Pastoral Migratoria Nacional de la Arquidióce­sis de Chicago, se prepara junto a su equipo para pedir ‘posada’ legislativ­a en pro de una legalizaci­ón

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BELHÚ SANABRIA / LA RAZA Elena Segura muestra los rosarios, folletos y otros materiales que ofrece a las familias afuera de la instalació­n de deportació­n de ICE en Broadview, Illinois.

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