A DETENER LA INFLACIÓN YA
Vivimos una ola de aumentos de precios al consumidor desenfrenada, sin precedentes en los últimos 40 años.
En demasiados casos estos son irrazonables, y recaen en la codicia de las corporaciones y su afán de ofrecer ganancias a sus accionistas a toda costa.
Ese fenómeno es tangible en el precio de la gasolina, que fluctuó fuertemente durante el año, superando en algunos estados $7 el galón.
Quienes lucran con esos precios se amparan con excusas, como la guerra en Ucrania, aunque antes de que sus resultados llegaran a nuestras costas ya habían aprovechado el momento político para subir los precios.
También, cínicamente, proponen anular impuestos a la gasolina que financian proyectos de infraestructura, medio ambiente, vivienda, educación y ayuda social. Al mismo tiempo, declaran ganancias récord.
De la misma manera suben los precios de artículos de primera necesidad. Con la proximidad a las elecciones decisivas del 8 de noviembre, el descontento que el fenómeno causa en los votantes es dramático y puede contribuir a la pérdida del control del Congreso para los demócratas.
Los aumentos de precios, sin justificación real, parecen ser una política premeditada, despiadada, agresiva, continuación de una corriente que mantiene bajos los salarios y concentra recursos en manos de pocos.
Quienes pagan estas maniobras son aquellos cuyos ingresos no han aumentado en años y que aún están tratando de recuperarse de la crisis del covid-19.
Esta senda, si continúa, conduce a la recesión y la miseria para decenas de millones de estadounidenses. El gobierno debe actuar ahora para evitarlo, mientras la desocupación es baja y la economía fuerte.
Hay medidas necesarias como el crecimiento de la producción nacional de aquellos elementos como microchips, semiconductoras, acero, concreto, farmacéuticos, litio, que hoy se importan. Igualmente debe mejorar el funcionamiento de la cadena de suministros y adaptarla a las condiciones actuales.
Los miles de millones autorizados por la Ley Build Back Better no necesariamente deben gastarse en su totalidad; su uso puede también estar relacionado con el control de los precios.
Es imprescindible sobreponerse finalmente al covid-19, que ha diezmado la economía local, además del sufrimiento causado a millones de estadounidenses. Esto estabilizará la situación.
Pero estas medidas no alcanzan sin gravar el lucro desmesurado de corporaciones como las petroleras, por ejemplo, para desincentivar el aumento de la gasolina y reinvertir miles de millones en quienes más los necesitan.
De la misma manera podemos prevenir la destrucción de empleos gravando algunas ganancias de capital e ingresos de los dividendos en acciones, dirigidos exclusivamente a quienes son responsables de la más alta demanda y fomentando así el ahorro.
Para combatir los aumentos de precios se requiere celeridad y compromiso a la vez, e incluso si el control del Congreso pasa a manos republicanas, acordando medidas bipartidarias de sentido común mientras aún es posible.
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