El arte, la música y los deportes son caminos a la paz
Cuando Erik Bonilla, un amante del fútbol, se instaló en la comunidad de Humboldt Park junto a su familia a los nueve años nunca se imaginó un futuro donde no podría jugar su deporte favorito porque estaría atado a una silla de ruedas.
Dos años después de graduarse de la escuela secundaria este joven hondureño fue víctima de fuego cruzado. Al caminar a su casa, justo a dos cuadras de la puerta de su hogar donde vivía con sus padres, pandilleros comenzaron a disparar y una de las balas sin rumbo penetró la espalda de Bonilla, quien entonces tenía 19 años, causando daño severo a su sistema nervioso y su médula espinal. Bonilla quedó paralizado de la cintura para abajo.
“Todos en mi familia estaban heridos porque soy uno de los primos mayores y todo el mundo se sorprendió porque siempre estaba trabajando con mi padre, un mecánico”, contó Bonilla en entrevista con La Raza.
El caso de Bonilla tristemente es similar al de muchos residentes de comunidades identificadas entre las más inseguras y violentas de Chicago. Humboldt Park se mantiene entre las 15 comunidades señaladas por la alcaldía y el Departamento de Policía de Chicago por su alto índice de atentados y asesinatos.
Hasta el día de hoy, las autoridades no han encontrado a los culpables de la balacera que afectó a Bonilla y para él no ha sido fácil vivir en una comunidad donde los delincuentes que le robaron la habilidad de caminar siguen libres.
Mientras el joven originario de El Progreso, Honduras, aprendía a aceptar su nueva realidad y a acoplarse a una silla de ruedas, sucedió otra tragedia. En 2018, cuando iba rumbo a su casa, se encontró en medio de una segunda balacera. Una realidad impredecible que nadie, ni los doctores del hospital que lo atendieron dos años atrás, se podrían haber imaginado.
Estar en el lugar equivocado dos veces parece increíble, pero en comunidades donde prevalece el crimen pandillero las probabilidades de ser víctima de un delito violento aumentan drásticamente.
Dos años después de la primera visita de Bonilla a la sala de emergencia, el mismo servicio médico de urgencia respondió a su más reciente herida de bala, esta vez en el abdomen. Bonilla contó que no sintió el impacto inicial de la bala entrando en su cuerpo y se sorprendió al ver sangre escurriendo a lo largo de su camisa. Además, admitió que la reacción de los que lo atendieron en el hospital por segunda vez fue muy inesperada.
“Te sientes un poco estereotipado porque todo el mundo me miraba y yo sé que se preguntaban ‘¿no aprendió la lección la primera vez?’…”, contó Bonilla.
Bonilla afirmó que mudarse lejos del crimen que atemorizaba Humboldt Park en esa época y trasladar a su familia a una comunidad más segura no era económicamente factible. Sus padres intentaron vender la propiedad después del primer incidente y los compradores con interés no les “ofrecían el valor de la casa porque el barrio no era el mejor”.
“Estaba llorando y triste por mi familia. Realmente no podía creerlo. Creo que sentía un poco de culpa por quedarme en Humboldt Park y no haberme mudado”, dijo Bonilla.
“Optamos por quedarnos y trabajar con nuestros representantes locales para conseguir cámaras que identifican disparos y más oficiales de policía. Desde 2018 la situación ha cambiado mucho y nos sentimos más seguros”, contó Bonilla, quien abandonó sus sueños de seguir los pasos de su papá y desempeñarse como mecánico y de asistir a la universidad después de ser víctima de la violencia en su comunidad.
“Mi gran miedo era salir porque pensaba que otros jóvenes me verían diferente en una silla de ruedas”, dijo Bonilla. ción y terapia intensiva. Fue invitado a un campamento donde aprendió habilidades para facilitar las tareas cotidianas y lograr independencia y autoeficacia. En ese programa conoció a otras personas en silla de ruedas que lo expusieron al mundo de los deportes adaptativos y lo alentaron a superar sus inseguridades. Optimista, el catracho avanzó con su rehabilitación en el Shirley Ryan AbilityLab, un hospital de investigación de rehabilitación y medicina física sin fines de lucro con sede en Chicago.
Muy pronto descubrió que hay muchas opciones deportivas para personas discapacitadas, incluyendo kayak, softbol, baloncesto, tiro al arco, andar en bicicleta y escalada en roca. Bonilla recalcó que cuenta con fuerza y ánimo para seguir luchando por un sueño y nuevas metas gracias al asesoramiento que ha recibido de sus asistentes de terapia física.
A través de este proceso, Bonilla descubrió su amor y destreza por el softbol y el baloncesto. Y en la temporada de 2020 ganó el galardón del mejor jardinero central de la liga local en silla de ruedas.
“Después de una temporada me convertí en una persona diferente y me inspiré en todos los deportes. Además, aprendí a conducir, solicité mi licencia para conducir, compré un automóvil y dije ‘voy a convertirme en algo’…”, resaltó con mucho entusiasmo Bonilla.
Casi al final de la entrevista, Bonilla pidió un par de segundos, bajó la cabeza y cerró los ojos para aguantar y superar el dolor que siente de repente y la angustia que aún sufre como resultado del acto de violencia que sufrió.
“Vengo de ser un inútil a ser súper independiente porque encontré algo que me apasiona y eso te da un propósito de vida”, compartió Bonilla.
Su silla de ruedas es su vínculo con el mundo deportivo. Desde hace tres años, Bonilla forma parte del equipo de baloncesto en silla de ruedas Chicago Skyhawks, el programa de Shirley Ryan AbilityLab y el Distrito de Parques de Chicago en el que participan personas con discapacidades, incluyendo víctimas de violencia física.
Programas deportivos y artísticos como Chicago Skyhawks, Project FIRE y Sones de México enseñan, empoderan y ofrecen acceso a recursos y técnicas para liberar del trauma a sobrevivientes de violencia con armas de fuego y reducir las tensiones entre comunidades