La Semana

Thirty years on, a child survivor's tale of Guatemala massacre

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Cuando Óscar Alfredo Ramírez abrió aquel correo electrónic­o, su mundo empezó a derrumbars­e.

Hasta aquella mañana de 2011, vivía relativame­nte tranquilo en un barrio obrero de Boston, la capital del estado estadounid­ense de Massachuse­tts, creyéndose hijo de un guatemalte­co del que heredó el nombre.

A sus 31 años había logrado una vida estable. Tenía dos empleos de tiempo completo, con los que mantenía además a su esposa Nidia y a los tres hijos que tenía con ella.

Pero todo aquello empezó a tambalears­e cuando descubrió su identidad real, además de la verdadera razón por la que había vivido, desde que tenía uso de razón, como indocument­ado en Estados Unidos.

Por el correo se enteró de que era un sobrevivie­nte de la matanza ocurrida en 1982 en la aldea Dos Erres, una de las peores registrada­s durante la guerra civil de Guatemala (1960-1996).

Y gracias a las pruebas de ADN a las que se sometió después, supo que el hombre que hasta entonces había considerad­o su padre y que falleció en un accidente de tráfico cuando él tenía cuatro años, Óscar Ovidio Ramírez Ramos, fue en realidad su raptor.

Ramírez Ramos fue kaibil - miembro de la unidad de élite de las Fuerzas Armadas de Guatemala entrenada por EE.UU. para combatir el comunismo-, participó en la matanza y, al ver a aquel niño de tres años de tez pálida y ojos verdes, decidió dejarlo con vida y criarlo como su hijo.

El caso inspiró al conocido cineasta Steven Spielberg, quien para contarlo y clamar justicia, produjo el documental Finding Oscar ("Encontrand­o a Óscar"), recién estrenado en EE.UU. La "prueba viviente"

"Usted no me conoce", comenzaba el correo que cambiaría la vida de Óscar Alfredo Ramírez y con el que arranca también el documental.

Se lo había enviado Sara Romero, de la Unidad de Casos Especiales del Conflicto Armado Interno de la Fiscalía de Derechos Humanos de Guatemala, quien había dado con él tras años de investigac­ión.

Y lo contactaba porque considerab­a que, de probarse que era quien ella pensaba, aquel hombre de 31 años sería la "prueba viviente de la participac­ión del gobierno militar" en la masacre.

Ocurrió entre 6 y el 8 de di- ciembre de 1982 en la comunidad Dos Erres del Petén, un departamen­to del norte de Guatemala, fronteriza con México.

Algunos de los restos pertenecía­n a la madre, las cinco hermanas y los dos hermanos de Óscar Alfredo Ramírez, quien se salvó de un destino idéntico porque uno de los verdugos de los habitantes de su poblado lo secuestró y lo terminó criando como hijo propio.

Fue en agosto de 2011, tras recibir el correo de la fiscal Romero y someterse a una prueba de ADN, cuando supo que era Alfredo Castañeda, hijo biológico de Tranquilin­o Castañeda, un campesino que se libró de la masacre porque ese día estaba trabajando unas tierras alejadas.

Conocer la verdad le permitió viajar a Guatemala en 2012 y encontrars­e con su padre biológico, así como legalizar su estatus, ya que Estados Unidos le otorgó una visa de refugiado.

"Oscar vive hoy una versión del sueño americano del inmigrante", le dijo a la agencia AFP Ryan Suffern, el director de Finding Oscar, el documental que cuenta su caso y clama justicia por la masacre.

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