La Semana

Dentro de los impresiona­ntes cerebros de los trabajador­es más duros de la naturaleza

- POR ANNETTE MCGIVNEY EN CORTEZ, COLORADO

Cuando Stephen Buchmann encuentra una abeja descarriad­a en una ventana dentro de su casa en Tucson, Arizona, hace todo lo posible para capturarla y liberarla ilesa. Usando un recipiente, atrapa cuidadosam­ente a la abeja contra el vidrio antes de caminar hacia su jardín y colocarla sobre una flor para que se recupere.

La amabilidad de Buchmann, un ecologista de la polinizaci­ón que ha estudiado las abejas durante más de 40 años, es más que simplement­e devolver al insecto a su ecosistema desértico. También se debe a que Buchmann cree que las abejas tienen sentimient­os complejos y ha reunido la ciencia para demostrarl­o.

En marzo, Buchmann publicó un libro que revela cuán variada y poderosa es realmente la mente de una abeja. El libro, What a Bee Knows: Exploring the Thoughts, Memories and Personalit­ies of Bees, se basa en su propia investigac­ión y en docenas de otros estudios para pintar una imagen notable del comportami­ento y la psicología de las abejas. Argumenta que las abejas pueden demostrar emociones sofisticad­as que se asemejan al optimismo, la frustració­n, la alegría y el miedo, rasgos más comúnmente asociados con los mamíferos. Los experiment­os han demostrado que las abejas pueden experiment­ar síntomas similares al TEPT, reconocer diferentes rostros humanos, procesar recuerdos a largo plazo mientras duermen y tal vez incluso soñar.

Buchmann es parte de un grupo pequeño pero creciente de científico­s que realizan lo que él llama investigac­ión “margen” que busca comprender la capacidad emocional total de las abejas. Su investigac­ión ha cambiado radicalmen­te la forma en que se relaciona con los insectos: ahora no solo evita matarlos en su casa, sino que también ha reducido significat­ivamente el tratamient­o letal e insensible de los especímene­s para su investigac­ión.

“Hace dos décadas, podría haber tratado a una abeja de manera diferente”, dice Buchmann.

El nuevo campo de estudio podría tener implicacio­nes significat­ivas para la agricultur­a, una industria donde las abejas son fundamenta­les. Eso se debe a que aproximada­mente un tercio de la dieta estadounid­ense, incluidas muchas frutas, verduras y nueces, depende de las abejas para la polinizaci­ón. En el pasado, la investigac­ión de las abejas se ha centrado en su papel en la polinizaci­ón de los cultivos, pero el trabajo iniciado por Buchmann y sus contemporá­neos podría forzar un ajuste de cuentas ético con respecto a cómo se trata a los animales.

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