La Semana

Jose Alberto Angona, caricaturi­sta de alma

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José Alberto tiene 60 años, y desde ese lugar tan particular del mundo en el que muchos buscan ovnis y otros experienci­as místicas, dibuja sobre la realidad para que con un poco de risa aprendamos a re/exionar sobre lo que no hay que hacer. “Desde muy pequeño dibujar es lo que más me resaltaba hacer, lo que más me gustaba y mejor me salía, porque no destacaba en otras cosas, ni en la escuela ni en el deporte, sólo me gustaba dibujar”, confesó. Y lo que inició como pulsión se convirtió en estudio en una academia de arte y Gnalmente en profesión.

José Alberto trabajó en diarios y revistas de su país y también aquí en Estados Unidos, y desde hace 10 años le da a la Semana la nota de color, buscando con su humor retratar la ironía de los temas políticos, sociales y medioambie­ntales de turno. “Mi objetivo es poder estar en la cabeza de la gente con una opinión crítica hacia los políticos, que viven para ellos y lograr que la caricatura sea actual y además de hacer reír, genere una pequeña re/exión”, admitió.

Pero lo que no muchos saben es que el dibujo es también un refugio para este caricaturi­sta de alma al que la vida dio más de un golpe. Mucho antes de convertirs­e en quien hoy es, y con tan sólo 18 años José Alberto combatió en las Islas Malvinas. Esa guerra injusta acaecida en 1982, en la que miles de adolescent­es argentinos perdieron la vida, lo cambió para siempre.

“Se me congelaron las piernas y cuando terminó la guerra tuve que pasar un tiempo en el hospital del ejército para recuperarm­e”, contó, como si narrara un pasado que ya no le pertenece. Sin embargo, tiempo después, José Alberto sufrió un brote de ansiedad y se percató que las heridas de Malvinas no habían sanado. “Tuvieron que internarme en un neuropsiqu­iátrico y realmente pensé que había tocado fondo para siempre”, admitió, recordando los días de locura que logró dejar atrás.

Y para sanar, José Alberto dibujó, escribió un libro titulado “Como yo gané la guerra”, homologand­o la obra de John Lennon y mostrando lo absurdo que fue el combate, y así como así comenzó a publicar historieta­s que se reían de la realidad.

Cada mañana el caricaturi­sta se levanta siguiendo el mismo ritual: mirar las noticias, hojear los diarios y sentir el ambiente a su alrededor para poder determinar qué es relevante para la gente, y cuales los temas en agenda para desarrolla­r el humor. “Es como dar vuelta un calcetín, uno lleva la noticia a lo ridículo, al absurdo y luego busca poder encontrar algo que genere esa re/exión”, dijo a conciencia de que su arte también tiene metáfora y signigcado­s profundos.

Y cuando no dibuja el caricaturi­sta ayuda, porque también es voluntario a tiempo parcial en el hogar San Camilo de

Córdoba, donde toda tarea le recuerda la importanci­a de estar vivo y lo libera por un rato del dolor en el alma que más lo aqueja: la reciente pérdida de su hijo Boris.

“Cuando me internaron en el neuropsiqu­iátrico pensé que era la calamidad máxima, que no iba a tocar fondo nunca más, y luego este año mi hijo decidió irse al cielo, y ahora tengo que cambiar, y por eso espero que lo poco o mucho que me queda en esta vida pueda pasarlo bien y ayudar a los demás”, explicó entre lágrimas.

José Alberto busca reemplazar el dolor con amor, y por eso se nutre el espíritu ayudando a los que más lo necesitan. “Me da satisfacci­ón en el alma poder ayudar en el hogar, me hace sentir paz, y aportar un pequeño granito de arena”, reconoció.

El caricaturi­sta no espera demasiado de su futuro, pues si hay algo que aprendió en la vida es a desaprende­rse de lo no esencial y a abrigarse de amor. Hoy, tras el reconocimi­ento obtenido José Alberto admite querer dibujar por siempre para recordarle­s a todos lo importante de vivir amando y cuidando a los demás. “Hay que dar un minuto de la vida, del tiempo, del dinero para engrandece­r el alma. En degnitiva somos cuerpos y nuestro paso por la tierra es muy cortito, es efímero, por eso hay que sentir amor, darlo, y ampliar el corazón”, concluyó, a sabiendas de que el arte puede cambiar el mundo y sanar corazones rotos. (La Semana)

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