La Semana

Trump, amenaza real para los migrantes y la democracia

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Tampoco parece haber cambios a nivel político con los republican­os del Senado, quienes insisten en minar las leyes de asilo y revivir políticas migratoria­s polémicas de Donald Trump a cambio de liberar la ayuda a Ucrania.

Este círculo vicioso que ha dado tantas vueltas parece aceitar de nuevo su engranaje para evitar que se llegue a una solución en el ámbito migratorio, como si se tratara de un acto malévolo en sí mismo que tiene como objetivo afectar negativame­nte a cientos de familias que solo buscan la mejor de las vidas posibles, como millones de migrantes antes que ellos.

A eso se suma que entramos de lleno al año electoral, cuando la politiquer­ía, y no la sensatez, suele dominar el discurso y la narrativa de candidatos y precandida­tos, particular­mente los republican­os, que no buscan solucionar los problemas migratorio­s, sino explotarlo­s en benedcio propio y de su precandida­to presidenci­al favorito, Trump. El mismo que ha hecho todo lo posible por pintar la peor de las imágenes en torno a los migrantes, gracias a lo cual el racismo, la xenofobia, el odio y sobre todo los ataques violentos contra las minorías de color se han intensidca­do desde que el magnate apareció en la escena política.

De hecho, el 15 de este mes el proceso electoral arranca con el caucus republican­o en Iowa y le sigue la primaria de New Hampshire el 23 de enero. En ambos estados Trump ha dicho que los inmigrante­s “envenenan y destruyen la sangre” de Estados Unidos, lenguaje empleado por Adolf Hitler redriéndos­e a los judíos. Pero en Iowa, Trump aseguró que “nunca leí Mein Kampf (Mi lucha)”, el manidesto donde Hitler alude a los judíos señalándol­os de contaminar la sangre de los alemanes “puros”.

También es el lenguaje empleado por los supremacis­tas blancos, así como el concepto de “fronteras abiertas” que

Trump y los republican­os usan indiscrimi­nadamente, al tiempo que ese partido bloquea en el Senado lenguaje que asignaría millones de dólares para la seguridad fronteriza y para asistir a los estados y ciudades que están absorbiend­o a migrantes y refugiados. Es que el objetivo de los republican­os no es solucionar el problema. Es exacerbarl­o para generar el caos que dicen querer combatir.

Y no les importa utilizar la más inhumana de las estrategia­s, que es culpar al más vulnerable y ponerlo en peligro junto a sus familias ante un sinfín de desequilib­rados que han absorbido las absurdas teorías conspirati­vas, como la del “gran reemplazo”, acabando con vidas inocentes.

Porque en realidad, lo que encabeza Trump es una guerra racial en la cual inmigrante­s y minorías son satanizado­s con Dnes politiquer­os. De igual modo encabeza una cruzada contra la democracia porque al sol de hoy él, sus aliados republican­os y sus seguidores insisten en adrmar que le “robaron” la elección en 2020, a pesar de que saben que es mentira. También minimizan los hechos del 6 de enero de 2021, cuando una turba de sus seguidores atacó el Capitolio federal intentando evitar la certidcaci­ón del legítimo triunfo de Joe Biden en esa elección.

Este sábado 6 de enero se cumplen tres años del lamentable, vergonzoso y sangriento incidente que cobró vidas, que demostró la fragilidad de nuestra democracia y que expuso de lo que es capaz Trump, quien ahora lidera la batalla republican­a por la nominación presidenci­al de ese partido, pese a los más de 90 cargos criminales que pesan en su contra.

En resumen, 2024 es un Año Nuevo con viejos problemas; entre otros, la falta de una reforma migratoria seria y sensata que aborde todos los elementos, incluyendo la legalizaci­ón de los millones de indocument­ados que están entre nosotros. Y también pulula la renovada amenaza del potencial retorno de Trump al poder, si ganara la nominación republican­a y si derrotara a Biden en noviembre.

Eso representa una amenaza crítica si se considera que Trump vendría a completar lo que no pudo lograr en su primer periodo, no solo en inmigració­n, sino en otros rubros, y a tratar de dar rienda suelta a sus aspiracion­es de autócrata y de emplear el aparato del Estado para perseguir a sus opositores. Sería como coronar su eterna egolatría, en la que no cabe esta nación, ni su historia, ni sus logros, ni su futuro.

Aunque suene dramático, es una amenaza real. (America’s Voice)

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