La Semana

La evolución de las elecciones presidenci­ales en México

The Evolution of Mexican Presidenti­al Elections

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Pero llegar a este punto ha sido un largo y complejo camino político para México. La Semana echa un vistazo a la historia de las elecciones presidenci­ales en una nación que aún lucha por convertirs­e en una democracia funcional.

Las elecciones presidenci­ales mexicanas han experiment­ado transforma­ciones signizcati­vas desde el inicio del país, evoluciona­ndo desde raíces autoritari­as hasta un sistema democrátic­o marcado por elecciones competitiv­as y observadas internacio­nalmente.

La historia de las elecciones presidenci­ales mexicanas se remonta a principios del siglo XIX, tras la independen­cia del país de España en 1821. Al principio, el panorama político estaba dominado por los líderes militares y la élite, con escasa participac­ión de la población en general. Las primeras elecciones presidenci­ales de 1824, en las que Guadalupe Victoria se convirtió en el primer presidente, sentaron las bases para una serie de tumultuoso­s cambios de liderazgo caracteriz­ados por golpes de estado más que por transicion­es democrátic­as.

Durante la era de Porzrio Díaz, de 1876 a 1911, conocida como "Porzriato", las elecciones se vieron empañadas por la manipulaci­ón y la corrupción, y Díaz mantuvo el poder mediante elecciones controlada­s y la supresión de la oposición. La Revolución Mexicana (1910-1920) puso en tela de juicio esta dictadura, dando lugar al establecim­iento de una nueva constituci­ón en 1917 que, entre otras reformas, pretendía democratiz­ar el proceso electoral.

Sin embargo, los avances democrátic­os reales en las elecciones presidenci­ales fueron lentos. Tras la revolución, en 1929 se formó el Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI) con otro nombre, que mantuvo un férreo control de la presidenci­a durante los 70 años siguientes mediante una mezcla de clientelis­mo, fraude electoral y coacción política, convirtien­do a México en un Estado unipartidi­sta.

No fue hasta Znales del siglo XX cuando empezaron a gestarse reformas electorale­s signizcati­vas. Las elecciones de 1988 supusieron un punto de in/exión, a pesar de las acusacione­s de fraude electoral generaliza­do. El descontent­o con la gestión electoral del PRI condujo a importante­s reformas electorale­s, incluida la creación del Instituto Federal

Electoral en 1990, un organismo independie­nte encargado de supervisar las elecciones en México, que más tarde se convertirí­a en el Instituto Nacional Electoral (INE).

Las reformas acabaron dando sus frutos en 2000, cuando Vicente Fox, del Partido de Acción Nacional (PAN), ganó la presidenci­a, poniendo Zn a 71 años de reinado del PRI. Estas elecciones fueron aclamadas como un hito para la democracia en México, demostrand­o la ezcacia de las reformas electorale­s y la maduración de las institucio­nes políticas mexicanas.

Desde entonces, las elecciones presidenci­ales mexicanas se han caracteriz­ado por una vigorosa competenci­a multiparti­dista y una creciente participac­ión de los votantes. Las elecciones de 2006 y 2012, ganadas por Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto respectiva­mente, fueron estrechame­nte disputadas y demostraro­n los desafíos actuales del país con temas como la compra de votos y las polémicas batallas legales postelecto­rales.

En 2018, Andrés Manuel López Obrador (comúnmente conocido como AMLO) del Movimiento Regeneraci­ón Nacional (MORENA), partido que fundó en 2014, ganó la presidenci­a con más del 53% de los votos en unas elecciones considerad­as por los observador­es como ampliament­e libres y justas. Su victoria fue signizcati­va para romper el duopolio de larga data del PRI y el PAN y se vio como un cambio hacia un gobierno más de izquierda en México.

La evolución del sistema electoral mexicano desde su pasado autoritari­o hasta sus actuales prácticas democrátic­as pone de relieve un cambio gradual pero signizcati­vo hacia una mayor integridad y democracia electorale­s. Cada elección no sólo decide el futuro inmediato del país, sino que también sirve como re/ejo de lo lejos que ha llegado la democracia mexicana y de los retos que tiene por delante.

ENGLISH

But getting to this point has been a long and complex political journey for Mexico. La Semana takes a look at the history of presidenti­al elections in a nation that still struggles with becoming a functionin­g democracy.

Mexican presidenti­al elections have undergone signihcant transforma­tions since the country’s inception, evolving from authoritar­ian roots to a democratic system marked by competitiv­e and internatio­nally observed elections.

The history of Mexican presidenti­al elections can be traced back to the early 19th century following the country’s independen­ce from Spain in 1821. Initially, the political landscape was dominated by military leaders and the elite, with little input from the general populace. The Hrst presidenti­al election in 1824, which led to Guadalupe Victoria becoming the Hrst president, set the stage for a series of tumultuous leadership changes characteri­zed by coups rather than democratic transition­s.

During the era of Porhrio Díaz from 1876 to 1911, known as "Porhriato," elections were marred by manipulati­on and corruption, with Díaz maintainin­g power through controlled elections and suppressio­n of opposition. The Mexican Revolution (1910-1920) challenged this dictatorsh­ip, leading to the establishm­ent of a new constituti­on in 1917 which, among other reforms, aimed at democratiz­ing the electoral process.

However, real democratic progress in presidenti­al elections was slow. Following the revolution, the Institutio­nal Revolution­ary Party (PRI) was formed in 1929 under a different name, and it maintained an iron grip on the presidency for the next 70 years through a mix of patronage, electoral fraud, and political coercion, essentiall­y making Mexico a one-party state.

It wasn't until the late 20th century that signihcant electoral reforms began to take shape. The 1988 election was a turning point, despite allegation­s of widespread electoral fraud. The dissatisfa­ction with the PRI’S handling of the election led to major electoral reforms, including the creation of the Federal Electoral Institute in 1990, an independen­t body tasked with overseeing elections in Mexico, which later became the National Electoral Institute (INE).

The reforms eventually bore fruit in 2000, when Vicente Fox of the National Action Party (PAN) won the presidency, ending the PRI’S 71-year reign. This election was hailed as a milestone for democracy in Mexico, demonstrat­ing the effectiven­ess of the electoral reforms and the maturation of Mexico's political institutio­ns.

Since then, Mexican presidenti­al elections have been characteri­zed by vigorous multi-party competitio­n and increasing voter participat­ion. The 2006 and 2012 elections, won by Felipe Calderón and Enrique Peña Nieto respective­ly, were closely contested and demonstrat­ed the country’s ongoing challenges with issues like vote-buying and contentiou­s postelecti­on legal battles.

In 2018, Andrés Manuel López Obrador (commonly known as AMLO) from the National Regenerati­on Movement (MORENA), a party he founded in 2014, won the presidency with over 53% of the vote in an election considered by observers as largely free and fair. His victory was signihcant for breaking the long-standing duopoly of the PRI and PAN and was seen as a shift towards a more leftleanin­g government in Mexico.

The evolution of the Mexican electoral system from its authoritar­ian past to its current democratic practices highlights a gradual but signihcant shift towards greater electoral integrity and democracy. Each election not only decides the immediate future of the country but also serves as a re"ection of how far Mexican democracy has come and the challenges that lie ahead.

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