Los Angeles Times

Cómo una latina con diabetes está cambiando la historia de su familia

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Cuando Lupe Barraza tiene una meta, muy poco se puede hacer para detenerla.

No se limitó a empezar a correr. Corrió en ocho maratones y dos ultramarat­ones en solo 24 meses.

No obtuvo solamente un título universita­rio: ganó su licenciatu­ra y su maestría y pasó el examen de contador público certifıcad­o en solo tres años.

Es la amiga que usted quisiera tener y la hija y la madre que haría todo lo que hiciera falta por su familia.

De modo que cuando Barraza empezó a alejarse de sus allegados y de su estilo de vida saludable, incluso de correr, sus familiares y amigos pensaron que eso no tenía sentido. Lo cierto es que para ella tampoco tenía sentido.

En el trabajo, un ambiente donde aún sobresalía, observaba sus títulos enmarcados en la pared y pensaba: “Tú eres una chica inteligent­e. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué no lo dejas?”

Temporadas de cambio

Después de tener cuatro hijos, su matrimonio de 18 años con su novio de la escuela superior se disolvió. Barraza se perdió en el divorcio y encontró consuelo con un amigo de la infancia. Se casaron y tuvieron dos hijos. Sin embargo, la nueva relación se hizo inestable en el mejor de los casos, y en el peor, peligrosa.

Su nuevo esposo fue abusivo verbal y físicament­e desde el principio. Tenía problemas de drogas y le era difícil conservar un trabajo. Siempre tratando de mantener la paz, Barraza dejó de correr, descuidó su dieta, aumentó casi 80 libras y contrajo diabetes tipo 2. Cuando ingería comidas saludables, él se burlaba de ella y trataba de hacer que se sintiera culpable.

“Tenía que comer lo que él quería”, relató. “Si trataba de seguir una dieta, para él era insultante”.

La fırme decisión de Barraza de seguir con su esposo a toda costa —una decisión con la que estaba más comprometi­da después del fracaso de su primer matrimonio— le estaba exigiendo un costo elevado.

Barraza le pidió a su esposo en más de una ocasión que se marchara, pero él se negaba. Un fın de semana, la atacó físicament­e frente a sus dos hijos pequeños, tan brutalment­e que ella fue a parar al hospital, y él a la cárcel. Fue en esa época que Barraza empezó a sentir hormigueo en las manos y los pies, a menudo con tanto dolor como para despertarl­a en medio de la noche, debido a daños en los nervios por su alto nivel de azúcar en la sangre. Le dolían tanto las manos que no podía apretarlas.

“No estaba nada bien”, explicó Barraza. “Pero no sabía cómo arreglarlo. Me había aislado de mi familia y de mis amistades y estaba muy sola”.

Más que los hábitos alimentici­os insalubres y la falta de ejercicio, dijo Barraza, el estrés tenía mucho que ver con su diabetes descontrol­ada.

La llamada de alerta

La vida dio otro giro aciago cuando su madre sufrió un derrame cerebral y, unos meses después, su padre tuvo un ataque cardíaco. Los médicos atribuyero­n ambos eventos a su diabetes tipo 2. En efecto, varios de los 13 hermanos de su padre habían luchado contra la diabetes y sufrido amputacion­es, derrames, enfermedad­es cardíacas o enfermedad renal crónica debido al padecimien­to.

De niña, Barraza pensaba que eso era común en su familia: cuando una crece, contrae diabetes tipo 2, tiene complicaci­ones que le alteran la vida, y después fallece.

Como adulta diabética, sabía que si controlaba su condición, podía evitar esas complicaci­ones devastador­as y cambiar la historia de su familia.

Como madre con hijos pequeños todavía en casa, observándo­la, dependiend­o de ella, sabía que tenía que cambiar la historia de su familia.

Al fınal, Barraza solicitó el divorcio. Sola con sus hijos por primera vez, y decidida a sanar, Barraza trabajó con un médico que llegó a conocerla bien y la ayudó a formular un plan compatible con sus gustos, sus valores culturales y su personalid­ad orientada a fıjarse metas. Poniéndose en primer lugar Sin duda, cuando Barraza tiene una meta, muy poco se puede hacer para detenerla.

No solo perdió algo de peso: bajó 60 libras y redujo su A1C a la mitad, todo durante una pandemia mundial.

“Estar saludable no siempre es tan sencillo como comer mejor o hacer más ejercicio. A menudo, tenemos que dar un paso atrás y preguntarn­os qué nos hace estar enfermas”, dijo Lupe.

Como embajadora nacional de la Asociación Americana del Corazón y de la Asociación Americana de la Diabetes, es una modelo y una campeona para otras –particular­mente latinas como ella— al compartir su mensaje de que ellas también pueden ponerse en primer lugar y que eso mejorará a sus familias y a sus comunidade­s, no las empeorará.

Tras recuperar su fırme sistema de apoyo, Barraza les recuerda a sus familiares y amistades la mujer que conocían y se siente bien de nuevo con ella misma.

“Cuando decido cuidarme, todo lo demás cae en su lugar”, afırmó.

Cuando decido cuidarme, todo lo demás cae en su lugar.

Jayme Sandberg, Know Diabetes by Heart

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