San Diego Union-Tribune

INDOCUMENT­ADOS RECIBIRÁN APOYO POR PANDEMIA

Temen que la ayuda por parte de California no sea suficiente

- ALEXANDRA MENDOZA VER

Para Rosalba, fue un alivio escuchar que indocument­ados podrán recibir un apoyo monetario por parte del gobierno de California.

Sin embargo, todavía no sabe cómo pagará la renta el próximo mes.

El gobernador Gavin Newsom anunció hace unos días la creación de un fondo de 125 millones de dólares para ayudar a cerca de 150 mil inmigrante­s indocument­ados durante la pandemia por el COVID-19.

El beneficio será de 500 dólares por adulto, con un tope de 1000 dólares por hogar.

Dicho apoyo conformado por 75 millones de fondos públicos y 50 millones a través de organizaci­ones benéficas, se podrá solicitar a partir del próximo mes, de acuerdo con autoridade­s.

Hace unos días, Rosalba perdió su empleo en un restaurant­e, mientras que a su esposo le redujeron días de trabajo. La madre de cuatro hijos agradece que el gobernador haya tomado en cuenta a la comunidad indocument­ada y de recibir el apoyo, ya contempla ahorrarlo.

“No es mucho, pero por lo menos es tener algo por si la comida se nos acaba o un bill que no alcancemos a pagar”, dice.

La familia de seis comparte un departamen­to con un primo a quién también le redujeron horas en el trabajo. Con sus últimos pagos alcanzaron a cubrir la renta de este mes, pero ahora no saben qué harán para pagar el siguiente.

Sabe de una moratoria en la ciudad para prohibir los desalojos durante la contingenc­ia, pero teme se le acumulen los gastos.

“Yo le digo a mis hijos, si antes comíamos dos panes, ahorita vamos a comer uno”, lamenta. “Hay que aguantarno­s y apretar la tripa porque si no, nos quedamos sin dinero”.

Estaría dispuesta a buscar otro empleo, pero su estatus migratorio le resta opciones.

Por ahora, está al tanto de lugares donde entregan despensas. Reconoce que con la incertidum­bre, no ha tenido tiempo de siquiera pensar en su propia salud.

“Estoy más preocupada no tanto por lo que dicen del virus, sino por todos los gastos que se nos vienen encima”. Rosalba, al igual que cientos

extranjero­s habían estado llegando para comprar vehículos y ningún otro miembro de la familia de Hoyo había salido de su casa.

Hoyo compartió con el Union-tribune lo que fue para él tener COVID-19.

Comenzó con una fiebre

El 25 de marzo, Hoyo comenzó a tener una fiebre de unos 101 grados, dijo. La fiebre persistió durante días, pero no notó ningún otro síntoma típico de los casos de COVID-19, como una tos seca o dolores corporales.

Hoyo dijo que su fiebre era todavía su único síntoma notable cuando su esposa se volvió sintomátic­a el 27 de marzo. Preocupado­s de que una enfermedad contagiosa estuviera en su casa en medio de una pandemia de COVID-19, Hoyo y su esposa decidieron enviar a su hijo pequeño a quedarse con parientes que no tuvieran síntomas.

Los otros tres hijos de la pareja, de 20, 17 y 15 años de

edad, se volvieron sintomátic­os poco después de su esposa, al igual que la suegra de Hoyo, y todos ellos tenían síntomas comunes de COVID-19, incluyendo tos seca, dolor de cabeza, fiebre y fatiga. Ninguno de sus síntomas eran exactament­e los mismos, dijo.

“Afectó a todos de manera diferente en mi casa”, dijo.

Dijo que su familia parecía estar mucho más enferma que él en ese momento.

“Mi esposa comenzó a enfermarse un par de días después de mí, pero ella se sentía como si le hubiera caído una tonelada de ladrillos”, dijo Hoyo. “Daba miedo porque no sabía qué hacer. Tuvimos que aislarla, pero luego los niños, todos se enfermaron. Estaba usando la mayor parte de mi energía haciendo todo en la casa”.

Laura Hoyo dijo el lunes que tenía fiebre y tos, y que no podía respirar al caminar distancias cortas.

“Me sentí muy débil, y honestamen­te fue como si sintiera que la muerte estuviera sobre mí", dijo. “No podía respirar caminando solo hasta el baño”.

Cuando Laura Hoyo empezó a tener serios problemas para respirar el 29 de marzo, Erik Hoyo dijo que la llevó a una sala de emergencia­s. Los médicos dijeron que probableme­nte tenía COVID-19, pero que esperaban que se recuperara por sí misma, así que no la examinaron ni la admitieron en el hospital. Le recetaron un inhalador y la enviaron a casa para que se pusiera en cuarentena.

“Me revisaron los pulmones y estaban limpios, así que me dejaron ir a casa, pero dijeron que la iban a tratar como si fuera COVID”, dijo Laura. “Me dijeron que me pusiera en autocuaren­tena”.

Dijo que su médico la contactó “todos los días” para controlarl­a hasta que mejorara.

Por esa momento, Erik Hoyo comenzó a notar otros síntomas típicos de COVID-19, incluyendo pérdida de los sentidos del olfato y el gusto y pérdida de apetito. Comenzó a tener problemas para respirar unos días después de llevar a su esposa a la sala de emergencia­s.

“Era como si me sentara

para tratar de ir al baño y ya era demasiado”, dijo.

Durante seis días, Hoyo no tuvo apetito y no comió, dijo. Agregó que había perdido unas 15 libras.

El lunes, Hoyo dijo que todos en su casa se habían recuperado, y su hijo pequeño, Mateo, de 3 años, estaba de vuelta en casa. Él y Laura dijeron que estaban agradecido­s con sus amigos y con la escuela de sus hijos por entregar las comidas y ayudarlos en general cuando estaban enfermos.

Hoyo instó al público a tomar los síntomas en serio, incluso si, como él, se lavan las manos constantem­ente y limpian meticulosa­mente sus espacios de trabajo y de vida.

“Soy el tipo que limpia sus plumas en la oficina”, dijo con una risa. “No importa cuánto limpies; está en todas partes.

“No sé cómo me infecté", continuó. “Solo ten cuidado. No sabes cómo te vas a infectar. Estaba siendo 10 veces más cuidadoso de lo que normalment­e soy”.

Cook es reportera del U-T.

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K.C. ALFRED ARCHIVO U-T La intención es ayudar a trabajador­es que han quedado desamparad­os y no son elegibles para beneficios federales.

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