San Diego Union-Tribune

UNA FAMILIA ENTERA LUCHÓ CONTRA COVID-19

La enfermedad ‘Afectó a todos de manera diferente’

- MORGAN COOK VER

Cuando Erik Hoyo, residente de Chula Vista, de 40 años, tuvo una fiebre el 25 de marzo, la calificó de gripe. Luego su esposa se enfermó. Luego tres de sus cuatro hijos y su suegra.

El único miembro de la casa que no se enfermó fue su hijo pequeño, a quien enviaron a quedarse con sus parientes tan pronto como la esposa de Hoyo se enfermó.

Hoyo dijo que no lo sabía en ese momento, pero que estaba enfermo con COVID-19; su esposa, Laura, de 38 años, tenía un caso sospechoso, y los médicos les dijeron que asumieran que el resto de su familia también lo tenía.

Con la fiebre persistent­e como único síntoma destacado, Hoyo se consideró el miembro menos enfermo de su familia hasta el 3 de abril, cuando desarrolló un nuevo síntoma grave que lo llevó al hospital.

Hoyo dijo que se encontró incapaz de respirar.

“Oh Dios mío, se sintió horrible”, dijo Hoyo al San Diego Uniontribu­ne durante una entrevista telefónica. “Se sentía como si estuviera respirando polvo. No podía respirar, como cuando tratas de respirar profundame­nte, no puedes. Te obliga a toser para que liberes todo tu oxígeno. Simplement­e no puedes respirar”.

Hoyo dijo que sus padres se enteraron de sus problemas respirator­ios por los hijos de Hoyo y llamaron una ambulancia para él el lunes 6 de abril. Hoyo fue admitido en el hospital, donde los médicos le hicieron análisis de sangre y le hicieron pruebas de gripe y COVID-19. Le recetaron un antibiótic­o y le dieron el alta el mismo día para recuperars­e con su familia en autocuaren­tena a menos que su condición empeorara.

Se supuso que los otros miembros de su familia estaban infectados con el virus, dijo. Nadie más en su casa fue examinado, así que solo su caso fue confirmado.

Los funcionari­os de salud pública no han determinad­o cómo contrajo el virus, dijo Hoyo. Sospechaba que estaba infectado en el concesiona­rio de automóvile­s donde trabaja como gerente financiero porque la gente había estado tosiendo, los clientes con pasaportes

de miles de trabajador­es indocument­ados no califican para seguro de desempleo. De acuerdo con la Coalición de Trabajador­es Domésticos de California, este sector contribuye cada año con cerca de 3 mil millones de dólares en impuestos.

El propio gobernador Newsom acepta que el apoyo poco podrá hacer para lidiar con la crisis económica. “No estoy sugiriendo que 125 millones de dólares sea suficiente, pero es un buen inicio”, reiteró.

El llamado Fondo de Asistencia por Desastre será repartido a través de un modelo basado en la comunidad para que sean las organizaci­ones sin fines de lucro que asisten a inmigrante­s quienes repartan dichos beneficios. Aún queda definir dichos grupos.

El Centro de Iniciativa­s Políticas (CPI), estima que en California residen cerca de 1.5 millones de inmigrante­s indocument­ados, por lo que califica este apoyo monetario como un primer paso.

“Los inmigrante­s indocument­ados son miembros valiosos de nuestra comunidad y deberían ser incluidos en todos los servicios y apoyos antes y durante esta crisis. Esta iniciativa es un paso en la dirección correcta, pero aún no es suficiente”, considera Kyra R. Greene, directora ejecutiva de CPI.

Grupos como el Comité de Amigos Americanos en San Diego se han dado a la tarea de informar a la comunidad sobre este apoyo, mientras se conocen más detalles.

Adriana Jasso, activista con la organizaci­ón, coincide en que aún con este pago será complicado para los trabajador­es que han quedado desemplead­os y desconocen cuándo volverán a laborar.

“Aunque es un buen paso no alivia en su entereza las necesidade­s básicas de las familias”, reconoce.

A su vez, hizo el exhorto a quienes califiquen de no temer y hacer valer este derecho una vez que se anuncie el proceso, pues al tratarse de una cuestión de emergencia no cuenta bajo la regla de carga pública.

Otro apoyo disponible es un fondo creado por el Consorcio de los Derechos de Inmigrante­s de San Diego (SDIRC) que fuera anunciado hace tres semanas. Las personas que califiquen recibirán un apoyo de 500 dólares en efectivo.

Desde que se dio a conocer, se han recibido más de 4 mil solicitude­s.

La intención es ayudar a trabajador­es que han quedado desamparad­os y no son elegibles para ciertos beneficios federales y estatales.

Martha se encuentra sin empleo luego de 20 años limpiando casas y trabajando en restaurant­es.

Con lo que gana debe pagar renta y mandar dinero a su familia en México, ya que su padre se recupera de un accidente que sufrió. El próximo mes, no podrá enviar nada.

Por ahora, se encuentra como voluntaria en el Centro de los Derechos de Trabajador­es (ERC) en donde ayuda a más personas en su misma situación.

Se dice decepciona­da con el hecho de que podría recibir menos de la mitad de lo que se entregará a ciudadanos estadounid­enses por parte del gobierno federal. “A mí me desilusion­a mucho”, comenta.

Señala que con 500 dólares apenas le alcanzará para la mitad de un mes de renta.

Por ahora, sobrevive con los pocos ahorros que tiene pues llegó a tener hasta tres trabajos al mismo tiempo de los cuales no queda ninguno. Lamenta que a los trabajador­es indocument­ados se les brinde un apoyo distinto.

Elly Matsumara, directora del grupo Partnershi­p for Working Families de California resaltó la necesidad de buscar una solución permanente.

“Este apoyo llevará comida a la mesa de familias que no han tenido dinero para comprar abarrotes por semanas”, señala.

“Ahora, necesitamo­s que el gobernador y la legislatur­a trabajen de la mano en una solución permanente para que todas las familias migrantes puedan mantener la comida en la mesa y paguen sus facturas en los siguientes meses que dure la pandemia”.

Mendoza es reportera del U-T.

 ?? K.C. ALFRED U-T ?? Erik Hoyo, su esposa, Laura y sus hijos Ezequiel, de 15 años, y Adrián, de 17, derecha, se enfermaron con Covid-19. Su hijo Mateo, de 3 años, a la izquierda, no estaba infectado.
K.C. ALFRED U-T Erik Hoyo, su esposa, Laura y sus hijos Ezequiel, de 15 años, y Adrián, de 17, derecha, se enfermaron con Covid-19. Su hijo Mateo, de 3 años, a la izquierda, no estaba infectado.
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DAVID MCNEW GETTY IMAGES En California residen cerca de 1.5 millones de indocument­ados, muchos trabajan en el campo.

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