CONGRESISTAS VEN LA LUCHA DE SOLICITANTES DE ASILO LGBTQ AL VISITAR LA FRONTERA SUR
Geovanny Torres Morataya no puede volver a su país porque, como mujer trans en transición, está segura de que la matarán.
“Guatemala es una sociedad muy cerrada mentalmente para las personas LGBT”, dijo Torres, de 22 años, en español.
En su país, Torres fue violada y, en el proceso, se infectó con el VIH, dijo, una historia que, por desgracia, es bastante común entre las mujeres trans de Centroamérica. Vivir con esa realidad ha sido difícil para Torres, pero de pie en el Jardín de las Mariposas, un refugio para migrantes LGBTQ en Tijuana donde ha vivido durante los últimos meses, sus palabras y expresiones faciales irradiaban el orgullo que ha aprendido a tener en sí misma.
Pidió al Union-Tribune que publicara su nombre completo y original -una petición poco frecuente entre los solicitantes de asilo- para expresar lo lejos que ha llegado.
Fue una de las muchas solicitantes de asilo LGBTQ que el viernes dieron la bienvenida a cinco demócratas californianos del Congreso —los congresistas Juan Vargas, Sara Jacobs, Raúl Ruiz, Mark Takano y Katie Porter— a los refugios de Tijuana para conocer el tipo de retos a los que se enfrentan estos migrantes en particular. Los congresistas también escucharon a personas que trabajan para proporcionar a los migrantes LGBTQ servicios jurídicos, médicos y de salud mental, entre otros.
Ninguno pareció sorprendido por lo que aprendió. Pero varios dijeron que salieron con una comprensión más clara de que hay que hacer algo para que solicitar protección en Estados Unidos sea una experiencia más fácil y segura para personas como Torres.
“Sabemos que es posible porque estamos viendo que la gente lo hace por los ucranianos ahora mismo”, dijo Jacobs.
La visita se produce en un momento en que el futuro de la política fronteriza de Estados Unidos sigue sin estar claro y es objeto de debate.
Las personas perseguidas en sus países de origen por su orientación sexual o su identidad de género pueden solicitar asilo. Pero los solicitantes de asilo como Torres llevan más de dos años atrapados fuera de Estados Unidos debido a una política que el gobierno de Trump puso en marcha al principio de la pandemia, conocida como Título 42. Dicha política ha supuesto que los funcionarios de la frontera pueden bloquear a los solicitantes de asilo para que no soliciten protección en los puertos de entrada, y si cruzan a suelo estadounidense sin permiso, los funcionarios pueden expulsarlos a México o a sus países de origen sin las comprobaciones normalmente requeridas para ver si cumplen los requisitos para ser refugiados.
El gobierno de Biden mantuvo el Título 42 durante más de un año antes de anunciar un plan para ponerle fin a finales de este mes.
Un juez federal de Luisiana, en el marco de una demanda presentada por varios estados, dictó entonces un bloqueo temporal del fin de la política. El juez celebraría una audiencia sobre el caso esta semana.
Mientras tanto, los republicanos y algunos demócratas han defendido que se mantenga el Título 42, no como la medida de salud pública que se supone que es, sino explícitamente como una herramienta para disuadir la migración.
Los miembros que visitaron Tijuana expresaron una fuerte oposición al Título 42. El Caucus Hispano del Congreso, dirigido por Ruiz, lleva tiempo presionando para que se ponga fin a esta política.
Vargas calificó la norma como un arma política. Tenía un mensaje sencillo para sus colegas demócratas que quieren mantenerla.
“Se equivocan”, dijo. El dolor que causa la espera indefinida para solicitar protección en Estados Unidos, en particular a los solicitantes de asilo LGBTQ, quedó patente en el testimonio que los congresistas escucharon en su viaje.
En la Casa Arcoiris, un refugio con 35 camas en una casa alquilada, varios de los residentes explicaron que en Honduras y otros países centroamericanos, las organizaciones criminales suelen elegir a las personas de la comunidad LGBTQ para que lleven drogas porque es menos probable que la policía sospeche de ellas. Para quienes se niegan a participar, la decisión puede ser mortal.
Los residentes pidieron no ser identificados completamente debido a su situación de vulnerabilidad.
Los viajes para huir de sus países también pueden ser especialmente peligrosos para los migrantes LGBTQ. Una mujer trans de Honduras contó que, mienJosé tras estaba en el sur de México, fue violada por tres hombres, que luego le cortaron parte del cuello y la barbilla y la dieron por muerta. Por suerte, recibió atención médica y sobrevivió, pero todavía tiene una cicatriz a lo largo de la mandíbula que le recuerda la experiencia.
Desde que llegó a Tijuana, se le han acercado personas para intentar que venda drogas, dijo.
“No quiero estar aquí", dijo en español. “No salgo por miedo a lo que me pueda pasar”.
Jacobs preguntó a Chris Chambers, cofundador del refugio, sobre la propuesta del gobierno de Biden de tramitar el asilo en otros países: ahora mismo los solicitantes de asilo deben estar en suelo estadounidense para pedir protección.
A Chambers le preocupaba que las personas que esperan ser procesadas al sur de Estados Unidos no estuvieran suficientemente protegidas. Chambers recordó a un solicitante de asilo al que el refugio ayudó, que estaba recibiendo amenazas de muerte que incluían fotos de la Casa Arcoiris y su dirección en los mensajes.
El grupo de solicitantes de asilo dijo que no han podido buscar trabajo mientras esperan en Tijuana porque se enfrentan a la discriminación.
Chambers no sabe de nadie que haya pasado por el refugio y haya perdido un caso de asilo.