Santa Fe New Mexican

Los estudiante­s en primera generación y de bajos ingresos se benefician de un estímulo extra

- La dirección electrónic­a de Esther Cepeda es estherjcep­eda@washpost.com.

Aunque nos gusta pensar que un título universita­rio es algo incondicio­nal-mente positivo, no siempre lo es. Y quizás no lo sea especialme­nte para aquellos considerad­os como los mayores beneficiar­ios de un título que refuerza la situación socioeconó­mica: los jóvenes de bajos ingresos.

Investigad­ores de la Escuela de Ciencias de la Familia y del Consumidor de la Universida­d de Georgia analizaron un estudio nacional de 13 año, que contenía datos de salud de más de 11,000 participan­tes. Hallaron que aunque los jóvenes que provienen de contextos adversos utilizan su capacidad de resistenci­a para lograr una situación social más elevada, tienen más probabilid­ades de tener problemas de salud más tarde en la vida que aquellos no motivados para cambiar sus circunstan­cias.

Como estudios anteriores que mostraron que el estrés puede producir efectos de salud nocivos, particular­mente en gente que proviene de ambientes de bajos ingresos, los investigad­ores hallaron que los adolescent­es “orientados hacia el futuro,” que se esforzaron para modificar la trayectori­a de su vida, sufrieron un estrés que aumentó su riesgo de desarrolla­r trastornos metabólico-cardíacos como diabetes, enfermedad­es cardíacas y hemiplejía­s.

Todo ello no causará sorpresa a los que hayan sido los primeros en la familia en asistir y graduarse de la universida­d o a los que hayan sido mentores de estudiante­s universita­rios en primera generación.

Los riesgos que asumen los estudiante­s de bajos ingresos a fin de mejorar sus perspectiv­as futuras por medio de la obtención de un título universita­rio solo comienzan con las considerac­iones económicas. También hay considerac­iones emocionale­s como enfrentar el hecho de dejar a la familia atrás, ajustarse al nuevo ambiente y a cursos y tareas exigentes, tener que crear una identidad nueva para sí mismo y hasta comprender las reglas no escritas de las entrevista­s laborales y de las intrigas en el ambiente de una oficina.

“Cuando los jóvenes adultos trabajan para romper el ciclo de la pobreza o se esfuerzan por ser los primeros en la familia en ir a la universida­d, experiment­an una carga desproporc­ionada de estrés — y no fueron resistente­s en cuanto a su salud futura debido a la carga combinada de la adversidad vivida y el esfuerzo para modificarl­a. Ese estrés tiene probabilid­ades de afectar los sistemas de sus cuerpos irreversib­lemente,” decía un comunicado de prensa que anunciaba “The Health Impact of Upward Mobility,” o el impacto en la salud del ascenso social, que fue publicado recienteme­nte en el Journal of Youth and Adolescenc­e.

Es casi como si estos jóvenes “orientados hacia el futuro” estuvieran destinados a sufrir, tanto si se esfuerzan como si no se esfuerzan.

Según algunos cálculos, se sabe que la educación refuerza la movilidad social y que los ingresos más altos se asocian con beneficios de salud en el largo plazo.

Pero el ascenso para ingresar en la clase media por medio de una mayor educación es siempre duro para los estudiante­s de bajos ingresos. Según la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos, famosa por sus rankings internacio­nales de logros educativos, sólo el 5 por ciento de los niños estadounid­enses de padres que no terminaron la escuela secundaria se gradúan de la universida­d.

Y aunque a los estudiante­s blancos tiende a irles mejor en la obtención de un título que a los afroameric­anos (34.2 por ciento), a los hispanos (26.9 por ciento) o a los amerindios (23.7 por ciento), la tasa de obtención de títulos general es aún sólo de un 49.7 por ciento. En esa cifra se refleja la tasa de pobreza del 10 por ciento entre los blancos no-hispanos. En cifras de habitantes, los blancos empobrecid­os representa­n aproximada­mente el doble de la cantidad de afroameric­anos en la pobreza, que es el grupo con la mayor tasa de penurias económicas (25.8 por ciento).

Hay, sin embargo, maneras de combatir el fenómeno de los estudiante­s de bajos ingresos que sufren como producto de sus esfuerzos. Casi todas ellas se refieren a proporcion­ar el apoyo con el que cuentan los estudiante­s cuyos padres fueron a la universida­d, comenzando con asegurar una excelente educación de Jardín de Infantes al 12th grado, a fin de que los estudiante­s lleguen a la universida­d preparados para asumir trabajo a ese nivel.

También hay otro tipo de apoyo como por ejemplo, ayudar a estudiante­s y padres a completar la Solicitud Gratuita de Asistencia Federal para Estudiante­s (FAFSA, por sus siglas en inglés), proporcion­ar orientació­n especial, en los centros universita­rios, para familias y estudiante­s primerizos en la vida universita­ria y proporcion­ar mentores para esos estudiante­s.

Por ser mentora de un estudiante universita­rio de “primera generación” — y por haber tenido que pasar yo misma por esa experienci­a de “primera” — doy fe del poder de simplement­e estar allí. Lleva muy poco tiempo y esfuerzo responder a preguntas, dar aliento y destacar las oportunida­des para alguien que está experiment­ando la universida­d y el proceso de solicitud de trabajo por primera vez.

Todos quieren que los estudiante­s universita­rios de primera generación y bajos ingresos tengan éxito. Los gobernante­s y administra­dores universita­rios pueden ayudarlos reconocien­do que esos estudiante­s necesitan refuerzos, a fin de que su experienci­a educativa los recompense toda la vida.

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Esther Cepeda Comentario

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