Los Marcianos llegaron ya
Ambos señores miraron a la serie de lucecitas relumbrantes y a los aparatos y pensaron que el alienígena necesitaba un poco de descanso. El Señor Brazel partió para ir a buscar a su hijito, Vernon, de siete años. Fue a buscarlo en el rancho de J. B. Foster cuya casa cuidaba. Mientras que estaba ausente, Mano Juan Fango se fue a darles vuelta a sus vacas que so estaba tan lejos. Cuando regresó para ver si el alienígena estaba bien, Mano Juan Fango lo halló sentado muy cómodo afuera de su nave espacial, respirando la frescura de la tarde. Se le acercó y le preguntó: “¿Hay noches como éstas en su planeta?”
“La temperatura media en mi planeta, Marso, baja como a dos cientos grados menos que la de La Tierra. No le gustaría porque es demasiada muy fría para su gente. Además,” agregó, “no hay oxígeno en Marso. 95% de nuestro aire consiste en carbono dióxido, cual es fatal para Usted, pero perfecto para nosotros. Somos como plantas vivas que respiran el carbono dióxido, e ideal para ese ambiente cual es mucho menos espeso que aquí. Tampoco no hay evidencia de agua y consecuentemente no hay condensación de vapor. Por esa razón hemos estado cuidando a La Tierra por muchos años y en particular, a los desiertos de su planeta.”
A Mano Juan Fango le fascinada su repuesta y en particular porque el Marciano se había comunicado con él nada más por pensarlo. “Todavía no había movido la boca,” Mano Juan Fango pensaba cuán maravilloso era el silencio del Marciano y cuántas guerras y batallas habían ocurrido a resultas de mitotes. Se le acercó al Marciano y le preguntó claramente: “¿Cuál es su interés en nuestras vacas?”
El Marciano se sonrió y le proyectó sus pensamientos a Mano Juan Fango. “A pesar de lo que sus compatriotas pensarán, hemos hallado que las vacas con animales muy listos. En verdad, mi copilota y yo estábamos mirando a su atajo de vacas cuando nos chocamos porque no estábamos prestando atención a las colinas del desierto. Las hemos estado estudiando a través de los años porque ellas ha estado zacate en el desierto donde su gente entierra muchas químicas radioactivas. Inspectamos sus vacas tratando de determinar cuánto material radioactivos han engestado y cómo habrá pasado a sus hijos en la forma de hamburguesas.”
Mano Juan Fango asento con la cabeza porque la respuesta del Marciano le había respondido a muchas de sus preguntas. Claro, los Marcianos pertenecían a una raza superior. Mientras que estaba pensando en ello, ambos el Marciano y Mano Juan Fango oyeron a una troca llegando. Resultó a ser Mano Maque Brazel regresando con su hijo. Parecía que estaba un poco despeinado cuando se bajó de la troca.
“¿Cómo le va, compadre?” Mano Juan Fango le preguntó.
“Acabo de ver a muchos vehículos,” Mano Maque le replicó. “Tienen muchas luces y andan investigando por todo el desierto, tratando de ubicar al platillo volante que aterrizó aquí. La mitad del ejército y la guardia nacional de Nuevo Mexico no están pasando nada por alto en sus esfuerzos de resolver el misterio. Vieron algunos de los escombros metálicos que tenía en mi troca y han estado tratando de seguirme acá. He tenido que darle mucha gasolina, de evitarlos.” Pausó: “¿Cómo está nuestro huésped extraterrestre?” preguntó.
“Ha descansado un tanto,” Mano Juan Fango le respondió. “Vamos a tener que mudar a nuestro huésped de aquí antes que vengan a buscarlo. Cuando lleguen los oficiales acá, los paparazzi y la prensa seguirán y después el mundo va a tratar de presentarlo como un espectáculo bizarro en un circo.”