El Joven Que Nunca Fue
Aprende a descifrar los símbolos místicos
Había sido una noche larga y fatigosa, y el Joven Que Nunca Fue se había dado vueltas y más vueltas incómodas por cada rincón, tratando de adormirse. En verdad, sí había comprendido la idea que a Jesús no le agradaba manejar dinero y por eso, permitió a Judas Iscariote de encargarse de la bolsa. Lo que le molestaba aun en esa noche, era la idea de que Jesús había escogido a un recaudador llamado Mateo para ser uno de sus doce discípulos.
Mateo, conocido como “Leví,” el hijo de Alfeo, era Judío también. Como tantos recaudadores que trabajaban por los Romanos, era desdeñado por su profesión y el mismo Jesús comparaba a los recaudadores con las prostitutas entres los desdichados sociales más grandes. No los apreciaban generalmente porque tenían las reputaciones de sobrecargarle a la gente en nombre del gobierno Romano y aventajarse de una buena porción para sí mismos. Esos pecadores conocidos, se llamaban ‘Publicanos’. La razón por la cual Jesús había escogido a tal persona despreciable para seguirle a Él, dejaba al Joven Que Nunca Fue, perplejo.
“En ninguna parte de la Sagrada Escritura, dice que el dinero es la causa de toda maldad. El dinero de mismo no es cosa mala. Puede ser una bendición para los que no lo tienen. Es solo cuando la gente adora en él que causa malos resultados,” continuo el Yeti. “La Sagrada Escritura lo clarifica así: ‘Porque el amor al dinero es la raíz de todo tipo de maldad. Algunas personas, ansiosas de dinero, se han alejado de la fe y se han traspasado con muchas penas.’ (1 Timoteo 6:10).”
“Yo quisiera comprender los símbolos místicos de la Biblia como Vos podéis,” le dijo el joven al Yeti. “Ciertas escrituras con las del Libro del Apocalipsis son muy difíciles para comprender.”
“Ya habéis comenzado a comprenderlo,” se sonrió el Yeti. “Tenéis razón en decir que los símbolos místicos y que no se pueden interpretar literalmente. Cuando los hombres le preguntaban algo al Señor, Él nunca le daba la respuesta, más bien les respondía con otra pregunta para que ellos mismos hicieran las diligencia y figurarla con pensar. Si verdaderamente queréis comprender a los escritos místicos, primero tenéis que leer a los profetas anteriores como al Profeta Esequiel.”
“¿Qué no era él, el señor que escribía de los huesos secos que devolvía a la vida?” preguntó el Joven Que Nunca Fue al Yeti.
“Verdaderamente que sí,” le respondió el Yeti. “El Profeta Esequiel conocía a las historias remontando a los tiempos de los
Griegos, mucho antes de que él naciera. Sus escrituras promulgaron la creencia de la vida eterna después de la muerte.”
“Me pregunto cómo se formaría este concepto?” el Joven especulaba.
“Pues, además del Profeta Esequiel y sus antepasados Griegos, había un poeta Italiano llamado Dante Alighieri, que escribió una obra maestra de literatura, titulada ‘La Divina Comedia.’ En ella, dividió la vida más allá después de la muerte, en tres partes. Primeramente había el ‘Infierno’ cual era un sitio reservado para el castigo de los pecadores y malhechores. Se le seguía el ‘Purgatorio’ cual era como un salón de esperar donde las almas se purificaban mientras que esperaban la estrada hacia el Cielo. Últimamente, había un sitio llamado el ‘Purgatorio’ reservado para aquellos que habían vivido buenas vidas y que ahora radicaban en la presencia de Dios, los santos y los ángeles. Era allí que Dante se reunió con su verdadero amor, ‘Beatriz.’ Mucho de lo demás, Dante había basado sobre los cuentos de los antiguos Griegos, quienes se los traspasaron a los Romano,” terminó el Yeti pensativamente.
“No estoy cierto que sé bastante para comprender cómo los cuentos de los Griegos se mezclaron con los pensamientos medievales de Dante, que the formaron en uno de los doce puntos de Credo Católico de Nicea,” el Joven dijo. “Yo pienso que preciso comprender poco más cómo evoluó la creencia sobre cómo los huesos secos pueden regresar a la vida después de la muerte.”