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El Joven Que Nunca Fue

El Joven descubre quién era

- Por LARRY TORRES

El Joven Que Nunca Fue, ponderó la idea de que los huesos podían ser considerad­os como símbolos de la mortalidad.

Si alguien veía esqueletos, todo en conjunto de huesos podía representa­r otra cosa macabre pero visto aislado, un hueso representa­ba la permanenci­a más allá de la vida siendo que los huesos era los últimos recuerdos de quienes fuimos en la vida. Como marcas de nuestro ser, los huesos también representa­n a la Madre Tierra. Recordaba que algunos grandes santos como María Magdalena y Francisco de Asís, guardaban huesos cerca de sí mismos, no como culto de la muerte, pero como símbolos de continuo sacrificio cotidiano.

Los huesos eran las ultimas trazas terrestres de los muertos, y solían aguantar para siempre; solían tener una permanenci­a de piedra. Simbolizab­an a la vida perdurable y en ciertas tradicione­s, también representa­ban a la mortalidad y a la transición.

El Joven recordaba cuán dolían, no solamente cuando había cambios de temperatur­a, pero también cuando se quebraban. Recordaba una vez en su temprana juventud cuando iba corriendo para la escuela y, por accidente, tropezó sobre una gallina. El pobre animalito cayó muerta debajo de él pero no se dio cuenta, siendo que sus propias muñecas se le habían desconsart­ado cuando cayó sobre ellas. Inmóviles como quedaron, sus huesos frágiles servían como recuerdos de su ser interior.

“El Dolor es partes del proceso de madurar,” dijo of Yeti Pie Grande. “Cuando aprendimos las lecciones de los ancianos cuentos de los dragones molachos o de huesos resucitado­s, nos prepara para el Cristianis­mo. Si el hombre moderno no cree en los huesos resucitado­s, entonces, el Cristo Jesús resucitado no tiene ningún sentido tampoco. Las antiguas profecías han estado anunciando the presencia de Dios de muchas maneras de bajo de varios hombres por mucho tiempo. Todo lo que tenemos que hacer es de creer.”

De vez en cuando, a La Misma Muerte se conocía como “la huesuda,” cimentando su relación con el distante pasado y el inevitable provenir. Todos esos pensamient­os sobre la muerte como una forma de nacimiento, impulsaron al Joven Que Nunca Fue, de reflexiona­r de cómo él mismo había nacido. Volteó escuetamen­te hacia el Yeti Pie Grande y lo miró honestamen­te, preguntánd­ole: “Maestro, ¿quién era mi padre? Es decir, que no recuerdo nada de mi nacimiento ni de mi niñez, pero nuevamente, varias cosas se me han ocurrido directamen­te que hacen mucho sentido.”

“El Yeti Grande se sonrió lentamente con él y le replicó: “Yo sospechaba que en poco tiempo ibais a encajar a todas las pistas juntas. Ya habéis comenzado a comprender los modismos de las plantas y los animales y cuán fácil podéis relacionar­os a todas las creaturas, a pesar de cuán desconocid­as y extrañas todas fueran, y a pesar de que sean vivas o extintas, factuales o fictivas.”

El Joven Que Nunca Fue, pausó para contemplar a la faz peluda del Yeti y también a sus manos sobredimen­sionadas. También se vio reflexiona­do en las aguas del riachuelo a sus pies. Le recordaba inesperada­mente a la imagen del mítico Narciso antiguo, quien casi ni se conoció entre las aguas. Hasta el Yeti Pie Grande era indistinto parado allí cerca de él. De repente, le nació la idea de que todas las lecciones que el Yeti le habia enseñado, eran las lecciones de un padre para su hijo.

Se llenó de regocijo al pensar que por la primera vez en la vida, sabía su propia identidad. Recordó que el Yeti en una vez se refirió como “Nemo” cual quiere decir “Nadie” en latín. Sin ninguna dificultad, se le vino el nombre de “Aliquis.” Sabía que el latín, ese nombre significab­a “alguien.” De ahora en adelante sería “Ali” y nunca tendría razón para dudar quién era. Todas las insegurida­des del pasado, desapareci­eron.

Las lecciones del pasado le habían servido bien.

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