ARQUITECTURA DISRUPTIVA
Una estructura escultórica y algo esquelética sobresale por su propuesta de diseño en medio del ladrillo tradicional que envuelve un colegio en Barranquilla.
La misión: diseñar un student center que albergara a los estudiantes del Colegio Karl C. Parrish en sus horas de recreación y descanso, y que, sobre todo, sirviera de guardián protector de las ceibas que circundan el área educativa. La visión: elevar un volumen visualmente disruptivo que, al cumplir con su función de refugio dinámico, rompiera con la arquitectura clásica que lo rodea y se convirtiera en icono representativo de una nueva generación.
Por un lado, el arquitecto y urbanista Vives llevó a cabo un estudio para determinar las necesidades que tenía el colegio, y encontró que éste no contaba con un espacio adecuado para que los estudiantes y profesores tuvieran la posibilidad de almorzar y compartir. Por otro lado, Marino se enfocó en resolver la volumetría y la protección a la vegetación, entre otras cosas. “Al ver el lote y la importancia de los árboles, comencé a jugar con las figuras. La volumetría no fue caprichosa, la idea era darle énfasis a la preservación de los árboles y de ahí partimos”, comentó Marino, líder del proyecto. “Así, la premisa fue hacer que el edificio se volviera icónico para el colegio, al mismo tiempo que se respetara el deseo de conservar los árboles, pues de éstos los estudiantes cuelgan cosas y tienen historias; ellos utilizan mucho la naturaleza del colegio para sus proyectos”, agregó.
Es esta necesidad de preservar los árboles lo que le dio un giro al diseño, el cual desde un principio estuvo inspirado en la forma de una caja torácica. Sin embargo, ésta fue tomando una forma de “ameba”, gracias a las necesidades que debía resolver el edificio. “Nos imaginábamos esto siempre como si fuera un esqueleto estructural; si miras el proyecto, lo que más maximizamos fueron los arcos, nunca ves las vigas. Le dimos importancia al esqueleto más que a la conexión entre un lado y el otro”, enfatizó Marino.
El Student Center funciona como una galería debido a su diseño de pabellón, que bordea la arquitectura moderna y la brutalista. Su diseño está milimétricamente pensado, desde la espacialidad hasta el más mínimo detalle; por ejemplo, la forma de la cubierta que cuenta con los mismos trazos de los otros edificios del colegio. Otros elementos como la iluminación y el mobiliario —a cargo de Catherine Jessurum— tomaron la forma geométrica del volumen. Este edificio, que pasa en segundos de la tranquilidad de un lounge al frenesí de la hora del almuerzo, es un espacio en donde su arquitectura y diseño interactúan con quienes lo disfrutan.