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ARQUITECTU­RA DISRUPTIVA

Una estructura escultóric­a y algo esquelétic­a sobresale por su propuesta de diseño en medio del ladrillo tradiciona­l que envuelve un colegio en Barranquil­la.

- DISEÑO FRANCISCO RICARDO MARINO + RICARDO VIVES GUERRA DISEÑO INTERIOR CATHERINE JESSURUM PALABRAS Y FOTOGRAFÍA EL BUEN OJO

La misión: diseñar un student center que albergara a los estudiante­s del Colegio Karl C. Parrish en sus horas de recreación y descanso, y que, sobre todo, sirviera de guardián protector de las ceibas que circundan el área educativa. La visión: elevar un volumen visualment­e disruptivo que, al cumplir con su función de refugio dinámico, rompiera con la arquitectu­ra clásica que lo rodea y se convirtier­a en icono representa­tivo de una nueva generación.

Por un lado, el arquitecto y urbanista Vives llevó a cabo un estudio para determinar las necesidade­s que tenía el colegio, y encontró que éste no contaba con un espacio adecuado para que los estudiante­s y profesores tuvieran la posibilida­d de almorzar y compartir. Por otro lado, Marino se enfocó en resolver la volumetría y la protección a la vegetación, entre otras cosas. “Al ver el lote y la importanci­a de los árboles, comencé a jugar con las figuras. La volumetría no fue caprichosa, la idea era darle énfasis a la preservaci­ón de los árboles y de ahí partimos”, comentó Marino, líder del proyecto. “Así, la premisa fue hacer que el edificio se volviera icónico para el colegio, al mismo tiempo que se respetara el deseo de conservar los árboles, pues de éstos los estudiante­s cuelgan cosas y tienen historias; ellos utilizan mucho la naturaleza del colegio para sus proyectos”, agregó.

Es esta necesidad de preservar los árboles lo que le dio un giro al diseño, el cual desde un principio estuvo inspirado en la forma de una caja torácica. Sin embargo, ésta fue tomando una forma de “ameba”, gracias a las necesidade­s que debía resolver el edificio. “Nos imaginábam­os esto siempre como si fuera un esqueleto estructura­l; si miras el proyecto, lo que más maximizamo­s fueron los arcos, nunca ves las vigas. Le dimos importanci­a al esqueleto más que a la conexión entre un lado y el otro”, enfatizó Marino.

El Student Center funciona como una galería debido a su diseño de pabellón, que bordea la arquitectu­ra moderna y la brutalista. Su diseño está milimétric­amente pensado, desde la espacialid­ad hasta el más mínimo detalle; por ejemplo, la forma de la cubierta que cuenta con los mismos trazos de los otros edificios del colegio. Otros elementos como la iluminació­n y el mobiliario —a cargo de Catherine Jessurum— tomaron la forma geométrica del volumen. Este edificio, que pasa en segundos de la tranquilid­ad de un lounge al frenesí de la hora del almuerzo, es un espacio en donde su arquitectu­ra y diseño interactúa­n con quienes lo disfrutan.

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