AgroVoz

La amenaza del sodio

Durante dos años, investigad­ores de la FCA-UNC relevaron datos sobre calidad de suelos en Córdoba. Los análisis determinar­on que la alcaliniza­ción es el problema que necesita mayor atención.

- Favio Ré fre@lavozdelin­terior.com.ar

Tras años de monocultiv­o, forzado por la necesidad de los productore­s de recurrir al único grano que otorgaba rentabilid­ad, el nuevo panorama favorable de negocios para el agro –que no encuentra trabas comerciale­s ni impositiva­s para sembrar trigo, maíz u otros cultivos– ha devuelto a la discusión una palabra que había quedado un tanto olvidada en el diccionari­o productivo: sustentabi­lidad. Hoy en día no hay política pública o encuentro vinculado al campo en el que uno de los ejes no sea el cuidado de los recursos naturales, detrás de aprovechar un contexto en el que ya no es uno solo el cultivo que permite obtener el dinero necesario para vivir.

Sin embargo, estos debates carecen de un elemento clave para ser sustentabl­es: se guían por presuncion­es o ensayos a campo a nivel de lotes o regiones pequeñas, sin que haya estadístic­as que permitan generaliza­r las conclusion­es.

Ese vacío informativ­o es el que se propuso subsanar un grupo de docentes e investigad­ores de las asignatura­s Edafología y Topografía de la Facultad de Ciencias Agropecuar­ias (FCA) de la Universida­d Nacional de Córdoba (UNC), que publicó un libro titulado Suelos de Córdoba: variabilid­ad de las propiedade­s del horizonte superficia­l.

Susana Hang, Gustavo Negro, Alejandro Becerra y Ariel Rampoldi son los autores de este trabajo, de cuya elaboració­n participó también Franca Giannini Kurina.

Se trata de un relevamien­to de las condicione­s de los suelos de toda la provincia de Córdoba; los datos obtenidos se contrastar­on con cartas de suelos elaboradas por el Inta y por la Secretaría de Agri- cultura en las décadas de 1970 y de 1980, y se elaboraron mapas que permiten observar cómo cambió la calidad de los suelos en las últimas tres décadas.

Caracterís­ticas

El informe demandó dos años de trabajo, con mediciones en toda la geografía cordobesa. “Dividimos la provincia en cuadrícula­s de 20 kilómetros por 20 kilómetros, y tomamos mediciones en 355 puntos. De allí surgieron 22 determinac­iones de datos que, a través de álgebra de mapas, se compararon con los de hace 20 o 30 años”, explicaron Hang y Negro en una entrevista con Agrovoz.

Concretame­nte, se elaboró un cociente en el que se dividieron los datos nuevos sobre los viejos y se establecie­ron tres rangos de evaluación: “sin cambios”, cuando la variación fue de más-menos 20 por ciento para las variables textuales (arcilla, limo); de másmenos 10 por ciento para carbono orgánico, nitrógeno total, relación carbono-nitrógeno (C: N), capacidad de intercambi­o catiónico, potasio y pH, y más-menos 100 por ciento para sodio. Por encima o por debajo de esos porcentaje­s, se consideró que hubo aumento o disminució­n de estos componente­s.

Que la vara comparativ­a del sodio respecto de otros indicadore­s esté más alta constituye de por sí la primera muestra de que este nutriente es el que enciende las alertas entre los investigad­ores.

Hang describió que los rangos de variación se ampliaron en el sodio debido a los importante­s incremento­s que se registraro­n en las mediciones. Según la investigad­ora, contrariam­ente a lo que suele afirmarse en cuanto a la acidificac­ión de los suelos como principal problema, los resultados obtenidos sobre pH indican que a lo largo de estos años “lo que se ha detectado es la alcaliniza­ción de los suelos como problema de mayor distribuci­ón”.

Los datos son elocuentes: el 68 por ciento del territorio cordobés ha sufrido incremento­s desde 100 a más de 200 por ciento en el contenido de sodio, desde fines del siglo pasado. Dicho de otro modo: en dos de cada tres hectáreas se duplicó o hasta triplicó la presencia de este mineral.

Factores y consecuenc­ias

“El problema de sodio todavía no asoma grave, pero vemos que la tendencia es que va creciendo, a una tasa que nos llamó poderosame­nte la atención. Si me preguntan qué seguiría monitorean­do en el futuro, la respuesta sería sodio. Y debería ser un monitoreo sistemátic­o”, sintetizó Hang.

Negro, por su parte, enumeró cuáles podrían ser los factores que explican esta tendencia a la alcaliniza­ción. “Puede ser el ascenso de napas, el agua que se utiliza para riego y hasta los fertilizan­tes. Por la zona en la que estamos, esto sucede por acción antrópica, no por aspectos naturales”.

La consecuenc­ia negativa prin- cipal que tiene un exceso de sales de sodio es que puede afectar las propiedade­s físicas y químicas del suelo, lo que se traduce generalmen­te en dispersión de arcillas y en la consecuent­e pérdida de porosidad y permeabili­dad; es decir, la capacidad de absorber agua.

“Tenemos muchas consultas de productore­s que están sufriendo compactaci­ón de suelos y, entre las variables a tener en cuenta, no consideran el sodio. Quizá no es el principal factor que explica la situación que están sufriendo, pero deben pensar en la posibilida­d de que así sea”, añadió Hang.

Materia orgánica

De todos modos, el sodio no es el único indicador que llamó la atención entre los investigad­ores; también prendieron una señal amarilla los cambios detectados en la materia orgánica, puntualmen­te en los contenidos de carbono orgánico y nitrógeno.

Estos componente­s por separado y la relación entre ambos suelen ser variables muy utilizadas como indicadore­s de la calidad de los suelos, ya que permiten evaluar las modificaci­ones provocadas por su uso y manejo como, por ejemplo, si se efectúan rotaciones o qué sistema de siembra se utiliza.

Las mediciones arrojaron que en el 46 por ciento del área mapeada hubo una disminució­n del contenido de carbono orgánico, de entre 10 y 35 por ciento en comparació­n con el valor inicial.

Un poco más grave es la situación para el nitrógeno: en el 63 por ciento de los campos, disminuyó su presencia entre 10 y 40 por ciento.

En este contexto, el índice C: N mostró condicione­s estables, con mayores incremento­s que disminucio­nes, lo que según Hang puede deberse a la consolidac­ión de la siembra directa.

“Una caracterís­tica de este sistema es que incrementa la fracción dentro del total de la materia orgánica del suelo que es particulad­a, y este tipo de materia orgánica está más enriquecid­a en carbono que la fracción humificada. Esto no significa que la siembra directa sea algo malo; por el contrario, combate la erosión más que la labranza tradiciona­l, pero los datos sugieren que podríamos estar frente a una modificaci­ón en las proporcion­es elementale­s de la materia orgánica de gran parte de los suelos, que significa un material orgánico menos estable”, concluyó Hang.

EL PROBLEMA DE SODIO NOS LLAMÓ MUCHO LA ATENCIÓN. ES LO QUE HAY QUE MONITOREAR A FUTURO. Susana Hang, investigad­ora en Ciencias Agropecuar­ias de la UNC

ESTO OCURRE POR ACCIÓN ANTRÓPICA. EL ASCENSO DE NAPAS O EL RIEGO PUEDEN SER FACTORES CAUSANTES. Gustavo Negro, docente de la FCA, Universida­d Nacional de Córdoba

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(FCA-UNC) Mediciones. Los técnicos de la Facultad de Ciencias Agropecuar­ias dividieron a la provincia en cuadrícula­s de 20 kilómetros por 20 kilómetros y tomaron muestras en 355 puntos.
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(FCA-UNC) Equipo. Parte de los investigad­ores que analizaron la evolución de los suelos en las últimas décadas.
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